Fue una taza de té. De porcelana, pulcra, a la hora de once, la que desató una ola de críticas en contra de Nicanor Parra. Los problemas eran dos: uno, el año, 1970, el mismo en que la Vía chilena al socialismo llegaba a La Moneda de manos del médico Salvador Allende; el otro, la anfitriona del delicioso brebaje, nada menos que Pat Nixon, la esposa de Richard, el Presidente de los Estados Unidos de América.

A pesar de que, en rigor, la invitación había corrido por cuenta de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la foto -siempre la foto- se viralizó a niveles que se quisiera cualquier meme del siglo XXI. Rebotó tanto que la Cuba de Fidel Castro le retiró al antipoeta una invitación como jurado del Premio Casa de Las Américas de La Habana.

“El vaso de cicuta. Así llamó Enrique Lihn a la taza de té que la señora de Nixon le ofreció al poeta chileno en la Casa Blanca”, afirma Juan Cristóbal Romero en sus Apuntes para una biografía de Nicanor Parra, y agrega otro hecho que da cuenta del escozor que causó la instantánea: “A su regreso a Chile la prensa de izquierda sacó un billete de un dólar con la cara de Nicanor Parra en vez de la de George Washington”.

Incluso, Luis Merino Reyes, el entonces presidente de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), cuando era una organización de peso en el panorama editorial chileno, le dedicó unas durísimas palabras: “Ególatra y sexagenario hippie”. Peor aún fue Carlos Droguett: “Se vende Parra/ tratar con Nixon/ o más bien con la señora”.

Poco después vino la respuesta literaria de Parra, sus Artefactos, de 1973, una caja con 242 postales con eslóganes e ilustraciones (cuánta tradición tienen las cajas en la poesía chilena, de Juan Luis Martínez a Hernández/Zondek y Mauricio Redolés). Varias de estas tarjetas estaban dirigidas a la izquierda y a la Unidad Popular con provocativas e ingeniosas frases, que tenían el fuerte aroma del refrán.

“La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, “Y todavía tienen cara de cantar la Canción Nacional”, “BIEN, y ahora, ¿quién nos liberará de nuestros libertadores?, “REVOLUCIÓN REVOLUCIÓN cuántas contrarrevoluciones se cometen en tu nombre”, “¿Marxista? No: ¡Ateo!”. Y ojo que hay una muy reveladora: “HASTA CUANDO SIGUEN FREGANDO LA CACHIMBA Yo no soy derechista ni izquierdista yo simplemente rompo con todo”.

Por supuesto, aquellas tarjetitas no fueron la única vez en que el antipoeta se decidió a entrar en el terreno político. En 1983, cuando se cumplieron 10 años del golpe, publicó una antología llamada Poesía política, que incluía un prólogo de otro tan ácido como Parra: Enrique Lafourcade. Hoy, el volumen vuelve a los escaparates nacionales de manos de Ediciones UDP, con un nuevo prólogo, esta vez escrito por un buen amigo del autor de El hombre imaginario: el periodista Patricio Fernández.

Esta antología la hizo él mismo -comenta a Culto Matías Rivas, director de Ediciones UDP-. Por los 50 años del golpe, nos pareció interesante poner en circulación la figura política de Parra, disidente muchas veces. Su apuesta política es muy contradictoria, pasa por el individualismo, como su Soliloquio del individuo, de Poemas y antipoemas; o los Artefactos, es muy variada. Nicanor Parra consideraba que su obra era muy política, no estrictamente desde la actualidad sino que desde la historia de la literatura, desde el sentido de la libertad. Hasta qué punto se puede llegar a escribir, cuáles cosas se pueden decir y cuáles no, son preguntas que en el fondo tienen que ver con la política”.

El escritor Rafael Gumucio, quien realizara una biografía del antipoeta (Nicanor Parra, rey y mendigo, 2018) señala a Culto que Poesía política fue un título no menor en la trayectoria de Parra. “Ese libro tiene gran importancia histórica, fue una salida del closet antidictatorial. Su poesía es muy política porque está en diálogo con la ciudadanía, con los lectores. Es una poesía de toma de posiciones ambiguas. El libro lo puso en la forma de oposición al régimen, pero encontró una manera de hacerlo muy propia, porque entre la izquierda y la derecha, escogió la ecología”.

FONDO HISTORICO - CDI COPESA

El poeta Adán Méndez estuvo a cargo de la edición de esta nueva circulación de la Poesía Política. “Es política sin más apellidos. O sea, no es partidaria. No es una posición, es un ágora -señala a Culto-. Un lugar dónde hasta el estalinista y el pinochetista pueden decirse a la cara todo lo que quieran. Excepto el autor, todos tienen voz. Al autor hay que leerlo entrelíneas, pero ahí hay también hay muchas voces”.

Patricio Fernández atendió el teléfono y comentó con Culto las principales características de la poesía política de Parra. “En primer lugar, diría que el conjunto de la antipoesía es una poesía democrática. En su totalidad, la propuesta parriana tiene la convicción de que todas las voces valen, de que en todas hay algo que les da su lugar en el mundo. En conversaciones, él solía decir que el juego era con todas las cartas del naipe, que no sobraba ninguna. Por lo tanto, si hay un proyecto dentro de la poesía chilena -que no es que pregone como Whitman explícitamente la democracia, sino que la actúa, y la ejerce- es la antipoesía de Nicanor”.

“Dicho esto, la poesía más puntualmente política, esa que con más facilidad entendemos como tal, es una poesía contingente, noticiosa, de algún modo periodística, que apela al titular del momento, a la noticia del instante, y se manifiesta en general de manera desacralizadora, como siempre en él, no pomposa, apelando con mucha fuerza a un sentido común y no a la grandilocuencia, no apela a ese gigantesco valor del poeta iluminado sino a la respuesta muy concreta, limpia y llana de alguien que está viviendo de manera directa un evento. Así lo hace, por ejemplo, durante la Unidad Popular, después que vive el episodio de la taza de té respecto a las posturas más izquierdistas, y luego vuelve a hacerlo respecto a la dictadura. Lo hace con el marxismo, con el que juega y deconstruye, poniéndolo como contracara de una misma mentalidad con determinado capitalismo, por eso es que termina encontrando la síntesis en la ecología”.

No soy de aquí ni soy de allá

Ya en Poemas de emergencia, de 1972, Parra daba cuenta de una visión bastante heterodoxa y con pocas ganas de casarse con alguien. De hecho, ahí escribe: “No se extrañen si me ven simultáneamente en dos ciudades distintas / oyendo misa en una capilla del Kremlin / o comiéndome un hot-dog / en un aeropuerto de Nueva York / en ambos casos soy exactamente el mismo”.

Pero en tiempos de la Guerra Fría, no todo el mundo estaba dispuesto a entender ese discurso. “Él ya tenía problemas antes de la llegada de Allende al poder -señala Matías Rivas-. Es la línea política que después tuvo Bolaño, en contra de la dictadura, aunque él estaba a favor de la UP, pero no era un conformista. Despreciaba el fascismo, pero tampoco era querido por la izquierda. Parra no pertenecía a la cultura del exilio, los que se quedaron en Chile tuvieron que pagar un precio para estar acá, sobre todo los más viejos”.

Para Rafael Gumucio, la posición de Parra tiene mucho que ver con su crítica al modelo más ortodoxo de la Unión Soviética. “Él vivió muy de cerca el estanlismo soviético y cubano, pero tampoco le podía tener simpatía a la derecha, y mucho menos a la dictadura. Encontró una tercera vía en esta nueva izquierda que nació en Estados Unidos en los 60 y 70. Pero incluso ante ella se pone crítico. Lo más destacado en Poesía política son los chistes contra Pinochet que son muy divertidos”.

Era muy libre e individualista, no fue una decisión, sino un destino -señala Méndez-. Era su carácter. Por ejemplo, contaba que una de sus mayores felicidades era irrumpir en un partido de básquetbol en el Internado, robarse la pelota, avanzar haciéndola botar entre los jugadores paralizados y hacer una canasta. En sus poemas, y en la biografía muchas veces, cada vez que manifiesta alguna posición lo hace a la manera de las partículas subatómicas: si saben dónde estoy no se puede saber para dónde voy y si saben para dónde voy no se puede saber dónde estoy”.

Patricio Fernández hace una acotación importante: “Habría que decir que Nicanor Parra vivió siempre en la esfera de la izquierda. Fue un personaje recurrente de Casa de las Américas; su órbita de diálogo y de complicidades estuvo ahí, pero, por otra parte, fue un poeta para nada ideológico. Él generó su propio sistema de pensamiento, un sistema político propio que merece mucho desarrollo y mucho estudio, de hecho estoy abocado a eso”.

“Si hubiera que decir lo que la antipoesía en su totalidad va construyendo, es algo parecido a un liberalismo popular. Nicanor nunca se hace parte de los grandes intereses ni asume el discurso del poder, pero al mismo tiempo recoge esencialmente las voces callejeras, las voces pueblerinas. Si Neruda aspiraba a ser algo así como la voz del pueblo, Nicanor acoge la voz del pueblerino. En lugar de ser un coro, acoge la voz de un individuo, y eso lo vuelve un poeta que asume un cierto tipo de liberalismo. Ahora, lo que plantea en esencia la antipoesía es también la búsqueda del revés de cualquier postulado, por lo tanto, en el mismo momento en que está planteando algo, está dejándole un espacio a la duda de lo que acaba de plantear. En ese sentido, no es un poeta comprometido con una idea, sino con el fluir de las distintas opiniones que transcurren, eso lo vuelve más difícilmente clasificable. Lo que nunca se podría decir es que Nicanor es un poeta de derecha”.

No a las verdades en piedra

Quienes contestaron la llamada de Culto para este reportaje tienen algo en común: todos conocieron a Nicanor Parra y desarrollaron un grado de cercanía con él. Por ende, les consultamos ¿hablaba el antipoeta de política en la cotidianeidad del café? Parte Matías Rivas: “La política era un tema fundamental en su vida, incluso tenía lemas difíciles de tragar, como Corrupción sustentable. Luego colgó a los Presidentes de Chile en La Moneda, lo que también causó escozor. Tenía una relación complicada con los otros escritores, sobre todo con los que consideraba que tenían una verdad que no era transable, eso a Parra le parecía algo absolutamente fuera de toda discusión. Tenía problemas con la gente muy fanática. No le gustaba mucho la gente con posiciones inamovibles, prefería la contradicción, retractarse. Veía en lo estático una opción conservadora y eso estaba lejos de él. Por eso tenía problemas con la derecha, que es conservadora, y con el PC, que también lo es”.

Rafael Gumucio recuerda: “Era un tema de conversación frecuente, pero no era de tomar posiciones simples. Cuando lo conocí era un socialdemócrata liberal, digamos. Sobre todo, le gustaba jugar con las opiniones, no le gustaba la adhesión fanática o sin ambigüedad”.

“Hablaba mucho de política, le interesaban mucho los personajes, las frases y conflictos del momento -señala Adán Méndez-. Fue de los primeros en tener antena satelital, por las noticias internacionales. Solo los últimos años se desconectó más, pero no completamente, seguía leyendo un diario de San Antonio”.

Lo más notable creo, en su visión de los temas políticos, es que siempre lo consideraba un ámbito muy peligroso, mortalmente. Le tocaron años criminales, donde podías terminar fusilado por los amigos. Pero incluso en los años tranquilos de la transición, seguía oliendo ese peligro. Además de la causa noble, el ecologismo le permitió aliviarse de la izquierda y la derecha”.

“Yo fui buen amigo de Nicanor -señala Patricio Fernández-. Tuvimos una infinita cantidad de conversaciones respecto del más allá y el más acá. Lo que acontece es algo a lo que siempre estuvo muy atento, pero su particularidad era que respecto a ese acontecer tenía siempre una mirada muy cuestionadora de la primera respuesta que alguien podría ocurrírsele. Siempre buscaba el revés, volvía todos los problemas un juego, invitaba a dudar de toda certeza dura, siempre le encontraba significaciones sorprendentes a hechos que a la inmensa mayoría les podría enfurecer o generar pasiones a favor. Había una frase que él recogía de la física: las variables ocultas, entonces con todo lo se conocía, no era posible dar una respuesta categórica, la vida era más fuerte, los aconteceres, las sorpresas, no se resistían a una conclusión general”.

Cuando hablaba de política no sacaba grandes conclusiones sino que mantenía los aconteceres en pequeños juegos particulares. No consideraba que existiera una gran ideología en que todo pudiera caber, por eso terminaba riéndose del marxismo, del capitalismo, del sicoanálisis y de todas las pretendidas explicaciones generales. Más bien, le importaba que cada frase se sostuviera por sí misma”.

Incluso, Fernández se permite recoger el guante de las enseñanzas del antipoeta: “Si a mí me preguntaran izquierda o derecha, socialista o capitalista, respondería: parriano”.

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