Columna de Marisol García: Jorge Peña Hen, que se escuche
Vendrían con el tiempo más necesarios tributos a quien fuese primero encarcelado por el rumor -tan ridículo como malintencionado- de hacer a sus estudiantes esconder armas en los estuches de los instrumentos; y al fin fusilado y arrojado a una fosa común (de la que su familia tardaría veinticinco años en reclamarlo).
Cuando hace ocho años el académico Miguel Castillo Didier buscó un título para su biografía sobre Jorge Peña Hen (1928-1973) escogió cuatro conceptos: Músico, maestro y humanista mártir (Lom, 2015).
Su texto tenía entonces una cierta urgencia reivindicadora hacia la memoria de uno de los más relevantes formadores de músicos en toda la historia de Chile, divulgador constante que hacia 1964 concentró sus mejores fuerzas en darle forma, en la ciudad de La Serena, a la primera experiencia de orquesta infantil y juvenil vista nunca en Iberoamérica.
El último sustantivo de aquella presentación en portada era el justo para una vida truncada de manera horrorosa treinta y seis días después del Golpe de Estado. Consigna Castillo Didier: “Dice el poeta griego Nikos Kazantzakis: El injusto olvida, le gusta olvidar, pero el que sufrió la injusticia guarda insomne su recuerdo y otro bien no posee. Y en este caso, la terrible injusticia la sufrió el gran artista, la sufrió su familia, la sufrió la Universidad, la sufrió la cultura, la sufrió Chile. Y el recuerdo es protesta, pero también es homenaje, es reconocimiento y es gratitud…”.
Vendrían con el tiempo más necesarios tributos a quien fuese primero encarcelado por el rumor -tan ridículo como malintencionado- de hacer a sus estudiantes esconder armas en los estuches de los instrumentos; y al fin fusilado y arrojado a una fosa común (de la que su familia tardaría veinticinco años en reclamarlo): investigaciones de los periodistas Gabriel Canihuante (2017) y Patricia Politzer (Batuta rebelde, 2020); al menos tres documentales sobre su legado como formador (el más reciente es Creer para crear); y el valioso testimonio de su familia compartido hace diez años por un extenso reportaje en TVN (1973, el año que cambió nuestras vidas).
En estos días de conmemoración y memoria, Jorge Peña Hen es también lazo de cultura compartida en el saludo a su obra. El Coro y Orquesta de la Memoria incluirá en su presentación del 10 de septiembre en el Aula Magna de la USACh la pieza original que el músico anotó en prisión con fósforo quemado sobre una servilleta.
Lo categórica de la violencia de Estado a la que en estos días no debemos dejar de aludir hace de cada una de sus víctimas un universo en sí misma. La música chilena vuelve sobre las suyas en el triple ejercicio de la escucha en homenaje, la referencia inspiradora y la ineludible impugnación de los responsables de ese silenciamiento.
La descripción que sigue no es la de un periodista de investigación ni un abogado, sino la de un militar; en específico, la que el excomandante en jefe del Ejército Ricardo Martínez Menantau incluye en su nuevo libro, Un Ejército de todos: “… conocida hasta nuestros días como la ‘Caravana de la muerte’, dejó tras de sí la huella lacerante de ejecuciones masivas, decenas de individuos que fueran sacados de las cárceles, fusilados de manera sumaria, sin su derecho a un debido proceso […]; con un comportamiento altamente indisciplinado de sus integrantes. […] Las acciones del general Arellano fueron absolutamente reñidas con el honor militar. No respondió jamás de lo que sucedió bajo su mando, ganándose el repudio de los afectados y de toda la institución”. La brutalidad del acallamiento a un gran músico y educador es innegable. El reconocimiento a esa pérdida es, en cambio, una decisión.
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