Durante largos años y varios álbumes, Los Bunkers buscaban identidad y expresión en una época pretérita. Con una discografía iniciada en 2001, la mayoría de los títulos tenían algo de proyecto académico de tintes enciclopédicos, donde intentaban -siempre con fortuna- englobar un periodo determinado del pop rock, mediante una serie de enlaces al cancionero nacional y latino en un marco musical que llegaba, a lo sumo, a inicios de los 80. Los discos del quinteto de Concepción, formaban una especie de reconstitución arqueológica de los tiempos análogos de la música, en ejecución y registro.
Al mismo tiempo, se convirtieron en una banda generacional que representaba el carácter chileno, una conexión pendiente desde Los Prisioneros. Ni la arrogancia de Los Tres ni la facha MTV de La Ley en los 90, conectaban plenamente con la psiquis nacional -más introspectiva y taciturna-, como sí lo hicieron Los Bunkers a partir de este siglo con títulos inequívocos como La Culpa y Vida de perros.
La velocidad de la luz (2013), el último trabajo antes del receso iniciado en 2014, fue el primer puñado de canciones donde la banda se asentó en la actualidad, antes que el confort de tributar el pasado. Este nuevo álbum, Noviembre, se construye a partir de aquel punto -sonido y estilo actual-, en la medida que el rock y el pop se convirtieron en manifestaciones atemporales. Es norma que los álbumes divaguen en distintas décadas sin provocar interferencia, en tanto la cultura pop se alimenta con voracidad de sus recuerdos, en un lienzo cada vez más amplio y confuso donde el pasado es parte constante del presente.
Noviembre fue concebido en abril de 2022, mucho antes de los preparativos para los multitudinarios conciertos en el estadio Santa Laura en marzo último. 11 canciones fueron producidas por el grupo junto a Felipe Castro (Mon Laferte), reputado ingeniero y productor nacional radicado en México hace una década; otras cuatro entre la banda y el experimentado Marcelo Aldunate (Manuel García). Con Castro grabaron en Sonic ranch en El Paso, Texas, mientras el material con Aldunate se trabajó en Estudio Lautaro de Santiago.
Los créditos composicionales lucen más barajados. Si bien Los Bunkers nunca fueron una banda de mayores comidillos y rumores, era tema la desproporción en las firmas. Guardando distancias, la situación del vocalista y guitarrista Álvaro López, se asemejaba a la de George Harrison al interior de Los Beatles. La gran mayoría de las canciones eran de la autoría de los hermanos Francisco y Mauricio Durán. Ahora, en la mayoría, el cantante va acreditado junto a ellos.
Noviembre arranca con el corte homónimo. Que lance la primera piedra quien no evoque a Travis con el espíritu de este medio tiempo plácido y acogedor, con versos que denotan cierta frustración -”no acostumbramos decirnos toda la verdad”- en medio del amor. En la siguiente, Verano de San Juan, asoma un escenario recurrente en Los Bunkers como es la ciudad, deslizando cierta crítica social: “Vivimos hoy en un panal, no sé quién necesite más, todos dueños de una verdad tan muerta”.
Rey implica contingencia y reivindicación de género -”cualquier hombre puede ser una mujer, si tiene el valor para cambiar de piel”-, en medio de una sencilla estructura pop rock.
Bajo los árboles contrapone guitarras sucias y cristalinas nuevamente reguladas por el medio tiempo, la velocidad dominante en el álbum, como reflejo del paso de los años para Los Bunkers. En ese sentido, las reflexiones en torno al calendario son reiterativas a lo largo y ancho del álbum.
Así también el amor a contramano y un dejo fatalista de la existencia -asuntos habituales en la lírica del conjunto- embargan cortes como Ya no te esperaré, Infiel, Diamante negro y Tanto.
Noviembre contiene material imposible en el primer gran capítulo de Los Bunkers hasta 2014. Ya no te esperaré, por ejemplo, es rock clásico en letras de molde con inequívoco aroma a los Rolling Stones abrazando el country rock a inicios de los 70. Diamante negro conjuga rock afilado y melodía con un sonido cortante y al día. La misma actitud contagia a Olor a viejo. Tanto es la recalada tradicional en la estación Beatles con arrullos caleidoscópicos, como Valle de la Luna viaja al futuro a través del espacio sideral, empujado por el combustible intacto de la batería de Mauricio Basualto.
El cierre con Vas -un paradigma de rock grandilocuente bajo control- refleja a Los Bunkers en esta nueva etapa, que comprueba la conveniencia de las pausas para refrescar las ideas y extrañar la compañía de viejos amigos y camaradas. En mayor o menor medida, sus miembros tantearon otras experiencias y formatos musicales. Pero aquí radica la química de estos músicos en plena reformulación de su relación creativa con sólidos resultados.