“Parte de la noche siguiente aún debí de pasarla allí tirado. Tenía la oreja izquierda pegada al suelo con sangre, la boca también. Y entre las dos, un ruido inmenso. Me dormí en el ruido y luego llovió, una lluvia muy densa. Keruzon, a mi lado, estaba tendido pesadamente bajo el agua”. Son las primeras líneas de Guerra, del escritor francés Louis-Ferdinand Céline, una novela que debió ser publicada en la década de 1940, sin embargo, aparece 62 años después de la muerte del autor, en julio de 1961. A Chile acaba de llegar de manos de la editorial Anagrama.
El 16 de julio de 1934, Louis-Ferdinand Céline le escribió su editor, Robert Denoël, cuando ya tenía en mente la novela: “He decidido editar Muerte a crédito, primer libro. El año próximo Infancia, Guerra, Londres”. Guerra es en parte ficción y parte memoria, ya que narra algo que a él efectivamente le ocurrió, fue herido en la Primera Guerra Mundial, cuando servía en el Ejército francés como cabo. La herida la recibió en Ypres, Bélgica, y le dejó un brazo dañado, una bala cerca del oído que lo dejó tanto con dolor de cabeza como con un zumbido permanente.
Luego, caminando como un zombie, el cabo Ferdinand -el alter ego de Céline- busca ayuda y es recogido por un soldado británico, quien lo lleva a un hospital. Ahí Ferdinand se despierta y comienza poco a poco a retomar su vida. Incluso, fue condecorado por el ejército francés en su condición de suboficial héroe. “El cabo Ferdinand ha recibido una mención honorífica en el orden del día del ejército por haber intentado, en solitario, despejarle el camino a un convoy. En el momento en que dicho convoy, sorprendido por la artillería y la caballería enemigas, se encontraba rodeado, el cabo Ferdinand cargó tres veces en solitario contra un grupo de lanceros bávaros y consiguió así, gracias a su heroísmo, cubrir la retirada de trescientos [tullidos] del convoy. El cabo Ferdinand resultó herido en el curso de su hazaña”. Aunque como él señala, su actuación no fue tan valerosa ni brava.
Guerra mantiene la misma escritura directa y brutal de Viaje al final de la noche. Y tal como le sucedió a él, Ferdinand conoce a una mujer, Angéle, una prostituta que tras enredarse con un oficial inglés, consigue que este los lleve a ambos a Londres. Ahí termina la novela.
Una novela perdida
Guerra estuvo perdida hasta ahora. Formaba parte de los papeles que el escritor tenía en su casa, en París, cuando debió huir intempestivamente a fines de la Segunda Guerra Mundial, pues había sido colaboracionsta de los nazis durante la ocupación germana.
“La reaparición de este texto y de otros manuscritos inéditos, todos ellos robados en el piso de Céline en la época de la liberación de París, ha hecho correr mucha tinta -comenta François Gibault en el prólogo-. Han sido restituidos a los herederos de Lucette Almansor, viuda y única heredera de Céline, su legítima propietaria, si bien quien los poseía en esos momentos se había comprometido, al menos eso es lo que declaró a los investigadores, a no devolvérselos, lo que constituye la prueba de que sabía que la viuda era la legítima propietaria”.
“A todo esto conviene añadir que desde su prisión danesa, Céline se quejó del robo de muchos de sus manuscritos, la lista de los cuales se corresponde con los que hoy se encuentran en manos de sus herederos”. Es decir, Céline siempre estuvo consciente de la existencia de la novela, pero nunca tuvo oportunidad de volver a trabajarla y publicarla.
Al leerla, se nota que estamos ante un texto “en bruto”, casi sin editar; incluso hay un personaje al que se le cambia el nombre en medio de la trama. “En el caso de Guerra, el manuscrito denota una escritura rápida, sin duda una primera tentativa, con muchas palabras que han debido ser descifradas no sin dificultad y algunas otras, por suerte pocas, que han permanecido ilegibles. El manuscrito de Viaje al fin de la noche, que fue vendido en subasta en el Hôtel Drouot el 15 de mayo de 2001, y adquirido mediante el derecho de retracto por la Bibliothèque Nationale de France, está escrito de manera mucho más legible y ordenada que el de Guerra. Pero este era el último estadio del libro, copiado por el propio Céline, destinado a su secretaria de la época, Jeanne Carayon, encargada de mecanografiar el ejemplar destinado a las editoriales”, comenta Gibault.
La edición corrió por cuenta de Pascal Fouché, quien debió realizar un trabajo milimétrico. “La transcripción de Guerra se ha hecho a partir de un manuscrito de primera intención, el único conocido, que presenta numerosas enmiendas y tachaduras, y algunas de cuyas páginas han sido objeto de correcciones. El texto presentado aquí restituye el último estadio de redacción, excepto en unos pocos casos en los que una corrección ilegible se ha reemplazado por la versión precedente”.
“Se han introducido unas mínimas correcciones ortográficas cuando, de manera visible, no se trataba de una falta deliberada por parte del autor; por ejemplo, la confusión entre el futuro y el condicional simple que se produce en numerosas ocasiones. Por norma general, las abreviaciones, frecuentes y recurrentes en Céline, han sido desarrolladas. Algunas palabras, visiblemente suprimidas por error, han sido incorporadas para una mejor comprensión del texto. Del mismo modo, cuando un término ha sido, al parecer, involuntariamente omitido, se ha introducido entre corchetes”.