Los Jaivas iban tras el triunfo mayor.
Luego de consolidar su popularidad, en 1973, con Todos juntos y Mira niñita, por lejos los mayores himnos de su historia, la banda se alistaba para partir a Argentina y graduarse como el primer grupo de rock local capaz de conquistar con autoridad otros mercados.
“Entonces había que hacer una despedida como corresponde. Argentina era sólo la partida”, completa Mario Mutis, fundador del conjunto, al recordar un adiós que nunca fue: como previa a lo que se convertiría en una de las más trascendentes aventuras artísticas de su carrera, la banda tenía pactado un espectáculo estelar para el 14 de septiembre de 1973, en el Teatro Municipal, justo tres días después del Golpe de estado.
No sólo era el concierto que reportaría un cisma en la vida de los viñamarinos; también era una victoria para un circuito rockero que veía como una de sus crías insignes, dueños de la mejor fusión y vanguardia facturada por esos años en el país, debutaba en un escenario reservado para los sonidos de etiqueta. Y con el paso de los años, se convirtió en algo más: el recital que Los Jaivas nunca hicieron y para el que debieron esperar 40 años. Recién pudieron tocar en el reducto capitalino en dos funciones a mediados de 2013.
Mutis sigue: “Esa vez también teníamos todas las entradas vendidas. Había muchos afiches en la radio, publicidad en el circuito por donde nos movíamos y una sensación de que habíamos alcanzado otra etapa en nuestra evolución”.
Un cambio de piel que se incubó en agosto de 1973, cuando, como una suerte de preludio, se presentaron en otro Teatro Municipal, el de Viña del Mar, junto a 27 músicos de la Orquesta Sinfónica Regional que comandaba el reputado director Belfort Ruz. El evento fue un suceso.
Los Jaivas interpretaron en clave orquestal Los caminos que se abren y Corre que te pillo, con partituras escritas por ellos mismos en papeles de varios metros, y con dibujos de pájaros y plantas para reforzar el sonido de ciertos pasajes.
Como se trataba de un montaje poco habitual, que involucraba cirugía profunda en su sonido, el entonces quinteto decidió programar extensos ensayos para la cita en la capital. Uno de ellos fue fechado para las 9 de la mañana del 11 de septiembre.
“Estábamos en Viña duchándonos y tomando desayuno para ir a Santiago en bus. De pronto, empezamos a oír por radio lo que pasaba. Escuchamos a Allende, vimos las noticias en televisión y supimos que no había opción alguna de ensayar. Nos quedamos encerrados en la casa”, relata Mutis.
Los preparativos fueron cancelados y el grupo se lo debió comunicar a los músicos que los secundarían, contingente integrado por instrumentistas de orquestas capitalinas y, casi como una particular coincidencia, por integrantes de las Fuerzas Armadas, los que se encargarían de los bronces.
¿Otra sutileza del destino? La banda igual partió a Argentina a fines de septiembre, pero con el objetivo de refugiarse de la persecución política y para iniciar un nuevo destino que luego remataría en Europa. Sería otro capítulo de la mayor banda de rock de nuestra historia.