“Todos tocamos sobre ella, es una genuina grabación de The Beatles”, proclamó Paul McCartney sobre Now and then, la nueva canción del cuarteto disuelto hace 53 años publicada el jueves, con la autoridad que ejerce en este milenio sobre la obra y la proyección de la banda que lideró junto a John Lennon, cambiando para siempre el curso de la cultura popular.
McCartney, estoico por años soportando la beatificación del asesinado músico en detrimento de su aporte al cuarteto según el diseño de Yoko Ono y Jann Wenner, se ha empeñado este milenio en reescribir la historia, estableciendo un rol protagónico al interior del conjunto de Liverpool. Lo hizo con Let it be… Naked (2003), su versión de lo que había sido aquel álbum producido originalmente por Phil Spector, cuyo trabajo detestaba, hasta el documental 3, 2, 1 (2021) junto a Rick Rubin, donde el zurdo bajista deslizó que las audacias en The Beatles corrían por su cuenta, una aseveración irrebatible.
Para las actas oficiales, la última canción del cuarteto de Liverpool se llama The End y cierra Abbey Road (1970), el álbum final. Todo lo que ha venido después en términos de estrictas novedades musicales, los sencillos Free as a bird y Real love en los 90 como parte del proyecto Anthology, y este single de hace un par de días, son grabaciones caseras de Lennon en paupérrimas condiciones, que han planteado un desafío a la ingeniería para lograr el rescate sonoro; a la vez, una prueba a los talentos de los sobrevivientes para convertir los esbozos de un rockero en retiro, como lo fue John mientras criaba a Sean, en algo parecido a una canción con el sello del grupo.
Los resultados de cada uno de esos intentos no ha sido otro que una especie de versión cliché y derechamente sosa de The Beatles en los años de reclusión en el estudio -arreglos orquestales coloreando medios tiempos con armonías de varias capas y solos de brisa hawaiana-, la misma etapa que permitió a artistas como Electric light orchestra y Bee Gees construir sus exitosos cancioneros, y que más tarde alimentó parte del brit pop y el retro rock.
La quimera de revivir a estrellas muertas mediante Inteligencia Artificial para escuchar nuevas composiciones entre comillas, es como creer que un número tributo encarna al original con matices soslayables. El sueño de la eternidad carece de sentido bajo estas coordenadas. The Beatles y otros grandes artistas de todos los tiempos son sempiternos por motivos distintos y profundos. La mortalidad, por cierto, es parte del relato y la leyenda.
Paul McCartney puede decir lo que quiera sobre The Beatles, es su banda. Pero también se puede equivocar en las lecturas. Now and then no es una “genuina grabación de The Beatles”, sino un alarde tecnológico. Si así fuera, probablemente el mismo Paul con franqueza, George mediando ironía, y Ringo soltando algún juego de palabras ininteligible, le habrían preguntado a John si acaso no tenía algo mejor que ofrecer.
La cultura pop no deja ir a sus máximos ídolos y a veces los rescates son lo suficientemente sofisticados como para permitir segundas vidas convincentes, como lo ha hecho ABBA con el espectáculo de residencia en Londres hasta 2026. La esencia de aquel proyecto es distinta. Los miembros del grupo sueco siguen vivos y todos se sometieron al mismo proceso de alta tecnología para montar el espectáculo. Es ABBA como entidad viva tomando decisiones. En el caso del cuarteto de Liverpool, la mitad de sus miembros irremediablemente no están aquí para decir que ese bosquejo de canción se puede archivar, o convertir en una genuina canción de The Beatles.