La visita a una librería le disparó una idea al periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte (72). “Toda la mesa de novedades estaba llena de novela negra, llena. Había montones. Como se ha puesto de moda y ahora todo el mundo hace novela negra, hasta los presentadores de televisión o los youtubers”, comenta al teléfono con Culto, en su particular y siempre lenguaraz estilo.

Es que Pérez-Reverte es un hombre que va siempre a contrapelo. “Ahí dije diablos, esto es una saturación. Qué lejos estamos de aquella novela antigua, la novela enigma, la novela problema. Elegante, canónica, en la cual no era tanta sangre, vísceras, asesinos en serie, sino el problema elegante, intelectual, a resolver casi de manera matemática”.

Así nació El problema final, su nueva novela que ya se encuentra disponible por Alfaguara. En la turística isla griega de Corfú, ocurre un asesinato en un hotel que aloja a pocas personas. Una turista inglesa aparece muerta en la playa. Los pasajeros sugieren que Hopalong Basil se haga cargo de investigar cómo sucedió el crimen. ¿El problema? El hombre no es policía, sino actor, pero la gente le confía el caso porque él encarnó en un filme a Sherlock Holmes, el célebre detective de gorro y pipa creado por Arthur Conan Doyle.

Pero realizar un homenaje a un estilo literario -sobre todo uno tan tradicional- no es tarea fácil, según comenta Pérez-Reverte. “Una novela de este tipo es muy complicada, porque son novelas en que todo tiene que encajar muy bien. Primero, fue volver otra vez a la novela enigma antigua. Releer otra vez Agatha Christie, Sherlock Holmes, a todos los grandes de la novela policial antes que la novela negra la desplazara y la hiciera olvidar. Me puse a estudiar, a leer, a tomar notas, a buscar trucos, mecanismos narrativos”.

“Yo no soy escritor de novelas policiales, no tengo talento para la narrativa criminal, lo que hice fue saquear gozosamente y sin ningún escrúpulo, todas aquellas herramientas narrativas que me interesaban de la novela policial, porque quiero dejar claro que hay una diferencia entre novela policial y novela negra. La novela negra es la moderna, y la policial es la de enigma, elegante, matemática, intelectual. Yo quería ese tipo de novela”.

Usted escribió una saga de novela negra, Falcó, ¿le sirvió esa experiencia para esta ocasión?

Falcó es más novela negra y de espías que novela problema. La novela problema responde a una enigma que no se resuelve con puñetazos y con persecución o disparos, sino que se resuelve de una manera intelectual. Falcó es otro tipo de relato, muy diferente a este.

¿Qué fue lo más complicado en la novela?

El juego. La novela me la planteo como un juego, es decir, la he escrito utilizando las maneras, los métodos de la literatura policial clásica canónica para un lector moderno. El lector que ha leído y que ha visto televisión y que sabe mucho más que el lector de principios del siglo XX o del XIX. Entonces, la cuestión es un juego cómplice. Yo no busco un duelo entre el asesino y el detective, sino que entre el lector y el autor. O sea, que el lector se dé cuenta de la estrategia perversa a la que está siendo sometido, de que le hago trampas, que juego con su recuerdo, con sus películas, con su lecturas. Que piense: este cabrón de Pérez-Reverte me está tomando el pelo, ¿no? Y quiera ver hasta dónde llega esta especie de juego cómplice y divertido es lo que me he planteado en esta novela. Creo que funciona, me ha costado mucho, evidentemente, porque todo tenía que ajustar bien, no podía tener ningún cabo suelto. Esta novela me ha dado mucho trabajo técnico, pero un gran placer personal.

Ambienta esta novela en los 60, en una isla griega. ¿Por qué?

Pues por varias razones, primero porque asociamos la novela policial antigua clásica, y por Sherlock Holmes, a las nieblas del Londres brumoso y ese tipo de cosas que yo quería justamente cambiar. Mi idea era presentar el escenario luminoso de sol mediterráneo. Por otra parte, me interesaba una isla porque quería jugar con el problema del lugar cerrado del crimen imposible, y sobre todo porque me apetecía, para mí una novela es estar durante un año año y medio trabajando en algo que me gusta, viviendo en un mundo que me gusta, y prefería vivir ese año y medio con gente elegante en una isla que en una bruma londinense.

Entonces a usted le debe gustar el mar, porque hace poco sacó una novela, El italiano, sobre un buzo táctico de la Segunda guerra mundial...

Yo soy marino, tengo el título de Capitán de Yates y cuando estoy escribiendo navego mucho. Tengo un velero y paso en él buena parte de mi tiempo libre. Yo nací en el Mediterráneo, junto al mar y forma parte de mi vida. He escrito varias novelas que tienen que ver con el mar y mi vida transcurre en buena parte en el mar. Yo soy un marino lector, que accidentalmente escribe novelas.

¿De alguna forma esta novela es un homenaje a Sherlock Holmes y a Conan Doyle?

Hombre, más que homenaje es una recreación, porque para el homenaje no hace falta estar ahí, sería muy pretencioso por mi parte homenajear, pero sí, recrear. Es decir, devolverle al lector actual -que estaba un poco un poco confuso entre tanta novela negra, tanto crimen con huesos, tanto hackers, tanto ciberataque, tanto teléfono móvil y tanta tecnología y asesinato de serie- el escalofrío intelectual, el problema que obliga a pensar. No una novela de emociones ni de sensaciones, una novela de inteligencia, de reflexión. Como la razón permite resolver un problema, donde es menos importante quién mató que cómo lo hizo. Yo le propongo un problema y el lector lo juega conmigo.

En otro aspecto, ¿Qué piensa de la Inteligencia artificial y su uso en la Literatura?

Como escritor profesional no me interesa, yo no necesito Inteligencia Artificial para trabajar. A mí en lo personal no me interesa. Ahora bien, como experimento social, es muy divertido, es muy interesante, ¿no? Pero también es muy peligroso, porque al final terminará manipulando y mintiendo. Hay un problema, el ser humano utiliza los inventos que serían útiles para la humanidad, siempre en perjuicio de la humanidad. Eso ha sido una constante histórica, no es de ahora. Entonces me temo que como ha ocurrido con tantas otras cosas, como la informática o la televisión, también el ser humano utilice ese magnífico descubrimiento para fines no siempre correctos o no siempre santos. Eso me preocupa, porque al final acabará destruyéndose la credibilidad y la fiabilidad y eso es muy grave. Pero bueno, yo tengo 72 años, tengo la vida resuelta, tengo mis novelas, mis lectores me conocen, yo no me siento afectado. Lo veo con interés y con preocupación, con diversión también y con curiosidad. Ahora, para los jóvenes escritores para quienes empiezan ahora, plantea desafíos muy serios, muy graves y muy peligrosos también.

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