Las series sobre adolescentes se sostienen en las dinámicas entre sus personajes y en las temáticas, pero igualmente importante es el espacio que reúne a los protagonistas. En una decisión que no ha generado consenso –pero que era inevitable tras el fin del tercer ciclo–, la cuarta y última temporada de Sex education comienza lejos de Moordale, la rígida escuela en que Otis (Asa Butterfield) empieza a entregar consejos sexuales a sus compañeros.
Junto a Eric (Ncuti Gatwa), Aimee (Aimee Lou Wood), Ruby (Mimi Keene) y otros estudiantes ahora asisten a Cavendish, una institución que es la antítesis de su anterior colegio.
“Sabíamos que queríamos llevar a nuestros personajes a un nuevo entorno y crear un espacio y una institución que fuera muy distinta a Moordale. Moordale tenía sus propias iniciativas progres, pero su manera de abordarlas era un tanto caótica. En cambio, Cavendish es una escuela que ha optimizado sus valores de inclusión e igualdad”, explica Laurie Nunn, creadora de la ficción de Netflix, en una entrevista genérica cedida a este medio.
En ese nuevo contexto, Ruby observa con curiosidad al grupo de chicas populares, Aimee se inscribe en un taller de arte y Eric se desiste a volver a pasar desapercibido. Por su parte, Adam (Connor Swindells) abandona sus estudios, pero progresivamente se acerca a su padre, el Sr. Groff (Alistair Petrie), y la doctora Jean Milburn (Gillian Anderson) busca nuevas alternativas profesionales mientras lidia con la maternidad.
Otis aún está asimilando sus nuevas experiencias cuando se encuentra con un gran problema al intentar montar su clínica: esos servicios ya los presta O (Thaddea Graham), una compañera que tiene un amplio grupo de jóvenes interesados en sus conocimientos en la vida sexual.
Esos cambios remecen la relación entre Eric y Otis, casi siempre inseparables a lo largo de la serie. “Es curioso, porque Sex education se centra en esta incertidumbre del destino amoroso de Otis y Maeve, pero, para mí, la parte central de la serie siempre ha sido la historia de amor entre dos amigos, ese siempre ha sido mi norte. Cuando escribo la serie, siempre vuelvo a ese punto. Si a veces pierdo el rumbo, siempre llego a la amistad de Otis y Eric y a lo que pasa con ellos”, advierte Nunn.
En un costado de la trama que tiene su propio desarrollo, Maeve (Emma Mackey) se encuentra estudiando en Estados Unidos y cuenta entre sus profesores con un reconocido escritor (Dan Levy). En palabras de la creadora, “esta temporada quise mostrar un poco más su vulnerabilidad y explorar las cargas que está asumiendo como joven adulta, que los jóvenes a su alrededor sencillamente no pueden entender”.
The Playlist cuestionó que pronto el eje de la temporada deje de ser la labor de Otis y vuelque su atención al triángulo amoroso que el protagonista conforma con Maeve y Ruby. “La tensión sobre con quién terminará es el clímax de demasiados episodios de esta temporada. Y en el proceso, Nunn y sus escritores relegan a un costado a varios personajes, viejos y nuevos”, planteó, asegurando que “olvida el foco inicial”.
“Los guiones de Sex education solían ser veloces y divertidos. Ahora todo el mundo es serio, ofrece lecciones de vida en todo momento y te hace añorar los días en que el humor todavía era una parte honrada de la condición humana”, opinó The Guardian.
Otros críticos quedaron más conformes con el resultado. “La temporada cuatro no siempre fue lo que quería que fuera, pero el final de la serie sí lo fue. Me devolvió esos pequeños y tontos momentos. Me hizo recordar por qué estos niños eran tan entrañables en primer lugar y por qué me encantó ver esta serie durante tantos años mientras crecía junto a estos personajes”, argumentó Paste Magazine.
Mientras el adiós despierta opiniones dispares, Laurie Nunn tiene claras sus ideas en torno al legado de la ficción. “Quería hacer la serie que me hubiese gustado ver cuando era adolescente”, asegura. “Esa es la historia que quería escribir, así que espero que todas las personas puedan llevarse un poco de eso. Creo que el tema central es la amistad”.