De tanto en tanto, regresaba a sus orígenes. Mientras transcurrían los 80, Enrique Lihn Carrasco ya estaba dedicado en plenitud a la escritura. Fundamentalmente a la poesía, con esos versos largos y arrojados, y había publicado títulos fundamentales como La pieza oscura (1963), La musiquilla de las pobres esferas (1969) o A partir de Manhattan (1979). Sin embargo, de repente el bichito del pasado aparecía: el del dibujo y la ilustración.
Así lo recuerda su hija, Andrea Lihn, al teléfono con Culto. “Cuando era joven dibujaba mucho, pero cuando era mayor se dedicó más a la literatura. Ilustraba cosas muy puntuales, por ejemplo, a un amigo griego le ilustró un libro sobre los gatos. Eran cosas más a pedido. No estaba dedicado todo el tiempo a eso, salvo en el comic, al que se metió de lleno poco antes de fallecer. Ahí fue cuando trabajó Roma la Loba -que no lo alcanzó a terminar-. Pero en el cotidiano, hacía bocetos, dibujitos cuando hablaba por teléfono. Incluso, cuando me dejaba recados hacía un dibujito gracioso”.
De hecho, Enrique Lihn realizó sus estudios superiores en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde estudió Pintura, carrera que no terminó. Pero en su vida fue acumulando material gráfico como ilustraciones, libros de historietas, dibujos y que fueron rescatados por su hija. Ese material forma parte del libro Ilustrado por Enrique Lihn, que compila su trabajo gráfico incluyendo sus dibujos de niño. Esto, gracias a la colaboración entre la Fundación Nemesio Antúnez y la Fundación Enrique Lihn.
Sandra Gaete fue la editora del volumen, y no solo compiló el material que le facilitó Andrea Lihn, sino lo obtuvo de otras fuentes. “El proceso de búsqueda de material fue más complejo de lo proyectado inicialmente -dice a Culto-. La mayor cantidad de imágenes publicadas provienen de la colección familiar que fue digitalizada por Cenfoto-UDP, hay otro grupo importante que se digitalizó en la Biblioteca Nacional compuesto principalmente de libros y revistas; finalmente se consiguió material en el Instituto Nacional, donde se fotografiaron algunos boletines que Lihn ilustró en su etapa escolar”.
“Lamentablemente no pudimos acceder al material que alberga la Fundación Paul Getty en Los Ángeles, California, ya que para acceder a ese material es necesario ir presencialmente a investigar y eso escapaba a nuestros recursos. No existe un inventario en línea de lo que hay ahí y tuvimos que dejar de lado ese hilo de investigación”.
“Encontramos dibujos que no había visto -comenta Andrea Lihn-. Mi papá tenía cierto orden pero él no le daba importancia a guardar las cosas, entonces se fueron dispersando. Muchas cosas fueron quedando en el camino. Él regalaba dibujos, ilustró crítica de arte y cuentos. Yo no los conocía porque esto fue como en los 60, cuando yo aún no había nacido”.
¿Cuáles eran los rasgos distintivos del Lihn ilustrador? Responde Sandra Gaete: “Lo que logré concluir es que Lihn como ilustrador era tal como poeta, performista y pensador, es decir abordaba todo a la vez e iba avanzando en distintos temas que le inquietaban. Era un creador multiformato. Esto se puede observar principalmente es sus cuadernos, álbumes y autopublicaciones que mezclan texto, ilustraciones, fotografías y recortes y se cruzan en las fechas con publicaciones, obras gráficas o intervenciones públicas”.
Esta dimensión de Lihn ilustrador no solo está presente en este volumen, también en la exposición Enrique Lihn: por fuerza mayor, que la Galería Gabriela Mistral está exhibiendo. Se trata de una diversidad de obras gráficas y visuales del artista, incluyendo los originales de volúmenes como La aparición de la virgen (1987) -que combinó poesía y dibujos- o El paseo Ahumada (1983), con fotos de Paz Errázuriz y Marcelo Montecino. Esto hasta el 15 de diciembre del presente año.
Una novela extraviada
Enrique Lihn no solo fue poeta, también incursionó en la narrativa con un estilo bastante denso y particular. Ahí están sus volúmenes de cuentos Agua de arroz (1964, que incluye su relato más célebre, Huacho y Pochocha) y La República Independiente de Miranda (1989). Las novelas Batman en Chile (1973) y La orquesta de cristal (1976), además de ensayos y obras teatrales. En 1980, publicó su tercera novela, El Arte de la Palabra.
Sin embargo, esta novela nunca vio la luz en Chile, ya que fue publicada solamente en Barcelona, España, a través de Editorial Pomaire. “Nunca conversé mucho con mi papá sobre ese libro, ni supe mucho más -dice Andrea Lihn-. Lo que yo creo, es que en esa época no hubo mucho interés en este libro, porque es difícil. Tengo la sensación de que no pudo ubicarlo, no hubo momento para hacerlo. Eran años difíciles, yo creo que lo dejó de lado”.
Hoy, la novela El Arte de la Palabra está disponible en Chile 43 años después de su publicación, gracias a la editorial independiente Overol, que ha editado otros títulos dispersos de la obra de Lihn. Protagonizada por don Gerardo de Pompier, sigue a un grupo de escritores que asiste a un congreso en la República Independiente de Miranda. Un país extraño y donde se generan situaciones algo estrambóticas. Además, tiene una estructura fragmentaria, que permite al lector entrar por cualquiera de sus capítulos. No es una narración lineal.
Lo interesante es que Gerardo de Pompier es un alter ego del mismo Lihn. “Ese personaje era todo lo que él hubiera querido decir y no podía decir como Enrique Lihn -asegura Andrea-. Era un personaje bufonesco, gracioso, que podía darse el lujo de decir varias cosas. Había mucha similitud con lo que él era”. No era nuevo, pues también apareció en La orquesta de cristal. Incluso el poeta se caracterizó como él en unas perdidas películas que dirigió, como en La (ex) última cena (1985), con un traje de etiqueta.
El mismo autor lo definió así en la conferencia Entretelones técnicos de mis novelas (1981). “Pompier no es en absoluto, pues, el intento que yo hubiera podido hacer de establecer, en el lenguaje, una semejanza o una seudoidentidad entre personaje y persona (‘viva’). Quede ese intento para los novelistas realistas o realistas-mágicos que pretenden, con un material en un cierto sentido muerto como es el lenguaje ―instrumento del animal humano, pero no, en sí mismo, vida― hacer simulacros de ‘la vida real’ o imaginaria. Pompier es un artefacto, pues, inanimado, hecho de palabras del lenguaje en que se inscribe y que lo escribe notoriamente. Imitación, pero de la Palabra Establecida, que pone en evidencia sus fallas”. Creo que esta posición interpela también a la literatura de hoy”.
Para el editor de Overol, Andrés Florit, hay un cruce de esta novela con el resto de la obra del autor. “El trabajo narrativo de Lihn en dictadura, si es que no todo su trabajo a secas durante ese periodo, puede leerse como un solo proyecto, con diferentes salidas y énfasis. Tanto Pompier como otros personajes de La Orquesta de Cristal (1976) reaparecen en El Arte de la Palabra (1980) y en los relatos póstumos de La República Independiente de Miranda (1989), en cada libro va afinando y ahondando su crítica a la palabra del poder desde la parodia, el humor negro y la chacota”.
“En alguna entrevista sostuvo que sus obras narrativas ‘quieren ser como un muestrario de la derrota de la palabra’. Sin embargo, este muestrario no es derrotista ni depresivo, sino que se rebela afirmativamente frente al autoritarismo, desautorizándolo de manera grotesca”.
Tanto Ilustrado por Enrique Lihn como El Arte de la palabra ya se encuentran en librerías.