Tras concluir su labor en Rogue One (2016), Gareth Edwards buscaba un tiempo de desconexión, un período lejos de los rodajes y el trabajo bajo presión. Persiguiendo ese necesario descanso, organizó un viaje por la carretera junto a su novia con destino a Iowa, donde viven sus suegros.
El director inglés (Warwickshire, 1975) recuerda que durante ese recorrido por Estados Unidos estaba escuchando música de películas y mirando el frondoso y verde paisaje, cuando se detuvo en una imagen que le despertó una singular obsesión: una fábrica con un logo que identificó como japonés.
“Me pregunté qué realizaban allí. Como me gusta la ciencia ficción, tuve una pequeña fantasía con que se dedicaban a hacer robots. Y luego pensé: imagina ser un robot hecho en una fábrica y luego, por alguna razón, terminar en el exterior, por primera vez, observando lo que te rodea, el pasto y el cielo. ¿Qué pensarías? Me pareció que ese era un momento realmente interesante para un filme”, explica a Culto.
Antes de llegar al hogar de los padres de su pareja, Edwards ya tenía gran parte de la película en su cabeza, un largometraje de ciencia ficción que se ambienta en el futuro cercano y donde confluyen varias de sus influencias, desde su fascinación por las cintas de guerra (Apocalipsis ahora es un título indispensable) hasta la espiritualidad de Oriente. El concepto se originó mientras estaba en contacto con el mundo exterior y, a la inversa de otras producciones del género, se rodó mayoritariamente en múltiples locaciones reales, ubicadas en países como Tailandia, Vietnam, Japón, Indonesia, Camboya y Nepal (además de estudios en Reino Unido y EE.UU.).
Con fecha de estreno en cines chilenos para este jueves 28, Resistencia tiene como protagonista a Joshua (John David Washington), un exmilitar reclutado para hallar y matar al Creador, el artífice detrás de la inteligencia articial que ha dado forma a un arma que podría acabar con la guerra que sostienen las dos facciones del planeta. El vuelco –y esto no es un spoiler, porque se incorpora en los adelantos– reside en que descubre que el objetivo que debe destruir es una niña de seis años (Madeleine Yuna Voyles).
“Me gusta la idea de que tenga eco y se refleje en el mundo todo lo que el personaje principal siente o debe enfrentar. El gran dilema para John David, quien interpreta al héroe de este filme, consiste en decidir si esta IA es real o no, si debería matar a esta niña para salvar el mundo, por lo que yo quería un mundo que tuviera la misma discusión. ¿Es real? ¿Debería ser destruida?”, apunta. “También quería tener una guerra, porque me gustan las películas de guerra. La idea de una película de guerra con robots era demasiado atractiva como para no hacerla”.
El personaje de Washington se plantea esas preguntas en medio de una misión por Nueva Asia, zona de combate en que se expresa la diferencia entre dos visiones en torno a la inteligencia artificial: mientras Occidente la prohibió tras sufrir un evento traumático, Oriente ha continuado su desarrollo a paso firme y ha creado máquinas con apariencia humana que son tratadas como iguales.
“Si bien es un tipo de idea simplista, era el concepto más claro para el filme, donde existe una discrepancia fundamental entre un lado del mundo y el otro. Probé muchas ideas diferentes, pero eventualmente lo que parecía correcto era Oriente y Occidente”, señala el cineasta de Godzilla (2014), quien reconoce que una de las alternativas que consideró implicaba de manera más directa a Sudamérica.
Según Edwards, originalmente la inclusión de la IA en el guión tenía como fin proponer una metáfora sobre percibir al otro como un enemigo y la polarización de las sociedades. Sin embargo, los últimos hitos en torno a esta tecnología le han otorgado a la cinta una urgencia que recién está asimilando.
“Quién sabe hacia dónde irá esto, pero en este momento, según la información que tenemos disponible, parece que será una herramienta increíble que causará más cosas buenas que malas. Ya nos ha ocurrido antes”, indica. “Existen todas estas ideas preconcebidas sobre que viene algo nuevo y arruinará el mundo en el que crecimos. Pero, en realidad, termina siendo algo bueno. Creo que la IA, con un poco de suerte, será una de ellas”.
En caso contrario –dice a modo de broma–, haber filmado Resistencia le podría jugar a favor. “Cuando comience el apocalipsis de los robots y la IA se apodere del mundo, me salvaré, porque los entiendo e hice una película sobre ellos. Me dejarán en paz. Me permitirán vivir.”.
Luego regresa a un análisis más serio y proyecta el futuro que le podría esperar a la humanidad. “Es difícil saber en qué momento rechazaríamos a la IA. Qué tan grave tendría que volverse la situación para concluir que ya no vale la pena. Como especie, no somos muy buenos para advertir un problema y, como grupo, hacer algo al respecto. De forma individual, todos son muy inteligentes y preocupados, pero como colectivo tendemos a llegar al borde del abismo antes de realizar un cambio”.