Devendra Banhart: “Yo todavía voy a disquerías, descubro cosas nuevas y compro vinilos”

Devendra Banhart
Devendra Banhart: “Yo todavía voy a disquerías, descubro cosas nuevas y compro vinilos”

A pesar del paso del tiempo y con un nuevo álbum satinado digno del más perfumado Bryan Ferry, producido por la galesa Cate Le Bon, el cantautor Devendra Banhart parece no haber perdido nada del chamanismo de Cripple Crow o de la mística de Niño Rojo. Via Zoom con Culto habla sobre vestir la mente del ropaje zen de un fantasma para cultivar un oficio de escritor del cual Bob Dylan sigue siendo uno de sus héroes.


“Llevo aquí (en Los Ángeles, California) demasiado tiempo (risas) aunque todavía no lo he descubierto. Me mudé aquí desde Caracas, siendo pequeño y después estuve en Nueva York mucho tiempo. En París también. Y después estuve de gira por diez años sin parar. Luego me mudé de vuelta a Los Ángeles hace años ya, y todavía le pregunto a la gente que se acaba de mudar acá ¿a dónde vas en esta ciudad?, ¿hay un restaurante que te gusta?, ¿qué haces aquí? Porque yo no sé, yo no sé dónde ir y qué hago aquí”, explica un místico Devendra Banhart (42) vía Zoom con Culto.

Como si, a casi 20 años de los crípticos Niño Rojo y Rejoicing in the Hands y a 17 del chamánico Cripple Crow, el cantautor venezolano-norteamericano -que acaba de lanzar el satinado Flying Wig producido por la galesa Cate Le Bon- siguiese, a pesar de la vorágine del entorno, preservando un estado mental digno de Hui-neng.

“Me parece muy importante ponerse en la filosofía o en la actitud mental o incluso hasta física, del espanto”, dice, preguntando por una mejor traducción al español de la palabra ghost: el fantasma. “El fantasma me parece una herramienta muy importante para un escritor. Hay que ser un fantasma. Es una de las cosas que uno como escritor valora mucho. Perdiéndose en un lugar donde uno pierde su sentido de ser mirado, uno se convierte en un fantasma y puede escribir, puede observar, puede desaparecer en el background y, de verdad, observar y las narrativas empiezan a crecer de ahí, como raíces de narrativa, crecen desde esa perspectiva del fantasma”.

Devendra señala un gusto por viajar a lugares donde nadie le conoce -”especialmente, en lugares donde nunca he tocado, como Japón. Yo voy a Japón todo el tiempo. Esa invisibilidad es como un súper poder para un escritor. Los Ángeles es un poquito así, pero no mucho”-.

-Recordé la canción Hotel California de Eagles y la mansión llena de fantasmas.

Bueno, Hotel California es todo Los Ángeles y está lleno de fantasmas…y ese es el problema (risas) En otro lugar yo soy el único fantasma. Aquí es todo fantasma (risas).

-Un fantasma también puede ser aquello que te persigue.

Interesante. Puede ser eso. Me gusta lo que dijiste: “es todo lo que te persigue”. Yo estoy hablando de la actitud de fantasma que uno necesita para ser un escritor. Pero el concepto del fantasma en nuestras vidas…lo dijiste muy bien. Son las cosas que nos persiguen. El fantasma es como una manifestación de esas cosas que nos persiguen. Hay un poema no sé si famoso pero muy bello que me parece que, en verdad, encapsula todas las enseñanzas espirituales. Es de Takeda Motzugai y empieza diciendo “suelta todo lo que no tienes”. Y eso me afectó porque yo dije: ¡coño! yo vivo en un mundo pesado, lleno con cosas que no tengo. Esperanzas, fantasías, traumas. Como un bulto lleno de piedras de estas cosas que no tengo. Quiero cosas, deseos: “¡quiero más dinero!”, “¡quiero más amor!”, “quiero…”, pero no tengo estas cosas y vivo con eso como una espalda llena de estas cosas que ni tengo. Entonces, ¡suelta! lo que no tienes. El fantasma es todo lo que no tenemos. Es el pasado, es el futuro, es deseos y miedos. Entonces, imagínate eso, eso es un gran trabajo. Yo no lo he logrado.

Devendra Banhart

Para Devendra, el arte actúa como un puente en este aspecto. O, al menos, esa debería ser su función. “Es la cosa más importante en nuestras vidas como humanos, la cosa ritualística para sanar, para comunicar, para hacer comunidad; el arte es el puente para esos elementos tan importantes de lo que es ser humanos. Y, a la vez, la cosa totalmente que no importa un coño y que es totalmente irracional y que nadie lo necesita (risas) y si todo el arte desaparece seguimos igual. Eso para mí le da más poder porque no podemos de verdad existir sin eso, este es un trabajo como el de las culebras que mudan la piel”.

Nowhere man

En Flying Wig, su nuevo álbum, la muda de piel es grande. El ropaje satinado de su paleta musical recuerda al Bryan Ferry más minimalista o al Peter Gabriel más ambiental.

No en vano la canción San Jacinto de Gabriel habla sobre un ritual chamánico digno de Carlos Castaneda. Sónicamente este es un salto inesperado para un cantautor cuya trayectoria siempre se precipitaba en espiral con un eje en la guitarra acústica. Los demos, por cierto, partieron así en su mayoría. Pero en la dinámica con Cate Le Bon -originalmente solo co-productora- el registro fue tomando una ruta nueva, orgánica y sin pretensiones. Se trata de diez cortes cuyos singles Sirens y Twin anuncian con un aura de elegancia su esencia.

“Se sintió muy natural, Tiene mucho que ver con que Cate Le Bon es una de las mejores músicas. Ella toca mejor la guitarra, synthesizer, piano, canta, y escribe mejor que yo. Y es como ¡guau! Eso me inspiró mucho y me llenó de humildad. O sea, trabajar con una persona que sabe usar todo eso muchísimo mejor que yo. Y todos los demos eran casi todos conmigo en la guitarra y también con un poco de synthesizer”. Según Devendra, el camino se trazó al servicio de cómo pintar un paisaje donde existen solamente sombras de seres humanos. “Y de repente podemos decir que la sombra de un humano es el fantasma”, afirma.

Devendra Banhart

“Hay muchos fantasmas en el álbum, y el fantasma se manifiesta en la escena, en el ambiente, en el paisaje sónico del álbum. Todo era puro fantasma, lugares a donde los fantasmas se manifiestan. Queríamos traducir las guitarras con el piano y casi todos los instrumentos al synthesizer y con esa paleta de pinturas pintar un paisaje donde se ubican fantasmas. Paisajes como el desierto, el desierto de la humanidad; o un mundo sin humanidad; ya todas las raíces creciendo sobre las ciudades; o una ciudad del futuro a donde no existe ninguna cosa verde. Muchos contrastes pero todos diferentes lugares donde pueden existir fantasmas. Un paisaje desolado, donde no se pueden encontrar con su sombra”.

A los cinco minutos de comenzar a trabajar junto a Le Bon en la placa, Devendra cambió de opinión y llamó a la gente del sello para dejar en claro que el rol de Cate no sería co-producir sino producir, a secas. Su profesionalismo, disciplina y claridad, le dieron a Devendra la seguridad para soltar por completo el control y enfocarse en escribir. “Ella hizo un ambiente donde yo podía seguir escribiendo como ese fantasma”, comenta.

“Estamos muy conectados y creo que eso se ejemplifica en una canción que se llama ‘Charge’. Escribí la primera línea que dice ‘todo se está quemando’ y yo estaba pensando qué hacer…necesito una línea, necesito terminar la línea…y ella de repente dijo: ‘yo siempre he tenido esta línea: la rama siempre está verde’. Salté, empecé a gritar: ¡guau!, dije. ‘No lo puedo creer, por favor, déjame usar esa línea, ¡es perfecto!’. Para mí, eso es una destilación perfecta de nuestra colaboración en el álbum, de nuestra conexión como amigos y colaboradores”.

Zen y la motocicleta

Entre los fantasmas de Los Ángeles, Devendra escucha historias de que uno de sus grandes héroes, Bob Dylan suele manifestarse también. “Cada seis meses, por ahí, oigo una historia de alguien que dice que vive por aquí (risas) y que algunas veces se puede ver, en su carrito de golf, manejando por su jardín. Cosas así. Pero nunca lo he visto, nunca lo he visto”.

Devendra Banhart

El mismo Bob hizo un arte de ponerse en posición de espectro, inventando historias sobre su procedencia en sus primeras entrevistas, confundiendo y eludiendo a la prensa y sus seguidores. El misticismo avivó la leyenda creciente, y también tras bambalinas el bardo desgarbado examinaba el mundo. Una postura ante el carnaval de la existencia que es admirada por Devendra.

“Él es increíble en que me sigue sorprendiendo. De su último álbum que acaba de sacar (Shadow Kingdom) la mejor canción -para mí- es la instrumental (Sierra’s Theme). Cuando hay un álbum nuevo de Bob Dylan yo no lo oigo porque hay que sentir la música, ¡no!, yo lo hago porque quiero oír las letras, quiero oír el mensaje, la poesía. Él es un gran escritor y me encanta que la mejor sea instrumental. Es una canción que me afecta”.

En esa canción, una pieza precedida por cortes del catálogo de Dylan revisitados a la luz de la experiencia, Devendra detecta la potencia del arte y su fuego naciente. “En ese espacio sale una flor que es totalmente contemporánea. Se puede sentir que nació en este momento. Estoy seguro de que esa es la razón por la cual la gente sigue haciendo álbumes, sigue creando cosas, sigue haciendo esta cosa. Bob no tiene este problema, pero yo y todos mis amigos hacemos un producto que nadie compra (risas)”.

Viendo las dos aristas de una realidad llamada streaming, Devendra esboza una dura ironía, espejo de los fantasmas del capitalismo: “Nadie compra lo que nosotros hacemos y es increíble que lo seguimos haciendo por momentos que son así. No lo hacemos para hacer dinero, pero, ¿cuándo fue la última vez que compraste un álbum? La verdad es que nadie está comprando la cosa que nosotros hacemos. Yo todavía voy a disquerías, yo todavía descubro cosas nuevas, yo todavía compro vinilos. No estoy diciendo ‘¡ay, qué triste! No estoy quejándome. Pero es muy cómico que de verdad hacemos un producto que la gente está muy acostumbrada a recibir gratis. Como consumidor me encanta, porque no quiero pagar, no quiero pagar por un álbum. Me voy ahí (al streaming), lo oigo, -’cool’- y lo tengo. ¿Por qué lo voy a querer pagar?”, dice, riendo.

“Y al otro lado, la persona que lo hace dice ‘sería bueno si podemos pagar nuestra renta y poder comer’. Es muy cómica la cosa. Ni me puedo imaginar cómo lo hace la gente hoy en día. Porque yo soy la última generación… Bueno, no soy la última generación porque la generación antes de mí tenían los discos compactos y la gente podía vivir con eso. Pero, bueno, seguimos haciéndolo. Claro que sí. Muy interesante. Muy raro”.

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