Walt Disney Studios nació el 16 de octubre de 1923, gracias al empuje de Walt y Roy O. Disney. Los hermanos habían comenzado creando dibujos animados en el garaje de su tío en Los Angeles (EE.UU.), luego arrendaron un espacio propio y posteriormente establecieron su compañía bajo el nombre Disney Brothers Studio, la primera versión de lo que luego se transformaría en Walt Disney Studio.

No tenían cómo sospecharlo, pero en los años posteriores, en especial tras el estreno de su primer largometraje, Blanca Nieves y los siete enanos (1937), esculpirían la imaginación del mundo de una manera que ningún otro estudio de Hollywood lo ha logrado.

Su primer centenario –que se cumple este lunes– trae a recuerdo una historia de hitos, ajustes y polémicas. Quizás una de las aristas más llamativas es la referente al tratamiento de la diversidad y la inclusión en las producciones realizadas bajo su alero. Según sus lineamientos actuales, “The Walt Disney Company se esfuerza por inspirar un mundo de pertenencia mediante la adopción de la diversidad, la equidad y la inclusión en su lugar de trabajo, la narración de historias y las comunidades”.

Pero ese objetivo no siempre estuvo enmarcado de manera tan definida. Dumbo (1941) y Peter Pan (1953) son dos de los clásicos más recordados de las primeras décadas de la firma, gracias a la inventiva de su técnica y el corazón de sus historias. Pero, en particular durante los últimos años, también son cintas que han sido sometidas a escrutinio por su representación de personajes afroamericanos y nativos americanos, respectivamente.

¿Fueron fruto de la cultura estadounidense de su época o había oculto algo más? Lo cierto es que en 2020, mientras el movimiento Black Lives Matter alcanzaba su punto más álgido tras el asesinato de George Floyd, la compañía agregó una advertencia en Disney+ junto a esos filmes, acusando que contenían estereotipos que “estaban equivocados entonces y lo están ahora”. “En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto dañino, aprender de él e iniciar una conversación para crear juntos un futuro más inclusivo”, consignó. Los títulos aludidos también incluían a La dama y el vagabundo (1955), El libro de la selva (1967) y Los Aristogatos (1970).

Una película que derechamente no está disponible en la plataforma es Canción del sur, la cinta de 1946 que mezcló animación y actores de carne y hueso. Ambientado en el sur de Estados Unidos después del fin de la Guerra Civil y la esclavitud, el filme ha recibido dardos durante décadas, apuntando a su dimensión racista y ofensiva. El volumen de esas críticas no evitó que se reestrenara en los 80, con bastante éxito, pero sí gatillaron que hoy no se pueda encontrar en formato físico ni en el streaming. Hace tres años, Bob Iger, CEO del estudio, descartó un relanzamiento asegurando que “no es apropiada en el mundo actual”.

Asumiendo su responsabilidad –o, en el peor de los casos, ocultando–, la compañía debe lidiar con un pasado que no siempre es coherente con su perspectiva actual. Una estrategia que se ha expresado en la realización de largometrajes como Moana (2016), Coco (2017) y Pantera Negra (2018), donde se ha volcado a concebir producciones familiares que buscan situarse a la vanguardia en términos de inclusión y que, en varios casos, han encontrado una favorable respuesta en el público. Tal vez el caso más bullado del último tiempo fue el de La sirenita (2023), que desde su anuncio enfrentó cuestionamientos por elegir a una intérprete afroamericana como protagonista. Sin embargo, el despliegue de la actriz y cantante Halle Bailey justificó para muchos la apuesta y logró ganarse a una parte de sus detractores.

La compañía, sobre todo con sus estrenos cinematográficos, aún da sus primeros pasos en término de representación LGBTIQ+. Es cierto que en la animada Un mundo extraño (2022) se introdujo al primer protagonista homosexual de un filme de Walt Disney Animation Studios, pero anteriormente títulos como Buscando a Dory (2016) y Unidos (2020) apenas se han quedado en guiños. Ambos son largometrajes de Pixar, cuyos trabajadores reclamaron recientemente que durante el proceso sería habitual que se eliminen “todos los momentos de afecto abiertamente gay”, por presiones de la compañía. Una práctica que iría en oposición a lo declaran los ejecutivos, orgullosos con lo que han logrado con producciones como Love, Victor y Pose (ambas de Hulu).

Love, Victor

Actualmente, la batalla más intensa de Disney ocurre en el mundo real. Tras las críticas de los propios trabajadores de la empresa, Bob Chapek (CEO hasta noviembre de 2022) se posicionó en contra de las políticas del gobernador de Florida, Ron De Santis, que busca limitar la enseñanza de orientación sexual e identidad de género en los colegios. Una legislación también conocida como “No digas gay”. Gracias a sus parques temáticos, Disney es el mayor empleador de ese estado, lo que ha elevado la tensión entre ambas partes. ¿Cómo lidia con ese flanco abierto mientras crea más producciones alineadas con su modelo actual? Es una historia aún en desarrollo.

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