Sebastián Silva es un director de cine con pensamientos suicidas que se escapa a un balneario gay en México. Allí tiene un fortuito encuentro con Jordan Firstman, un influencer que le asegura que la noche anterior vio Crystal Fairy y el cactus mágico (2013), su película sobre el viaje de un turista estadounidense por el norte de Chile. “¡Michael Cera! ¡Gaby Hoffmann! ¡La vi! ¡Y ahora estás aquí!”, le dice, para luego, sin mayores preámbulos, invitarlo a trabajar en un proyecto audiovisual.
En una siguiente instancia, su entusiasta nuevo amigo le muestra en el celular su primer largometraje, La vida me mata (2007), en particular una escena que se asemeja a las circunstancias en que se conocieron más temprano.
Lo singular es que ambas situaciones están lejos de ser lo más desconcertante de Rotting in the sun, el nuevo filme de Sebastián Silva (Santiago, 1979), el director de cine real, el mismo que tras conectarse a Zoom prefiere mantener la cámara apagada porque su conexión de internet es débil.
“En este universo existen todas las películas que hizo Sebastián Silva, este cineasta frustrado, preocupado de cosas falsas”, indica a Culto, aunque luego ataja: “Hay citas a mí mismo, pero hasta ahí nomás. O sea, qué vergüenza. Imagínate seguir metiendo películas”.
Su trabajo más reciente –que debutó con elogios en el Festival de Sundance y llega a la plataforma Mubi este viernes 15– se basa en sus propias experiencias viviendo en Ciudad de México, donde se instaló en la pandemia tras residir durante varios años en Nueva York. Es una metacomedia sobre un director que se cruza con un inquieto influencer, hasta que un giro de la historia incrementa la relevancia de señora Vero, la empleada de la casa del protagonista. Un personaje a cargo de Catalina Saavedra, con quien trabajó en sus primeros tres cintas, incluida La nana (2009).
-¿Percibe a Vero como una especie de espejo de Raquel de La nana?
De alguna forma sí, pero también no. Sí por el contexto, porque es mi película, es la Cata Saavedra y de nuevo ella está en mi hogar. Pero en este caso es menos víctima o se trata menos de eso. En Rotting in the sun es bastante deshonesta, rara y torpe. Siento que ella es parte de la broma que estamos contando, más que una víctima.
-¿De inmediato pensó en Catalina Saavedra para que la interpretara?
Sí, aunque obviamente me dio un poco de miedo traer a una chilena para hacer a una señora de clase trabajadora mexicana. Una vez que hablamos y le conté de la película, quedamos en que, si le salía un acento cien por ciento perfecto, lo hacíamos. Y esta genia de la Cata, después de tres meses, ya hablaba perfecto. Hicimos unas pruebas y nadie se daba cuenta de que no era mexicana, entonces acordamos volver a trabajar juntos. Nos conocemos muy bien y tenemos visiones bastante parecidas, por lo que fue un privilegio tenerla; además, en una película con tantas personas que no eran actores, partiendo por mí mismo y Jordan Firstman. Creo que no hubiera sido posible sin ella.
-En esta película aborda las diferencias sociales de México. Debido a que ese no es su país, ¿en algún momento le despertó dudas acercarse a esa problemática?
Nunca pensé que la película pudiera existir sin ese comentario. Haber estado expuesto a esas diferencias fue la génesis del proyecto, aunque tampoco es algo tan nuevo. Hice La nana y soy un cuico de Chile, donde hay mucha injusticia social. Y en Nueva York también la hay. Pero siento que en Estados Unidos, e incluso en Chile, está un poco más escondida y la gente es un poco más hipócrita al respecto. (En México) al principio fue chocante ver la cantidad de gente pidiendo en la calle, desde niños hasta adultos. Algo que nunca había vivido. Y también observar que el trato hacia empleadas, meseros y personas que sirven era explícitamente degradante. Me parecía bueno hablar de eso, aunque nunca fue mi intención hacer una película que se tratara sólo de eso; siento que la película es una especie de oda misantrópica al mundo en general. Pero sacarlo hubiera sido rarísimo, porque la protagonista es un poco la señora Vero.
-Sin demonizarlas, la cinta muestra cuán alienantes pueden ser las redes sociales. ¿Por qué se interesó en ese tema?
La película trata todos estos temas muy actuales y nocivos, como las injusticias sociales y la desesperación por atención, cariño y validación detrás de las redes sociales. Además, la relación escapista con las drogas; una relación escapista y un poco destructiva con el sexo; el abuso de poder; el vacío y sufrimiento artificial que atraviesa el personaje de Sebastián. Es una lista que se relaciona con cosas podridas de la sociedad. Y fue increíble tener a Jordan Firstman, aunque al principio el plan no era que este personaje fuera un influencer gay, ni que tuviera tanto sexo.
-Las redes sociales suelen ser terreno fértil para la impulsividad. ¿Los comentarios que expresó contra su hermano Luis Silva (N. de la R.: en mayo pasado, lo llamó “peligro nacional” tras ser electo consejero constituyente) fueron motivados por un impulso o por algo más meditado?
La verdad es que fue impulsivo, pero también fue una reacción política. Desde muy, muy jóvenes hemos sido bastante opuestos, filosófica y políticamente, desde que a él le gustaba ir a misa y a mí me cargaba; ese es el ejemplo más claro de cómo se desarrolló esa distancia. Sí es un hermano con el que claramente tengo cosas irresueltas, pero al mismo tiempo es un enemigo político, al igual que Kast, o al igual que Ron DeSantis en Florida o Trump. Son corrientes con las que estoy demasiado en desacuerdo y voy a tratar de hundir a ese tipo de políticos. Como este político es mi hermano, yo sabía que mi post iba a tener un impacto más fuerte que si dijera que Kast es un peligro nacional, que pasaría inadvertido, porque es lo que la gente espera de mí.
Y cierra: “No sé si lo haría de nuevo de la forma en que lo hice (…) Pero no me arrepiento y siento que por lo menos dio un contexto”.