Desde que en marzo dio a conocer en su cuenta de Instagram el primer boletín de lo que llamó “Cancerlandia”, la escritora estadounidense Siri Hustvedt había dicho muy poco en relación a la enfermedad que aqueja a su marido, el también escritor Paul Auster. Sin especificar cuál es el tipo de carcinoma que afecta a su esposo, ni el estado de metástasis que tiene, la autora de Los ojos vendados solo había agregado en abril sus agradecimientos por las buenas palabras que recibió para su cónyuge.

Pero hay novedades. Ayer, 30 de agosto, volvió a actualizar el estado de salud del hombre de Ciudad de cristal. Mostrando su talentosa pluma, Hustvedt escribió algo que tituló “Otro boletín desde Cancerlandia”. Sin entrar en los detalles médicos, más bien comento cómo han ido llevando adelante un proceso tortuoso de tratamientos y visitas a hospitales. Humanizando algo que por momentos parece llevarse todo en lo que se cree.

Jugando con la idea de que se encuentran en otro territorio, Cancerlandia, Hustvedt anotó: “Es un país grande, incluso más grande de lo que pensaba. Aquí hay mucha gente de mediana edad y de edad avanzada, y sabemos que hay niños, pero no los vemos porque los cuidan en lugares separados. Mi marido y yo hemos visto a muchos jóvenes que se sientan con nosotros en las salas de espera. Sus rostros sin arrugas y sus cuerpos vigorosos a menudo no revelan ningún signo de enfermedad. A veces, una linda gorra cubre su calvicie, la única señal de que están enfermos”.

Sin embargo, Hustvedt comenta que el impulso creativo a Auster no se le ha apagado con el cáncer. De hecho, anunció que pronto vendrá un nuevo libro de su marido. “Paul ya tiene muchos años detrás de él, infancia, juventud y mediana edad, y ha entrado en la vejez. Ha escrito muchos libros. Otra novela que terminó mientras estaba enfermo, Baumgartner, se publicará en noviembre. Es un librito tierno y milagroso”.

Entre los días pesados de espera, salas de hospital, formularios y dolorosos tratamientos, Hustvedt rescató un pequeño episodio, que le trajo algo de luz al oscuro momento que viven. “El mes pasado, mientras esperábamos una cita y Paul se había ido a tomar té, una joven se le acercó porque lo reconoció. Dijo que su esposa es una gran lectora de su obra y que también había comenzado a leer algunos de sus libros. Ella le dijo que estaba en etapa IV. Ella dijo con una sonrisa: ‘Acabo de regresar de Italia. Estoy viviendo mi vida’. Luego dijo: ‘Estamos pensando en ti todo el tiempo. Dios lo bendiga’. Cuando volvió a sentarse a mi lado, había comenzado a llorar”.

“Puede ser tentador considerar a Cancerlandia como un país aburrido, triste y peligroso donde nadie vive realmente sino que sólo espera, una tierra de limbo de citas, pruebas, medicamentos, exploraciones e infusiones que hay que soportar hasta que el paciente es enviado al cielo de la vida. o el infierno de la muerte. Pero esto es un error. La joven dijo: ‘Estoy viviendo mi vida’”.

Lo que más sorprende a la autora de El verano sin hombres, es la resiliencia con que Auster se toma una enfermedad compleja. “Incondicional y sin quejas, con el humor intacto, ha hecho que este tiempo de su enfermedad, que ya dura casi un año, sea hermoso, no feo”.

Ha sobrellevado una serie de síntomas miserables tanto del cáncer como del tratamiento con una dignidad que me asombra. Ha dicho que a medida que avanza este juicio, ha pasado cada vez más tiempo ‘mirando hacia el abismo’ y me ha dicho que no tiene miedo de morir. Yo tengo miedo de morir, así que escuchar esto me hace sentir humilde. Juntos hemos sido testigos de respuestas muy diferentes en personas que conocemos ante enfermedades, rebeliones, arrepentimientos y pánicos posiblemente mortales. Sospecho que es imposible saber cómo reaccionará uno. Ciertamente no puedo predecir mi propia respuesta, ni culpo a nadie por la suya. Y, sin embargo, he sido testigo de una maravilla y estoy agradecido. También ha dicho que no desea ocultar su cáncer y me permite contar mi experiencia al respecto”.

“Una cosa se ha vuelto notoriamente evidente. La bondad nos ha sido importante a Paul y a mí, y no podemos ser los únicos que sentimos esto. La sonrisa de la recepcionista importa. El toque respetuoso del técnico mientras levanta el brazo del paciente y lo prepara para la aguja es importante. La enfermera y el médico que escuchan atentamente mientras habla el paciente, que le permiten contar su historia y explicar cómo se siente, son importantes. Lo más importante de todo son los familiares y amigos que envían notas, correos electrónicos y hacen llamadas. Es posible que estos actos no alteren el resultado de la enfermedad, pero son una parte crucial de vivirla”.

Los tiempos más recientes de Auster han sido difíciles. De hecho, ha tenido poca figuración pública. Una de sus últimas apariciones fue el 16 de junio del 2022, cuando se dejó ver en España, adonde viajó para recibir el título de doctor honoris causa de la Universidad Autónoma de Madrid.

Aunque sin duda, algo que impactó profundamente al autor de Ciudad de cristal, fueron las muertes de su hijo mayor, Daniel (fruto de su primer matrimonio, con la escritora Lydia Davis), a los 44 años, y de su nieta de solo 10 meses, Ruby. El primero feneció en abril del 2022, y hasta ahora, Auster no se ha referido públicamente al tema. Más aún, consultada por este medio en noviembre del 2022, en una visita a Chile, acerca de lo ocurrido y cómo se encontraba su marido, Hustvedt declinó hacer comentarios. Es que el hermetismo ha marcado a la pareja de escritores. Como sea, al parecer tratan de tomárselo desde un lado más luminoso.

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