Fue taxativa y muy clara con su propósito. Hacia fines de 1919, Gabriela Mistral residía en Punta Arenas, donde se desempeñaba como directora del liceo local, sin embargo, no se conformaba con quedarse en la ciudad del extremo sur. Había recibido ofertas laborales desde Argentina, las que estaba pensando seriamente en aceptar. Entonces, mandó una carta al ministerio de Educación. “Si antes de un año no me trasladan, me iré a la Argentina y quedarían perdidos quince años de servicios fiscales”.

La carta es citada por el nuevo trabajo de la académica estadounidense Elizabeth Horan, que se llama Mistral. Una vida y ya está disponible en nuestro país en librerías a través del sello Lumen. En sus páginas, Horan pretende superar la visión tradicional que existe sobre la poeta, que la aborda como una escritora talentosa, educadora y pensadora. Es parte, asegura, de un trabajo más grande que la tendrá publicando nuevos tomos a futuro. De hecho, este primer volumen aborda los primeros años de la vida de Lucila Godoy Alcayaga. Desde su infancia en Vicuña, sus primeros trabajos como profesora, sus inicios como poeta, sus pasos por Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco y Santiago, cruciales para hacerse un nombre en la literatura antes de irse a México, en 1922 contratada por el gobierno.

En esos años, Mistral ganó los Juegos Florales de Santiago, en 1914, con sus Sonetos de la muerte, y ya estaba escribiendo el que sería su primer libro, Desolación, publicado en 1922, cuando ya se encontraba en México. Horan, entonces, muestra cómo fue el camino de la poeta en que el se forjó su fama. “Este libro ofrece una perspectiva muy nueva, bien distinta de la figura que se encuentra en los billetes de 5.000 pesos, es decir, la vieja maestra, soberana y distante. En este libro pueden ver a la Mistral joven, con sus años recorriendo Chile. Seguimos la trayectoria de su ambición, sus estrategias y las amistades que la ayudaron a escalar hasta la cima de los mundos literarios, educativos, periodísticos y de la diplomacia”, asegura Horan en diálogo con Culto, en castellano.

La autora comenta que el proceso de escritura del libro fue largo, y que por supuesto, se acercó a la figura de Mistral por sus libros. Y al conocer a alguien muy importante pensó en lanzarse en esta biografía. “Cuando comencé a leer sus poemarios, en California, los encontré muy distintos de cualquier otra poesía latinoamericana que haya leído antes. Luego, conocí a Doris Dana, la albacea de Gabriela Mistral, y entendí que no había otra persona trabajando en el campo con la visión que yo tuve. Cuando comencé a leer las biografías de ella, encontré muchas discrepancias. Poco a poco entendí que tenía las capacidades de buscar fechas para cartas, recoger manuscritos y lanzarme a este largo camino”.

- ¿Qué fue lo más complejo del proceso?

Tuve que aprender a esperar, porque durante años era imposible tener acceso a las fuentes contemporáneas, y menos tener acceso al archivo personal de Mistral. Tenía que ver microfichas que se habían hecho de algunas partes del archivo, pero sabía que habían muchas partes escondidas. Poco después de la muerte de Doris Dana, su sobrina, Doris Atkinson, me contactó. Fue una gran oportunidad.

- ¿Qué cosas le sorprendieron de Gabriel Mistral durante la investigación?

Me sorprendió la gran importancia de las secretarias en la vida. Y no tan solo las secretarias las que vivieron con ella, sino las varias personas que la ayudaron a guardar sus manuscritos, defenderla ante la prensa y presentarla al público. Ella dependía del trabajo de las secretarias, ya que el trabajo de las secretarias era el manejo de sus secretos. Entonces, entendí que tendría que buscar los papeles de ellas para contar lo que ellas mismas habían escondido.

Laura Rodig.

Una de las secretarias que tuvo en el período estudiado fue la escultora Laura Rodig, con quien incluso partió a México. Horan recalca la gran importancia que tuvo la artista. No solo guardando sus documentos, sino gestionándole nuevas redes. “Su relación con Laura comienza en Los Andes, a principios de 1916, Laura en aquel entonces tenía alrededor de 20 años. No era tan joven como ella más tarde decía, se cambiaba la fecha de su nacimiento. Pero ella en aquel entonces ofrecía a Mistral la oportunidad de tener una espía entre los círculos artísticos de Santiago, Mistral no quería gastar el tiempo, ya que quiso escribir y también tenía su trabajo. Entonces Laura se fue a Santiago y volvió a Los Andes con reportes sobre lo que estaba pasando con los clubes, por ejemplo, sobre los salones de lecturas de las mujeres”.

Laura fue la entrada de Gabriela Mistral a los clubes de artistas, porque ella fue muy de la vanguardia y ella tenía una atracción personal. La gente sentía que Rodig era una persona muy atractiva y sencilla y muy bella en aquel entonces también”.

Rodig no fue el único apoyo que tuvo Gabriela Mistral, quien laboriosamente fue tejiendo una red de amigos que la fueron ayudando a catapultarse. Entre ellos, se encontraban el reputado crítico literario Alone, y los escritores Manuel Magallanes Moure y Eduardo Barrios, ambos muy relevantes en la época. “La influencia era mutua en cada caso. Ella tuvo la capacidad extraordinaria de conocer cuáles fueron los deseos, incluso los deseos no conocidos de las personas que ella llegó a conocer. Ella podía adivinar las ambiciones de otras persona, sus capacidades”.

Gabriela Mistral.

En cada caso se ve que ella fomentó la carrera de las personas que la ayudaban. Y esto sería, sobre en los casos de Magallanes Moure, o de Laura Rodig. Ella sabía cómo hacer un intercambio de favores, pero era mucho más que eso, porque ella era una lectora muy perceptiva y respondió de forma poética a las obras, promocionándolas”.

Por ello, es que Mistral eligió muy calculadamente cada uno de los destinos que tomó para radicarse. “Su capacidad de cálculo es asombrosa. En el pasado, cuando se la ha representado en biografías, se ha comentado que ella pertenecía a esta imagen del chileno patiperro, que anda a rodar. Y lo que yo vi fue que cada traslado lo preparaba bastante bien. Y eso lo hizo a lo largo de toda su vida. Tenía todo un modelo para vivir así, siempre rodante, siempre cambiando de sitio. Además de depender de su enorme red de amigos que que siempre la ayudaron cuando vinieron a un lugar nuevo y le ofrecieron alternativas cuando su vida iba a ponerse difícil”.

Por ello, asegura, en Temuco se instaló con una mentalidad de lugar de paso, ya que estaba mirando a Santiago. “Desde ahí ella hace su campaña para que la nombren a cargo del Liceo Número 6″, asegura Horan. No le resultó, pero sí hizo una gestión importante. “Ahí ve por primera vez en persona a Magallanes Moure, con quien había tenido solo contacto epistolar. Recurre a él para acceder al embajador mexicano y conseguir un puesto allá, porque ella quería salir de Chile y explorar el mundo”.

Otro nombre crucial en la red de apoyos de Mistral, asegura Horan, fue el de Pedro Aguirre Cerda, “Don Tinto”. Uno de los políticos más influyentes de su época: fue diputado por dos períodos entre 1915 y 1921, además de un interregno como Ministro de Justicia e Instrucción Pública del Presidente Juan Luis Sanfuentes, luego, sería ministro del Interior de Arturo Alessandri Palma, y Presidente de Chile entre 1938 hasta su muerte, en 1941.

“Ella lo conoció en 1917, a través de un amigo de él, Max Salas Marchant, quien era un profesor normalista y editor de la revista de la Asociación de Educación Nacional. Gabriela recibió su ayuda para recibir la nominación como directora del Liceo de Punta Arenas. No había mucha competencia para tal puesto, porque era una escuela antes calificada de mala, la única en todo el país. Y él la ayudó de nuevo para conseguir el puesto en Temuco, que también tenía una mala calificación. Aguirre Cerda iba a ayudarla más y más, ella lo llamó su único amigo político. Él fue quien la promocionó afuera. Sin él, no habría recibido el Nobel”.

Chilean poet and Nobel winner Gabriela Mistral reads while an acetate recording is made of her reading at the Library of Congress in Washington, D.C., Dec. 14, 1950. (AP Photo/Charles Gorry)

A la luz de todos los antecedentes que usted expone en el libro. ¿Considera que Gabriela Mistral era una mujer ambiciosa?

Sí, era ambiciosa. Tenía que esconderlo, porque el efecto de su ambición sería totalmente inaudito en una mujer de su clase y de su época. Incluso, yo no sé si hay otras mujeres de otro país tan ambiciosas como era ella en aquel entonces. Pero se ve cuando uno se lee las cartas secuenciadas, al final de cada año, en el mes de diciembre, parece pasar por un tiempo de meditación. Y emerge de este tiempo, tres días normalmente, articulado la nueva etapa en su sueño. Fueron muy importantes sus amigos, cómo ellos la ayudaron, y ella siempre ayudándolos a ellos.

Mistral. Una vida, tendrá su lanzamiento este viernes 10 de noviembre a las 19.00 horas en BiblioGAM (Av. Libertador Bernardo O’Higgins 227, Piso 3, Edificio A, Santiago. Metro UC). Presentarán Vicente Undurraga y Paz López.

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