Una de las naves insignias de la Invasión Británica, aquella que cambió el curso de la música pop cuando desembarcó en territorio estadounidense hace casi 60 años, inicia su última travesía. Aunque con The Rolling Stones nunca se sabe, todo indica que este vigesimocuarto álbum estrenado hoy, representa el canto de cisne de sus majestades satánicas, al menos en el estudio.
Hackney diamonds está trazado como una despedida que estilísticamente repasa gran parte de la obra de la banda, con guiños a la discografía desde Beggars banquet (1968) en adelante, cuando Mick Jagger y Keith Richards tomaron el control total, dejando atrás las florituras y extravagancias instrumentales de Brian Jones. Es un rock de ataque directo, pendenciero, original y copiado descaradamente por unos cuantos -de pie en la sala Aerosmith y Jon Spencer blues explosion-, pero jamás igualado. Este disco lo testifica.
Los Stones acumularon material por años, publicaron algunos singles, pero nada que los convenciera para concretar un álbum con altísimas posibilidades de encarnar el punto final. Las canciones estaban okey pero carecían de grandeza. Sesiones desabridas con el productor histórico Don Was, junto a la pandemia y la muerte de Charlie Watts en 2021, se convirtieron en serios obstáculos. Parecía que Blue & lonesome, el disco de covers de blues de 2016, quedaría como su última obra.
Paul McCartney les recomendó trabajar con Andrew Watt, uno de los productores del momento. Con apenas 32 años se ha especializado en grabar con nombres clásicos del rock como Iggy Pop y Ozzy Osbourne, aunque ganó notoriedad con artistas pop como Camila Cabello y Justin Bieber. La chispa que faltaba se encendió y sacaron gran parte del álbum en apenas tres semanas.
Entre invitados y pistas recuperadas, The Rolling Stones logró reunir a casi toda la alineación original con la presencia del bajista Bill Wyman por primera vez en 30 años, en uno de los dos cortes donde la batería es de Charlie Watts; se abrazan con sus viejos amigos The Beatles mediante la participación de Paul McCartney en el bajo; hacen las paces con Elton John, que alguna vez tildó a Keith Richards como “mono con artritis”, presente con piano a plena carga en un par de temas; Stevie Wonder aporta piano y teclados, y Lady Gaga se transfigura en voz afroamericana en el segundo single Sweet sounds of heaven.
El primer sencillo Angry, revelado el 6 de septiembre, inicia el descorche de esta última botella con la etiqueta Stone. En el contexto del resto de las canciones, un prólogo correcto: un medio tiempo donde se estrena Steve Jordan en batería respetando los cánones de Charlie Watts; la dinámica guitarrera entre Keith Richards y Ron Wood con cada uno actuando por separado y en concomitancia, y la voz increíblemente entera de Mick Jagger a los 80 años. Su nivel interpretativo es espectacular -enérgico y versátil- en cada título.
Bite my head off descerraja un patadón de rock endurecido y ritmo urgente con Paul McCartney aplicando efecto para endurecer el bajo, mientras Jagger canta como si tuviera medio siglo menos. Live by the sword, donde se reúnen Wyman y Watts en la base rítmica, parece un spin off de It ‘s only rock ‘n’ roll (but I like it), mientras Elton John le saca chispas al piano. Incluye un puente lisérgico para una breve e intensa batalla de guitarras.
La pasión por el country y el blues, cimientos inamovibles de los Stones, llega con la hermosa y nostálgica Dreamy skies, de afiladas frases en slide y citas al legendario Hank Williams. El golpe clásico de Charlie Watts empuja con fuerza Mess it up, en tanto Driving mee too hard se deja llevar por el sonido resplandeciente de las guitarras de Wood y Richards.
El último tercio de Hackney diamonds encamina un final redondo para The Rolling Stones. La voz de Keith Richards, en sorprendente forma, lidera Tell me straight con Jagger enlazado en el estribillo. Es una de las mejores canciones del álbum; reflexiva, melancólica, de acordes crepusculares, donde el guitarrista que se libró de la muerte unas cuantas veces se pregunta si “mi futuro está en el pasado”.
La grandilocuente Sweet sounds of heaven se cocina por más de siete minutos con elementos de góspel y blues, bandeja servida para que Lady Gaga reitere que es una de las grandes voces del pop.
El cierre con la versión de Rolling stone blues, grabada por Muddy Waters en 1950 y que ha tenido versiones de Jimi Hendrix y Frank Zappa, cierra el círculo de la historia de la banda, especialistas en covers en sus primeros años. La pieza contiene el origen de la filosofía de esta institución, el combustible de seis décadas. “La piedra que rueda no recoge musgo”, dice una de sus líneas. The Rolling Stones lo convirtió en credo hasta hoy. Hackney diamonds es un dínamo de rock clásico.