Rechonchos y coloridos, ágiles e inquietos. El sietecolores es una simpática ave sudamericana que habita en gran parte de nuestro país, desde Atacama hasta Aysén, incluso con algunos avistamientos registrados en las Torres del Paine. En las próximas semanas, el pajarito será protagonista de los Juegos Panamericanos como la mascota oficial de la cita que reúne a los mejores deportistas del continente. Pero su presencia no solo se limita al evento, sino que también permeará el legado de Santiago 2023.
El 14 de septiembre se inauguró la Villa Olímpica que recibirá a los atletas durante su estadía en Chile. Un complejo habitacional ubicado en Cerrillos, frente a la estación del metro Cerrillos. Al ingresar, una estructura monumental destaca entre los edificios. Se trata de una escultura de veinte metros hecha a pulso por el artista y Premio Nacional de Artes Plásticas 2021 Francisco Gazitúa, y que reproduce una pluma del sietecolores con elegancia y vitalidad.
“Con esta escultura me demoré un año, trabajando con tres soldadores en mi taller, en la punta de un cerro en Pirque”, cuenta el escultor a Culto sobre el proceso de la obra. “Eso es muy bonito, porque está hecho entero a mano. No hay maestranza. Primero hice la maqueta y luego una maqueta media. La primera fue de un metro y la segunda de cuatro metros, ahí comenzó el trabajo de aplicar los 7 colores. Ese el proceso para hacer una escultura pública, siempre ha sido así”, explica el destacado artista chileno, cuyas obras se encuentran repartidas por diversas ciudades del mundo.
Sobre las técnicas, el artista explica que “son de acero forjado y soldadura, con pinturas especiales, muy resistentes. La pintura también es muy importante, porque este es un trabajo a dos bandas. Uno es el color, que lo hace Ángela Leible, que es una gran artista visual, y la otra es la parte forma que la hago yo como escultor. Ángela y yo somos coautores de la escultura”.
La invitación surgió desde las empresas que ganaron el concurso público para la construcción de la villa (Mena & Ovalle y GDI, en conjunto a las oficinas de Arquitectura FIA y Mobil Arquitectos), y Gazitúa aceptó feliz. Además de convivir con los deportistas, la escultura también será un regalo para quienes habiten el complejo cuando éste se transforme en viviendas sociales. Algo que reafirma el leitmotiv que durante más de 50 años ha regido la carrera del artista: “la escultura está en la calle o no está”.
“Hay que tener museos para que se conserven las cosas, pero la escultura siempre ha estado en la calle. Las primeras esculturas de América, hace 20 mil años, cuando pasaron nuestros ancestros por el estrecho de Bering, fueron cuatro piedras que uno de estos caminantes maravillosos pone en el camino. Antes no había habido ni poesía, nada. No había atravesado el hombre. La escultura es la primera avanzada en un golpe cultural, en el espacio público. Cuando este primer habitante de América pone esas cuatro piedras comienza la cultura en América. Después viene la poesía, la música, la arquitectura. Cuando yo hablo de la calle, hablo del espacio público. Lo público como el espacio por antonomasia de la escultura. Y esa ha sido siempre mi idea”, reflexiona Gazitúa.
Una obra sobre el espíritu chileno
Para el escultor, el sietecolores fue un tremendo referente. “Me encantó. Esta es, como digo yo, la más pequeña y a la vez la más hermosa de las aves de Chile. Y que además habita en los pajonales, los famosos humedales que todos los ecologistas en Chile defendemos. Porque no solamente estamos defendiendo a los peces y la vegetación de ahí, sino también a este habitante maravilloso que mide solo diez centímetros, pero que tiene todos los colores”, comenta sobre la importancia de esta especie.
“Es interesante y una buena lección para los jóvenes. Que sepan que cuando defiendan a un humedal no solo van a estar defendiendo la vegetación. Igualmente están protegiendo a esta ave, indefensa, y la más hermosa”.
A la hora de revisar las características del tachuris rubrigastra –nombre científico de esta especie–, Gazitúa encontró un significativo paralelismo con lo que él define como el “espíritu secreto y amable de nuestro país”. “Esta escultura pone de manifiesto esa virtud de la cual nunca hablamos. En las noticias siempre vemos sobre los portonazos y los asaltantes. Pero si uno se queda en pana de neumático, siempre hay una persona que te va ayudar a cambiarlo. Hay una discreción y una amabilidad siempre presente en nuestro país. En la señora donde uno va a comprar al almacén de la esquina, o incluso en los supermercados. Estamos hablando de un pajarito que es bello y discreto, así como los chilenos tenemos este espíritu discreto y amable”.
“Es tiempo de que empecemos a hablar de ese espíritu que está por debajo de todo en este país. Y también tiene que ver con la naturaleza desmedida y bellísima de Chile. Después de haber viajado por todo el mundo y de tener esculturas en todas partes, yo vuelvo a este lugar. Miro la cordillera y creo que es el país más hermoso del mundo. Tiene una naturaleza casi intocada, lo cual es central. Esto igualmente es sacar esa naturaleza de la cual nadie habla, pero está ahí, empujándonos con discreción y amabilidad, como el pequeño pajarito sietecolores”, afirma el artista.
Y por supuesto que toda esta narrativa se complementa con el ámbito deportivo. “Por la verticalidad de esta escultura, una sola plumita de este pájaro basta. Y representa justamente el vuelo, el espíritu del deporte, el optimismo de los atletas que siempre se están superando. Hay una cosa muy linda en los Panamericanos, y qué bello poder recibirlo con ese espíritu oculto de nuestro país que tiene que salir. Tenemos que atender a los atletas, a todo el mundo que va a estar mirando a Chile, diciendo ‘miren, este es un país orgulloso, de una naturaleza preciosa, con dos premios nobeles de poesía’ y bueno, aquí está esta escultura que representa eso”.
Poesía y escultura
¿Cómo describiría la relación entre la escultura y la poesía?
Toda mi escultura flota en poesía. Como la isla de Inglaterra flota en Shakespeare, mi taller entero, nuestro taller, flota en poesía. Mi poeta personal es la Gabriela Mistral. Ella es impresionante. Sacraliza la materia, que es mi palabra. Y lo hace a través de la forma en que habla de las piedras, cómo habla de la madera, de las palabras mismas.
Yo diría que la cultura es un solo buque. En la cultura, en este Anima Mundi que habla Platón, cada uno tiene algo que decir. La cultura es un gran taller donde estamos todos avanzando hacia el futuro. Y, a la vez, avanzando también hacia el pasado, relacionándolo con lo fundador. Ahí entra toda la relación entre poesía, filosofía, escultura, pintura, teatro, música o lo que sea. Es una sola cosa.
¿Recuerda en qué momento comenzó su relación con la obra de Mistral? A quien usted define como su maestra
Desde muy chico. Mi madre me leía las rondas de niño. To diría que desde siempre. El día que este país recupere a la Mistral y empiece a leer su poesía va a pasar lo mismo que con Cuba, que flota sobre la poesía de Martí, y del que Mistral dice ‘no se ha escrito nada mejor que los Versos Sencillos de Martí’.
Hay que leerla a fondo, no con los clichés de que escribe sólo para los niñitos o qué se yo. No. Ella es una maestra monumental. Y está en una cantera enterrada en estos momentos en Chile. Hay que sacarla y levantarla igual que la pluma de esta escultura, hacia arriba, para que el mundo la vea.
Varias veces ha comentado que la escultura es un oficio solitario. ¿Qué rol juega la soledad en su trabajo?
Bueno, la verdad es que eso no se explica, es así. Son doce horas diarias de taller durante 52 años de mi vida. Parto a las 7 de la mañana, me detengo una hora para almorzar y luego sigo hasta las 7 de la tarde. Y alguien dirá, bueno, entonces con quién habla, está hablando con los fierros... Finalmente uno sale con su escultura al centro de eventos multitudinarios, que es el santo de la procesión. Como esta pluma del sietecolores, que hicimos y pintamos con Angela Leible en el silencio. Lo único que hablaba eran las palabras de las máquinas. Es muy interesante, porque el monumento surge de la soledad absoluta en el taller, y de ahí pasa como la pluma del sietecolores a estar en el centro del espacio publico de los Juegos Panamericanos.