*La farsa y el uso del blanco y negro
En un año en que varios cineastas de renombre han apostado por mezclar el color y el blanco y negro en sus trabajos más recientes (Christopher Nolan, Wes Anderson, Yorgos Lanthimos), Pablo Larraín estrena su primera película filmada totalmente en blanco y negro. Además de que con ello se enfatiza que El Conde transcurre en una realidad paralela, el realizador ha mencionado que la elección se sustentó en que deseaba generar una distancia con su Augusto Pinochet vampiro (Jaime Vadell) y su entorno, un clan en decadencia al que aborda mediante un tono de farsa política al que llegó inspirado por Dr. Strangelove (1964).
Para ello, reclutó al estadounidense Edward Lachman, experimentado director de fotografía de títulos como Las vírgenes suicidas (1999) y Carol (2015), y encargó desde el extranjero una cámara Arri Alexa Monochrome que fue ajustada específicamente para su largometraje. Es esa decisión la que le otorga ese aspecto particular a su nueva cinta, que se rodó en 2022 en Valparaíso, Santiago, La Boca, Penquehue, la Patagonia y la Antártica Chilena.
*Dialogando con el terror
El Conde habita una vieja casona junto a su esposa (Gloria Münchmeyer) en el extremo sur de Chile. Está viejo, cansado y fuera de entrenamiento, pero aún tiene algo de energía para completar sus últimos asesinatos, lo que da pie a una seguidilla de violentas escenas que Larraín filma sin mayores tapujos. No cae en el morbo, pero cuando el personaje caza, podemos estar seguros que se derrama abundante sangre y los órganos se desparraman por todos lados.
Y también se despliega por los cielos del país que alguna vez sometió, evocando en el espectador algunos evidentes referentes cinematográficos. Según el propio director reconoce en las notas de producción de la cinta, el guión tenía inscrita la siguiente indicación: “Vemos al vampiro Pinochet volando sobre Santiago. Él es una mezcla entre Nosferatu, Batman y Superman”.
*La veteranía de Jaime Vadell
Tras sumar varios roles secundarios en su filmografía, Larraín contactó a Jaime Vadell para que encarnara el papel principal de la película. El veterano actor captura el abatimiento producido por su desprestigio público y las relaciones familiares, la nostalgia por un pasado que recuerda como glorioso, la brutalidad emanada de su origen vampírico y dictatorial, e incluso la lujuria de un amor que a esta altura de su vida ya no esperaba. Envuelto en un abrigo que le cubre hasta los tobillos (y prescindiendo de imitar el modo de hablar de Pinochet), le otorga la cuota exacta de oscuridad y humor negro a su interpretación.
*Una jueza con hábito
En El club (2015), quizás la mejor película de Larraín, el padre García (Marcelo Alonso) viaja a la costa para visitar una casa de curas apartados de la Iglesia católica. Se cita con cada uno de ellos en duros interrogatorios en que se destapan las circunstancias que gatillaron su confinamiento en ese pueblo: pedofilia, robos de recién nacidos y colaboración con los vejámenes cometidos en dictadura.
Larraín vuelve a usar el recurso en El Conde, aunque en un tono más directamente cómico. Carmencita (Paula Luchsinger) es una monja que llega a la casa de Pinochet mediante la gestión de una de sus hijas, con el propósito de que la ayude a ella y a sus hermanos a obtener el dinero que se les ha negado debido a la inmortalidad de su padre. Pero la religiosa tiene su propia agenda y decide entrevistar uno a uno a los diferentes integrantes de la familia, incluyendo a su mayordomo, Fyodor (Alfredo Castro), desnudando los secretos de las finanzas del clan. Una revelación acorde al mayor dolor de cabeza del patriarca: ser recordado como ladrón.
*La Revolución Francesa
El guión de Larraín y Guillermo Calderón le otorga un curioso origen al protagonista. Nació en Francia en el siglo XVIII, fue testigo de la muerte en la guillotina de María Antonieta y apeló a su carácter oportunista para escabullirse y evitar un destino fatal.
Consciente de que es el único momento de la película que debe resultar creíble a toda costa –a pesar del disparate inherente de la premisa–, el director filma esa secuencia ambientada Europa con gran solemnidad, en un tono que difiere del resto de la cinta. Es casi un corto en sí mismo, una obra que antecede a que el largometraje se instale definitivamente en la residencia de El Conde en el fin del mundo.
Ese desvío hacia la época del rey Luis XVI también puede atribuirse a la debilidad del cineasta por las grandes figuras de la historia. Es, después de todo, el mismo realizador que ha rodado singulares biopics en torno a Jacqueline Kennedy (Jackie) y Lady Di (Spencer), y que prepara un proyecto en torno Maria Callas con Angelina Jolie en el rol principal.