A partir de su llegada a cines de Estados Unidos, a inicios de julio, la película Sonido de libertad (Sound of freedom) se transformó en uno de los fenómenos del año en los complejos de ese país. Es, según sus cifras actuales, la décima producción más millonaria de 2023 en Norteamérica, un listado en el que supera a títulos como Indiana Jones y el dial del destino y la séptima parte de Misión imposible.

El público acudió en masa a ver el drama centrado en Tim Ballard (Jim Caviezel), un agente especial del Departamento de Seguridad Nacional que se compromete en una arriesgada misión para salvar a víctimas del tráfico infantil.

Acorde a las expectativas, las salas chilenas iniciaron la preventa con un mes de anticipación a su estreno local, programado para el jueves 31 de agosto. Esa también fue la fecha escogida para el debut del filme en otros países de Latinoamérica, un territorio con el que el largometraje guarda una conexión especial, debido a que parte de su trama transcurre entre Colombia y Honduras, y a que algunos de sus principales realizadores son mexicanos.

A comienzos de la semana pasada, un par de días antes de su arribo al circuito nacional, surgió una noticia que fue recibida como un revés por el estudio y por su distribuidor en el país: se le otorgó una calificación para mayores de 18 años, según el dictamen del Consejo de Calificación Cinematográfica.

Esa es la calificación más alta que entrega el órgano –dependiente del Ministerio de Educación y compuesto por consejeros que se renuevan cada cuatro años–, la que usualmente queda reservada para películas con alto contenido sexual o de violencia. Por ejemplo, durante este año ese rótulo es el que se le ha endosado a títulos como la sexta entrega de la saga Scream, Beau tiene miedo y Winnie the Pooh: Miel y sangre.

Angel Studios, la firma detrás de Sonido de libertad, esperaba una certificación más baja, acorde con la que por ejemplo se le concedió en Estados Unidos, PG-13, que establece que “algunos materiales pueden ser inapropiados para niños menores de 13 años”, y que en este caso se le aplicó debido a que incluye “contenido temático que involucra tráfico sexual, violencia, lenguaje, referencias sexuales, algunas referencias a drogas y tabaquismo”. Según la información que difundió la compañía, en ningún otro lugar se le ha atribuido una disposición tan dura como en Chile.

Me parece muy triste y lamentable que Chile sea el único país del mundo con la calificación más restrictiva, ya que esto limita el acceso a audiencias más jóvenes que son justamente las que se ven afectadas por esta temática y que es el público donde se quiere crear conciencia”, planteó el productor Jaime Hernández.

La situación contrasta con lo que sucedió en el resto de Latinoamérica, donde fue calificada como apta para mayores de 15 años (Colombia), de 14 (Perú), de 13 (Argentina) y de 12 (México).

La industria chilena –que se rige bajo la Ley Nº19.846 de 2002– estipula que la rotulación para mayores de 18 años corresponde a “contenido pornográfico” o “excesivamente violento”. Y se traduce en que todo menor de edad entre los 14 y 18 años debe entrar acompañado de un adulto responsable a ver el filme a la sala.

Eso no impidió que debutara en el primer lugar en los cines comerciales del país, reuniendo a más de 74 mil espectadores entre jueves y domingo, y superando por un leve margen al documental La memoria infinita, de Maite Alberdi. Además, tal como en EE.UU., el largometraje tiene disponible la opción “comprar por adelantado” (pay-it-forward), que permite que cualquier persona le cancele la entrada a otro.

Según fuentes consultadas por Culto, tres consejeros fueron los encargados de analizar el caso de Sonido de libertad y, por dos preferencias contra una, se decidió aplicar la calificación más alta. El voto discordante señalaba que la calificación adecuada era para mayores de 14 años. Si bien su distribuidora podría haber apelado a la determinación del Consejo de Calificación Cinematográfica, dicho trámite habría demorado varios días, lo que habría implicado un cambio en su fecha de lanzamiento, agendada con semanas de antelación.

La cinta no ha estado ajena a las controversias. “Está diseñada para apelar a la conciencia de un boomer confuso por las conspiraciones”, argumentó Rolling Stone en su crítica, señalando que “la extrema derecha recurre a estas sórdidas fantasías sobre monstruos sin dios que lastiman a los niños”.

Aunque sus responsables han insistido en que no es una película política, Jim Caviezel y el verdadero Tim Ballard asistieron en julio pasado a una proyección organizada por Donald Trump, una de las figuras que ha apoyado con más entusiasmo el largometraje.

“Hay personas que están demasiado cercanas al filme y que están en política”, indicó a Variety el director Alejandro Monteverde, quien optó por no involucrarse en dicha actividad. “Tengo que mantener distancia”.

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