Una búha va narrando una historia. No es una fábula, sino algo mucho más crudo. Acomodada en un árbol, relata la cuenta regresiva para un grupo de familias, que acaban de enterarse de que serán despojadas de sus hogares en una cuadra, en una ciudad latinoamericana cualquiera.
Entre las casas de la cuadra, hay un monasterio con unas monjas que la comunidad conoce y que al parecer algo tienen que ver con los trágicos sucesos que están por venir. Así comienza la trama argumental de Falla humana, la flamante novela de la escritora chilena Diamela Eltit. Esta marca su retorno a la narrativa tras Sumar (2018), publicada el mismo año en que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, siendo la última mujer en obtenerlo.
Nombre angular de las letras nacionales, Premio Iberoamericano de letras José Donoso (2010), Premio Carlos Fuentes (2021), Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (2021) y referente obligada para otras escritoras (como Lina Meruane o Alejandra Costamagna), Eltit comenta con Culto cómo se originó esta historia. “En mi caso, existe un conjunto de imágenes de las que no consigo desprenderme. En general le doy vueltas y revueltas a la escritura y cómo emprender una ruta lenta por la letra. La verdad es que lo que me movilizó fue la escritura de una novela más bien utópica, su logro y su fracaso. Quiero decir, una utopía en torno a la ruptura de los parámetros de los poderes, siempre los mismos, que arrastran los siglos”.
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Fue un proceso lento. Las novelas en mi caso tienen su tiempo cruzado por una invasora incertidumbre, la sensación que no, que no. Entonces hay que repensar, pero las escritoras y los escritores sabemos que la producción literaria une fuga hacia otro tiempo, trabajo y goce. Lo central para mí es establecer desde la estética, una determinada poética
- ¿Qué lecturas revisitó mientras escribía Falla humana?
- En realidad no recuerdo relecturas, en general hay textos que ya están impresos de manera fragmentaria en mi memoria y forman parte de una -digamos- ciudad literaria que almaceno. Pero leí, claro que sí, el libro El despojo de la Villa San Luis en las Condes, de las periodistas Francisca Allende y Scarlett Olive.
- Esta novela narra el desalojo de una población, de alguna manera se emparenta con su novela Fuerzas especiales. ¿Lo ve así?
- Seguramente hay parentescos, no puede ser de otra manera porque existe un imaginario que me excede y que transita por ciertos espacios que podrían apuntar a lo otro de lo mismo. Es lo mismo y es otro. Pero la verdad es que no se trata de planes extraliterarios, no, cada novela tiene su propio dilema, su casa, su tiempo y su página. Planificar lo literario resultaría deprimente para mí. Eso sí que no.
- Llama la atención que varios de los personajes (las monjas, por ejemplo) terminan convertidos en animales, y la narradora es una búha. ¿Por qué esta decisión?
- Sí, efectivamente, fue asombroso, no lo había pensado, sencillamente ocurrió y fue proliferando y claro cuando llegó la Búha (volando), le otorgó sentido a lo que estaba haciendo, no lo había pensado en absoluto, fue intempestivo.
- Está la presencia de un monasterio. ¿Por qué le interesó ese nexo Iglesia-población?
- Apareció un monasterio, lo dejé, pero la verdad es que pienso que muchas veces Dios desaparece de la faz de la tierra y abandona a los que más lo necesitan.
- No sitúa geográficamente la población de la novela, vale decir, podría ser cualquier ciudad latinoamericana. ¿Discrepa de García Márquez cuando planteaba que la literatura parte desde lo particular y se proyecta hacia lo universal?
- Nunca me he planteado una novela mundial, más bien pequeños espacios, tiene razón García Márquez, en general más que Chile con mayúsculas, me interesan los barrios, la cuadra. Yo soy de barrio, de pisadas, de ventanas.
- Este mes tuvimos la efeméride de los 50 años del Golpe, ¿cuál es su reflexión al respecto?
- Han sido muy impactantes los 50 años, pero también es importante saber qué entienden por democracia los partidos que apoyan golpes de Estado. Por otra parte, pensé que era necesario que la Constitución que se escribe hubiese relevado no la cueca a secas, sino que la “cueca sola”. Eso habría sido un gesto nacional más que necesario.
- Se ha hablado de la “Literatura de los hijos” como una etiqueta para las escrituras que han tocado la dictadura mirada desde la infancia. ¿Considera que es una categoría adecuada?
- Pienso que si las categorías están bien fundamentadas, pues son válidas.