Muchos chilenos y chilenas no lo supieron, pero los nombres de Henry Hecksher y David Phillips estuvieron muy ligados a la historia del país. Ambos, estadounidenses, agentes de la CIA (Agencia Central de Inteligencia, por sus siglas en inglés), se movieron frenéticamente durante los tensos días que transcurrieron entre la noche del 4 de septiembre de 1970, cuando Salvador Allende obtuvo la primera mayoría en las elecciones presidenciales, y el 24 de octubre, día en que su elección debía ser ratificada por el Congreso Pleno.
Bajo la orden expresa del Presidente de los Estados Unidos, el republicano Richard Nixon, la CIA encargó a ambos hombres la idea de generar un golpe de Estado que impidiera el ascenso de Allende al poder. El motivo es obvio. Tras la experiencia de la Revolución Cubana, el gigante del norte no estaba dispuesto a permitir otro país bajo la órbita socialista, menos en su propia esfera de influencia.
Sin embargo, algo pasó. Hecksher se negó a suscribir ese plan, no porque simpatizara con la izquierda, sino por considerarlo intrincado y con pocas probabilidades de éxito. Ello le valió ser desvinculado de la CIA y Phillips debió seguir adelante con el plan, que fue el que terminó con el asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, el 22 de octubre de 1970, y que no logró impedir la ratificación de Allende.
Esta historia es la que rescata el periodista chileno Carlos Basso, en su flamante libro Fantasmas de la CIA, publicado a través del sello Aguilar y que ya se encuentra en librerías. “Llevo más de 10 años conviviendo con los personajes centrales de este libro, Henry Hecksher y David Phillips, que ya han aparecido en tres libros míos anteriores, y a raíz de la última desclasificación de documentos que se efectuó en el marco del caso de John Kennedy, aparecieron varios informes que me permitieron cuadrar el círculo, sobre todo en el caso de Phillips, respecto de detalles que no conocía”, comenta Basso a Culto.
“Fue ahí cuando se me ocurrió escribir un libro contando la vida de ambos y su incidencia en lo que ha sido el Chile moderno, pero también en Guatemala, México, Cuba y, por supuesto, Estados Unidos. En algún momento se me ocurrió que podía ser una gran historia para ser llevada a la televisión, pero no encontré a nadie interesado en hacerla, ni en clave de no ficción ni como ficción, así es que la escribí tratando de reflejar la tragedia shakesperiana que a mi juicio hay detrás de ellos, especialmente detrás de ese enorme personaje que fue Henry Hecksher”.
-¿Cómo llegaste a la historia del agente Henry Hecksher?
-Supe de él hace unos 11 años, cuando estaba escribiendo La CIA en Chile y, para mi sorpresa, empecé a encontrar documentos en los cuales aparecía un agente de la CIA que se opuso al golpe de Estado planificado desde Washington para evitar que Allende asumiera la presidencia en 1970, lo que culminó en un absurdo plan cuyo único efecto concreto fue el magnicidio del general René Schneider. Aunque se trata de documentos censurados, en algunos de ellos aparecían sus iniciales y finalmente encontré algunos en los que estaba su nombre. Luego de eso empecé a buscar más información acerca de él y me di cuenta que estaba frente a un personaje enorme, trágico y que terminó su vida de la peor forma posible, por haberse opuesto a lo que consideraba que era una locura, algo que, como él mismo vaticinó, terminaría en un baño de sangre.
-¿Cómo fue el trabajo documental que te permitió dar con el intento de golpe contra Allende de 1970?
-Dichos antecedentes están contenidos en cerca de mil documentos desclasificados de la CIA que forman parte de la colección de 22 mil papers que Estados Unidos desclasificó en 1999 y que se ha ido incrementando lentamente, tan lento que la última desclasificación constó de solo dos documentos, algo bastante exótico, por decirlo de algún modo. Como sea, son documentos muy valiosos y hay que agradecer en ese sentido la tradición de libertad de acceso a la información que tiene EEUU, pues todos esos documentos son públicos y cualquier persona que tenga acceso a internet puede acceder a ellos.
-¿Qué cosas te sorprendieron de la investigación?
-Quizá lo más sorprendente de todo es el giro que tiene ese gran personaje que es Hecksher, al final de su vida. Sus amigos lo calificaban como un derechista extremo, alguien que había participado en el golpe en Guatemala, en los intentos por matar a Fidel Castro, en Bahía de Cochinos, etc., pero que siendo jefe de la CIA en Santiago, se rebela ante instrucciones que él incluso califica de “tontas”, a tal punto que lo terminan marginando de la operación para secuestrar al general Schneider, luego de lo cual lo dan de baja y lo acusan de ser “socialista”. Incluso, cuando el famoso agente Ted Shackley llega desde oriente a hacerse cargo de la División Hemisferio Occidental de la CIA, en 1972, pregunta por qué hay un socialista gobernando Chile y le responden “ah, eso es culpa de Hecksher”. Fue tan satanizado que incluso su nombre quedó prohibido, pero a mí no me cabe dudas de que, al menos en lo relativo a Chile debe haberse ido a la tumba con la tranquilidad de que siguió los dictados de su conciencia.
-¿Qué fue lo más complejo?
-Hacer un trabajo de este tipo es una especie de puzzle. Hay muchos documentos censurados, muchas siglas, muchos conceptos muy complejos de entender y, por ende, entender los procesos que se describen implica mucha paciencia y un esfuerzo por encajar las piezas que toma años.
-Planteas que la CIA no tuvo tanto que ver con el golpe de 1973, a diferencia de la Inteligencia de la Defensa de Estados Unidos. ¿Por qué crees que en el imaginario está muy presente la idea de la CIA como instigadora de golpe?
-Mi teoría es que hay una confusión, porque la CIA no solo instigó un golpe de Estado en Chile, sino que lo planificó, lo financió en su totalidad e incluso proveyó las armas utilizadas por los conspiradores, pero ese fue el golpe de 1970. Eso es un hecho, pero en 1973 el papel de la CIA fue mucho más acotado y hasta donde conocemos hoy no tuvo un papel operativo el 11 de septiembre. Sin embargo, también es un hecho que desde 1970 hasta 1973 financió diarios, propaganda radial, partidos políticos y también al movimiento de los camioneros, entre otros, por lo cual también es difícil decir que no tuvo un papel importante.
-Entonces, ¿cuál fue el rol de la CIA en el golpe de 1973?
-Hay un papel que viene desde antes, un proceso de canalización de fondos que -ojo- no es muy distinto del proceso de la KGB, que a su vez financiaba al Partido Comunista. La diferencia, sin embargo, está en las cifras, pues las cantidades eran menores. Ahora bien, el rol de la CIA en el golpe no fue operativo (e insisto en que eso es lo que sabemos hasta ahora, dado que todavía quedan muchos documentos por desclasificar, pero mañana quizá aparezcan evidencias en sentido contrario), pero además de canalizar fondos hacia la oposición a Allende, también, sin lugar a dudas, aportó con información a sus pares de las agencias de inteligencia de las FFAA, pues la CIA tenía al menos 70 informantes situados en todos los partidos políticos (desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda) y manejaba información muy detallada.
-¿Tenía la CIA información sobre Pinochet?
-Por supuesto. Manejaban muchos detalles de él y ya en 1969 lo ubican como un general golpista, a raíz de su cercanía con el general Roberto Viaux, pero el documento más relevante, a mi gusto, es el que generaron en junio de 1972, luego de una conversación informal de un agente de la CIA con Pinochet en Ciudad de México.
En dicho diálogo, según quedó estampado en el reporte de la CIA, Pinochet les confesó que “Allende debe ser forzado a renunciar o ser eliminado”. Si te fijas, eso fue lo que hizo el 11 de septiembre: primero le pidieron la renuncia a Allende y luego, como lo revelan los audios radiales de esa jornada, deciden ofrecerle un avión con el fin de sacarlo de Chile, tras lo cual Pinochet agrega “pero el avión se cae”.