La etapa secundaria, que para muchos hombres fue sinónimo de fiestas, escuchar música, coquetear con las compañeras y sobre todo, de vivir sin mayores preocupaciones, fue una capítulo que Mario Vargas Llosa no olvidó tan fácilmente, debido a que pasó dos años en el Colegio Militar Leoncio Prado, de Lima. “No fue una experiencia grata. Sufrí el internado, sufrí la disciplina tan rigurosa, sufrí la violencia que era el estado de la vida cotidiana, y que eran más travesuras, pero que para mí era violencia”, recordó en 2012.

Desde esos años juveniles, tenía clara su vocación de escritor, y también que esas vivencias incómodas y terribles eran un gran material para una novela. Solo tenía que sentarse y tipear. Así comenzó a darle vida a La ciudad y los perros. Publicada en octubre de 1963, hace 60 años, fue el notable debut del autor peruano, en que no solo hablaba de una experiencia particular.

FOTO: PABLO ROJAS MADARIAGA/ AGENCIA UNO

En charla con la Revista de la Universidad Autónoma de México (UNAM), Vargas Llosa comentó cómo fue el proceso de escritura. “Era un colegio bastante especial, con solamente los últimos tres años de la secundaria. Era militarizado, así que daba, al mismo tiempo que el currículum regular de la enseñanza, una formación militar, de tal manera que los alumnos salían con grado de oficiales de reserva. Era muy peculiar, porque en un país tan fragmentado y dividido el colegio militar era un pequeño Perú en el que había muchachos de casi todas las clases sociales y de todas las regiones. Entraban incluso alumnos de familias muy humildes, de origen campesino, gracias a un sistema de becas. En cierta forma era un Perú en pequeño formato. Lógicamente ahí se reproducían las tensiones, los prejuicios y la violencia de la sociedad peruana”.

Como ocurre con la buena literatura, hay muchas capas de lectura. “Es la descripción a distintos niveles de una realidad concentracionaria, digamos, en la que están representados casi todos los tipos humanos y todas las clases del Perú”, comentó en una entrevista de 1966, en Cuba. En la entrevista con la UNAM profundizó en ese punto: “Yo venía de una familia de clase media y tenía la experiencia de un país muy integrado, homogéneo y occidentalizado. En el colegio descubrí que esa visión del Perú era completamente falsa, minúscula y sesgada. En la novela traté de mostrar una sociedad con la complejidad del Perú, con las diferentes razas y los sectores sociales, y cómo cada mundo tenía su propia dimensión psicológica y lingüística”.

Aunque esa realidad concentracionaria a veces le resultaba chocante, por eso se refugió en la literatura, y ello le proporcionó una buena vía de escape. “Mi vocación extraordinaria, porque lo defiende a uno de la adversidad. Las malas y peores cosas son las más fructíferas para la literatura. Escribir del sufrimiento es una manera de inmunizarse”, comentó en 2012.

De hecho, aquella vocación literaria fue conocida por sus compañeros, quienes le pedían inusuales favores. “En el colegio se exaltaban mucho la virilidad y el machismo -comentó con la revista de la UNAM-. No entraba en ese ambiente una vocación artística y creativa como la literatura, amenos que se le diera una función distinta. Escribir cartas de amor o novelitas pornográficas para los compañeros era un tipo de literatura que no estaba reñida con la virilidad. Supongo que fui empujado por el ambiente a hacer ese tipo de ‘literatura’, llamémoslo así entre comillas”.

“Mi padre veía con mucho temor mi vocación literaria; pensaba que era una carrera que lo condenaba a uno al fracaso y a la frustración económica, y entonces pensó que un colegio militar iba a acabar con esa veleidad. Ocurrió todo lo contrario: no sólo no acabó con ella sino que me convirtió en un escritor profesional, en cierta manera, yen un lector voraz. En el colegio leí muchísimo, incluso algunos libros que me marcaron profundamente, como Los miserables, de Víctor Hugo, una historia tan ambiciosa y compleja que uno tenía la impresión de que la vida entera se reproducía en sus páginas”.

(Photo by PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP)

Vargas Llosa comenzó a escribir la novela tiempo después. “No escribí la novela inmediatamente. Más bien, necesité una perspectiva, un tiempo, incluso una distancia física, porque la escribí en España, adonde había ido yo a hacer un posgrado. Me tomó mucho trabajo. El libro me ayudó a descubrir el método de trabajo que prácticamente seguiría a partir de entonces en todas las cosas que he escrito. Al mismo tiempo, me ayudaron muchos maestros que admiraba y de los que había aprendido a utilizar la técnica, los puntos de vista, la manera de narrar, la manera de ocultar datos para darles mayor significación o presencia en una historia”.

“Comencé a escribir la novela en Madrid, en una pequeña tasca, cerca de El Retiro, adonde yo me iba a leer y a escribir luego de las clases del doctorado que estaba haciendo en la Complutense. La terminé tres años después, en París. Fue una experiencia que ahora recuerdo, claro, como lejana pero con cierta nostalgia. Fue la experiencia que hizo de mí realmente un escritor”.

El escritor Arturo Fontaine -cuya última novela es La vida doble (Tusquets)- tiene bastante afinidad con la obra de Vargas Llosa, y hace un reflexión sobre La ciudad y los perros. “¿Quién mató al cadete? Incertidumbres, conjeturas. Las páginas vuelan. Bajo las disciplinas de una escuela militar se desata el salvaje que vive adentro nuestro: violencia y abusos, sexualidad buscando cauces. También aparecen los liderazgos, el coraje, las lealtades, los celos, las delaciones, el honor. Y, por supuesto, hay una muchacha querida y vista desde ellos. Luego, vendrá el ajuste de esos jóvenes a la realidad exterior. Novela de formación en la que un mosaico de procedimientos muestran que cuando algo está pasando, en la mente, otras cosas están pasando a la vez. La multidimensionalidad de cada instante. Una de las mejores ficciones del siglo XX. Punto”.

El crítico literario de Culto, Matías Rivas, aquilata la importancia del libro. “Es una de las novelas importantes de Vargas Llosa. Toda una generación se vio reflejada en la historia de este conscripto. Pertenece a una tradición de novelas donde aparecen colegios militares. Por ejemplo, Las tribulaciones del estudiante Torless, de Robert Musil; o Las cien águilas, de Germán Marín”.

“Es una novela de iniciación, se trata de cómo madura un joven, y tiene la gracia de siempre contar con una cantidad de lectores que están viviendo un período de la vida mas o menos parecido, se están haciendo adultos. Es una novela llena de crueldad, una radiografía de Latinoamérica en esos años. Es una novela sobre el poder, también sobre la amistad. Tiene mucho humor, hechos raros, sexo retorcido. Uno la lee con la sensación de que te van a abrir los ojos. Es una novela física, eso nunca más se vio en Vargas Llosa, después pasó a otro tipo de historia”.

“Es un gran debut como novelista, pues lo hace con una obra maestra. Él había leído mucho a (Jean Paul) Sartre y a (William) Faulkner, y están bien digeridos. No se notan grandes marcas, sino que fue capaz de definir un estilo rápidamente. En esta novela, lo verosímil es importante. Frente al realismo mágico, esto es realismo a secas. No obstante, pertenece al Boom Latinoamericano”.

Mario Vargas Llosa

Cerrar y abrir

Para publicar La ciudad y los perros, Vargas Llosa debió sortear un obstáculo formidable: la censura de la España franquista. Pero se encontró con un aliado. “Yo le estoy muy agradecido al editor Carlos Barral, quien dio una batalla verdaderamente heroica para conseguir el permiso de publicación, haciendo que escritores apoyaran el libro, que dijeran que era un libro serio y debía autorizarse su publicación. Yo mismo tuve que negociar un poco con el jefe de la censura en un viaje a Madrid. Eso retardó cerca de un año la publicación del libro”.

Cuando apareció, la novela se convirtió en un éxito. De hecho, obtuvo el Premio Biblioteca Breve Seix Barral, en 1962, y el Premio de la crítica española en 1964. El volumen fue publicado la casa Seix Barral, en 1963, y fue el despegue de una carrera notable como escritor. De ahí se planteó la idea de no solo ser un académico, sino poder vivir de la escritura.

“La publicación de La ciudad y los perros, y el hecho de que el libro tuviera éxito y se tradujera, me dieron un estímulo absolutamente extraordinario. Aunque no empecé a vivir de mis libros con esta novela, empecé a tener unos ingresos que no había soñado nunca. Todo fue enormemente estimulante. Fue una gran sorpresa, y ai mismo tiempo me animó y me entusiasmó mucho. Me permitió planear novelas ambiciosas, complejas, extensas. Y así escribí La casa verde y Conversación en La Catedral”, recordó con la UNAM.

Mario Vargas Llosa. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE / AGENCIAUNO

Pero así como La ciudad y los perros abrió el camino, Vargas Llosa lo cierra en 2023 con otro libro. En estos días, se publicará en España su nueva novela, Le dedico mi silencio, en cuyas páginas finales anunció que se retirará de la literatura luego de escribir un ensayo sobre el filósofo francés Jean-Paul Sartre.

“Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré”, anotó Mario Vargas Llosa al término de la nota al final de su libro.

El libro cuenta una historia ambientada en el Perú de ‘Toño’ Azpilcueta, un experto de música criolla que descubrió a su guitarrista más talentoso, ‘Lalo’ Molfino. En el transcurso del relato, descubre que la habilidad de este va de la mano con sospechas que tenía y que, además, su amor por los valses, marineras, polkas y huaynos peruanos tiene que ver con un motivo social.

Le dedico mi silencio, publicada por Alfaguara, llegará a las librerías el próximo 26 de octubre, en España, según se indicó. A Chile llegará en noviembre, según confirman a Culto desde Penguin Random House.

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