Crítica de discos de Marcelo Contreras: la eternidad de The Rolling Stones y The Who; el momento de Bad Bunny
Las novedades discográficas de esta semana relucen hálito clásico y de leyenda: los Stones retornan con uno de sus mejores álbumes de su carrera, mientras que The Who rescata su era más brillante. Un astro de nuestra era, Bad Bunny, también hace de las suyas.
*The Rolling Stones - Hackney diamonds
Es imposible disociar el hecho de ser testigos de un evento histórico con este lanzamiento. The Rolling Stones, una caravana de sexo, muertes, adicciones, millones, deserciones, enfermedades degenerativas, y un calendario discográfico que arrancó hace 59 años, publica un álbum que burla el paso del tiempo. Mick Jagger canta como si tuviera medio siglo menos, y las guitarras de Keith Richards y Ron Wood siguen en modo filo y resplandor, en dinámico diálogo.
Con la excepción de Whole wide world, un corte donde el vocalista insiste en conectar con el pop de ranking estadounidense, Hackney diamonds es un sólido álbum de rock clásico que evoluciona sobre su propio mapa, desde Beggars banquet (1968) en adelante.
Como un espectáculo que prepara el final con la máxima parafernalia posible y los mejores invitados, participan Paul McCartney con un bajo recargado en Bite my head off, Elton John le prende fuego al piano en Get close y Live by the sword, y Lady Gaga intenta recrear las acrobacias de Gimme shelter en Sweet sounds of heaven, entre varios nombres estelares. Da un poco lo mismo si es lo mejor desde Some girls (1978) o Tattoo you (1981). Con el tanque más liviano en las últimas curvas de su carrera, los Stones siguen encendiendo el camino.
*Bad Bunny - Nadie sabe lo que va a pasar mañana
Lo nuevo de Bad Bunny tras anunciar en diciembre un año sabático (pendiente) por salud física y mental, retrata un ánimo resentido y hastiado desde el primer título -Nadie sabe-, una metralla ajustando cuentas perfecta para su entonación de chico amurrado, abono para lo que viene. Nadie sabe lo que va a pasar mañana es el honesto retrato de una estrella generacional: individualismo a tope con intereses concentrados en lo material y el goce, donde la mujer se constriñe a una perspectiva pornográfica.
Recurre a paralelos deportivos de máximo éxito -Messi, Verstappen, Checo Pérez- o del arte -la Mona Lisa- para explicar su lugar en la cultura pop, a pesar de los contornos agridulces del éxito descritos con insistencia. La fama no le importa, amenaza con retirarse, le cargan las comparaciones, y los detractores irremediablemente están corroídos por la envidia. En un descuelgue pedagógico de este álbum confesional, explica por qué sustituye las erres por eles cuando canta. “Suenan mal”, concluye. La música que empaca este ambiente enrarecido de niño despertando de la siesta, rehuye del reggaetón excepto en un par de cortes. Lo cierto es que Bad Bunny se deshace de las etiquetas. Es un artista urbano con letras de molde, el más grande del momento.
*The Who - Who’s next: Life house (super deluxe)
En un futuro distópico el rock no existe y la industria del entretenimiento controla a la población por vía intravenosa, hasta que un viejo sabio decide reintroducir aquella música en beneficio de la juventud. Esa era la historia de Lifehouse, el proyecto inconcluso de The Who inmediatamente después de la obra maestra Tommy (1969), que desató una crisis nerviosa en Pete Townshend resuelta con Who’s next (1971), el exitoso álbum de los británicos que recicló parte del material de Lifehouse incluyendo los demoledores singles Baba O’Riley y Won’t get fooled again, tempranos ejemplos de sintetizadores programados pivotando una muscular base de rock clásico.
Este monumental lanzamiento de diez discos permite desentrañar la edición de Townshend para destilar la envergadura de Lifehouse, hasta un ejercicio más concreto como Who’s next. Incluye abundante material en distintas fases de avance, y registros en vivo de conciertos entre Inglaterra y Estados Unidos en el peak interpretativo de la banda, justo antes del declive de Keith Moon tras la batería por abuso de alcohol y drogas a partir de 1973. Este es el mejor momento de una banda angular e imprescindible en la historia de la música popular contemporánea.
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