Columna de Marcelo Contreras: Los números vacíos del pop

Columna de Marcelo Contreras: Los números vacíos del pop

En lo que va del milenio, los más grandes artistas del pop son promovidos con lenguaje bursátil propio de las páginas de economía, antes que la retórica tradicional decodificando los motivos y giros musicales.



Drake, el mismo que brindó este año el más discreto de los shows estelares en la historia de Lollapalooza Chile, acaba de igualar el récord de Michael Jackson en Billboard con 13 canciones alcanzando el número uno. La pregunta inmediata es cuántas se han eternizado del rapero canadiense en la memoria colectiva, versus los hits del Rey del pop grabados en distintas generaciones como Billie Jean, Beat it y Black or white, entre varias.

Por supuesto, los segmentos jóvenes podrán citar unos cuantos títulos de Drake, y apelar a la fragmentación de las audiencias, como parte de la pérdida del efecto transversal inherente a las estrellas musicales del siglo pasado. Pero esto no es solo números, sino cambiar el curso de la historia; remecer los cimientos de la expresión artística popular como Jackson lo hizo con la video música elevada a categoría cinematográfica, mientras fusionaba el funk, el R&B y el pop de raíz blanca bailando como los dioses.

Drake wsp

Drake conquistó la marca gracias al sencillo First person shooter de su último álbum For all the dogs, una letanía de 23 canciones publicada a comienzos de mes, universalmente vapuleado por la crítica con 53 puntos de 100 en Metacritic, una nota reprobatoria sin apelación. Según The New York Times, contiene “algunos de sus rapeos menos ambiciosos”.

En lo que va del milenio, los más grandes artistas del pop son promovidos con lenguaje bursátil propio de las páginas de economía, antes que la retórica tradicional decodificando los motivos y giros musicales. En 2018 fue noticia que BTS, los astros del K-pop, aportaban el 0,3% del PIB de Corea del Sur. The Eras tour, la exitosa gira de Taylor Swift que se extenderá hasta 2024, ha sido destacada preferentemente por sus cifras y la generación de puestos de trabajo. Informaciones de CNN publicadas en agosto vaticinaron un PIB de cinco mil millones de dólares en la economía estadounidense por “las ventas de entradas, hoteles, transporte, mercancía, comida y la venta de productos en tiendas pequeñas”. La media docena de conciertos de la cantante ofrecidos en Los Ángeles en agosto, debían generar ganancias por 320 millones al PIB de la ciudad “creando a la vez alrededor de 3,300 nuevos empleos”.

Taylor Swift attends a premiere for Taylor Swift: The Eras Tour in Los Angeles
REUTERS/Mario Anzuoni

La explosión de las cifras semeja una reacción en cadena en la industria musical, dominando su discurso. Hasta hace un año y medio, se subían 60 mil canciones diarias a las distintas plataformas. Hoy se estima un ingreso de 100 mil composiciones.

Cuando arrancó el auge de las grabaciones caseras con calidad profesional -los discos que se podían registrar en un dormitorio con un computador y buenos micrófonos-, parte de la promesa era la ansiada autonomía de los artistas. Ya no necesitaban un gran estudio y podían subir sus composiciones a plataformas gratuitas. Sin embargo, con el flujo creciente, las posibilidades de ser una gota en medio de la lluvia son altísimas.

Es ahí donde la vieja industria discográfica sigue roncando, porque posee el conocimiento promocional para destacar a un artista entre cientos de miles.

En la década del 60, el promedio de ediciones era de 5000 álbumes anualmente. Ciertamente, el acceso a la industria discográfica era mucho más restringido, con mayores filtros, curatoría y una planificación a mediano plazo. Hoy, si los números de un artista no son astronómicos rápidamente, hay otros 20 mil esperando su oportunidad día a día.

¿Se ha democratizado? Innegable. Pero la música, el arte y la propuesta parece sepultada entre el volumen de material nuevo disponible, los récords, y las cifras con varios ceros agitados como triunfos.