Quien quiera que haya visto Llámame por tu nombre (2017), el filme dirigido por Luca Guadagnino, estelarizado por Armie Hammer, Timothée Chalamet y Michael Stuhlbarg, se ha acercado sin querer a la obra del escritor André Aciman (72). Diez años antes, publicó la novela del mismo título que luego fue llevada a la pantalla grande dado su éxito de ventas.
Hoy, Aciman se apronta para venir al país, invitado por el Festival de Autores de Santiago (FAS), en el que dará una charla acerca de su obra, que por supuesto, tiene como piedra angular Llámame por tu nombre.
“La mayoría de la gente me dirá que primero vieron la película y luego leyeron el libro. Y eso es básicamente lo que espero y lo que recomiendo. Primero vea la película, tenga una idea de qué se trata. Luego, cuando lea el libro, verá que se desarrolla una categoría de análisis completamente diferente”, dice el mismo Aciman a Culto vía Zoom, desde Nueva York, ciudad en la que reside.
André Aciman es escritor y un nombre reconocido a nivel mundial. Italo-estadounidense, en rigor, nació en Alejandría, Egipto, como parte de una familia judía sefardí (es decir, de los originarios de la península Ibérica). Creció hablando francés, la lengua de sus padres. A los 14 años emigró a Italia junto a su familia, y en 1968 pasaron a Nueva York, donde siguió estudios superiores en Literatura. Su primer libro, La huida de Egipto, fue publicado en 1995. De ese corpus es lo que hablará en su charla, este domingo 15 de octubre, a las 20.00 horas junto a la periodista Antonella Estévez.
“Creo que la charla será principalmente sobre mi libro más reciente, que se conoce como Homo irrealis, pero sería insignificante si no hablara del libro que realmente me catapultó, Llámame por tu nombre. Pero también hay otros, La huida de Egipto todavía es muy leído por mucha gente. Siento que eso también es parte de mi equipaje”.
¿Qué relación tiene ahora con Llámame por tu nombre?
Esencialmente, ha cambiado a lo largo de los años porque hablo con mucha gente que me da sus impresiones sobre el libro. Y muchas veces sus impresiones son más acertadas que las mías. Siempre estoy dispuesto a escuchar lo que alguien más entiende y me cuenta sobre el libro. Así que mi relación con el libro siempre está cambiando. Por otro lado, es imposible decir que no puedo ignorarlo, pero he escrito otros libros que también son muy importantes. Nada está a la altura de un libro que se ha convertido en película y en una película de gran éxito.
¿Se ha convertido en una carga para usted tener que repetir un éxito como ese?
Ni siquiera lo intento, porque no puedo hacerlo. Usted tiene que escribir lo que haya en su corazón, en su mente. No puedo intentar siquiera acercarme a Llámame por tu nombre. Aunque en un momento sí quería, intenté escribir una especie de continuación, lo llamo secuela, que finalmente nunca publiqué. Resultó otro libro diferente.
¿Qué fue lo que intentó en esa secuela?
Intenté escribir otra novela con los personajes de Elio y Oliver. Y vi que esencialmente estaba reescribiendo el mismo libro, porque siempre el problema es lo que pasa entre ellos, no lo que sucede en la historia. Y si no hay problema, porque todo está establecido, entonces no hay libro. Después de algunos intentos, me di cuenta de que no había forma de escribir una secuela real. Podría escribir sobre el padre, podría escribir sobre Alia cuando sea mayor. Eso se podría hacer, pero no escribir una secuela.
Hablemos de la literatura. ¿Ha podido leer algunos autores chilenos?
No. Por regla general, y siempre lo digo, casi nunca leo a escritores contemporáneos. En otras palabras, cualquiera que escriba hoy, no lo leo. Conozco a Pablo Neruda, por supuesto. Sí claro. Pero ese es mi límite. No leo nada que no esté en inglés, francés o italiano. La única excepción son los escritores rusos, y todos están muertos. La poesía de Neruda es hermosa. Me gusta.
Usted ha deambulado por diferentes lugares del mundo, y habla más de un idioma. ¿Busca en la escritura una respuesta sobre su identidad?
Esa es una muy buena pregunta. Para empezar, creo que es imposible para mí tener una identidad, porque he vivido en Italia, en Egipto y en Estados Unidos. He sido ciudadano de Italia. Ahora soy ciudadano de los Estados Unidos. Nací en Egipto, pero nunca tuve la ciudadanía egipcia. Sin embargo, tenía la ciudadanía turca. Y no hablo una palabra de turco. Entonces, en esencia, en cuanto a identidad, no hay nada. Pero por otro lado, una vez que escribo, creo que lo que sucede en el papel es la verdad sobre mí o la verdad aproximada de mí.
¿Establece una identidad en el papel?
Me parece que no. Después de todo, como me gusta decir, es sólo papel. Y todos sabemos que eso no cuenta. Pero la palabra impresa es lo más cercano a donde puedo llegar. Es lo más sincero sobre dos cosas: lo que tengo en mente y lo que en realidad ha pasado, y ambas cosas no son lo mismo.
Otro tema que ha tocado en sus libros es el de la memoria. ¿Por qué le interesa?
Si supiera la respuesta a su pregunta, ya no estaría escribiendo sobre la memoria. No sé por qué escribo sobre eso. Creo que en buena parte, sólo en buena parte, hay algo de mí que se ha quedado en Egipto. Hay una parte de mí que todavía vive en Roma. Y esencialmente, hay una parte de mí que aún vive, lo creas o no -porque soy sefardí- en alguna tierra lejana llamada España. Mi abuela y mi padre hablaban lo que ellos llaman español. En realidad, el tema de la memoria me importa porque estoy trasplantado, por lo tanto, tengo recuerdos o recuerdos imaginados de lugares, y siempre recurro a ellos como si hubiera una parte de mí que estuviera incompleta si no aprovechara o incorporara todos mis recuerdos. Por eso escribo constantemente sobre la memoria y la imaginación porque, en lo que a mí respecta, son indistintas la una de la otra.
Entiendo que Marcel Proust es un referente para usted. ¿Por qué?
Por muchas razones. La primera es, por supuesto, que escribe sobre la memoria de una manera que nadie más puede siquiera intentar hacerlo, punto. También me interesa su estilo, que amo mucho, porque se expande y te permite examinar las cosas sin concluirlas hasta el final. Pero lo más importante para mí es la forma en que examina no sólo sus propias motivaciones, sino también cómo examina a otras personas que conoce, con las que se encuentra todo el tiempo. ¿Quiénes son? ¿Qué están sintiendo? ¿Qué es lo que realmente quieren? Me encanta eso. Por eso, todos mis libros, tratan sobre personajes que tienen un reverso y que constantemente asumen que otras personas tienen lo mismo y algo que descifrar.
Imagino ha leído mucho En busca del tiempo perdido…
Lo he enseñado muchas veces. Y cada vez que lo enseño, leo el libro completo. Pero ahora descubrí una nueva forma de leerlo: lo escucho. Tarda unos meses, pero me encanta escuchar libros que se leen bien, por eso lo adoro. Lo escucho en francés, por supuesto. Pero luego pasaré al italiano para ver cómo suena en italiano.