Son tres autores españoles, pero que bajo un mismo seudónimo colectivo han cosechado sus mayores laureles. Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, escritores y guionistas, pasaron a ser conocidos por el gran público bajo el alias de Carmen Mola, y con ese nombre han publicado una serie de novelas policiales que han conquistado a los lectores. Como la saga de la detective Elena Blanco.
Nunca se supo quiénes eran hasta que fueron galardonados con el Premio Planeta, en 2021, por su novela La bestia, un thriller histórico ambientado en la epidemia de cólera ocurrida en Madrid en 1834, y además de una ola de crímenes que afectaban a las niñas de los barrios más pobres. Con el premio, se reveló la identidad de este colectivo y desde entonces pasaron a ocupar la primera línea del mundo editorial. Ese mayor talante los acaba de traer a Chile, donde dieron una charla en la Cátedra abiertas en homenaje a Roberto Bolaño, de la UDP, y además presentaron su nuevo trabajo, la novela El infierno, publicada por Planeta.
Se trata de una novela ágil, directa, entretenida y que nuevamente nos lleva al pasado. Esta vez, hacia la década de 1860, bajo el convulso reinado de Isabel II, quien debió enfrentar más de un alzamiento popular en su contra. En ese contexto, en Madrid se conocen Leonor -una bailarina de variedades- y Mauro -un estudiante de medicina revolucionario-, el flechazo es instantáneo, pero dejan de verse. Se reencuentran accidentalmente en Cuba -aún colonia española- donde ella ha llegado casada con un hacendado que no ama, y él se encuentra como esclavo en un ingenio azucarero.
Sí, la novela nos relata una realidad muy poco conocida, la de españoles pobres que fueron engañados para ser llevados a Cuba como esclavos, tal como los africanos. Por cierto, además además aparecen una serie de oscuros y sangrientos rituales.
Carmen Mola recibe a Culto en un hotel del sector oriente de Santiago. Al llegar del almuerzo, hacen animadas bromas entre ellos que devela una buena comunicación. Son un equipo aceitado, cada uno va turnándose en responder las preguntas. Jorge Díaz es el que comienza: “Empezamos por pensar en un Madrid muy distinto al de La Bestia, un Madrid muy divertido, que había elegido de ser una ciudad oscura, con epidemias, y que tenía teatros, parques de atracciones, cafés, cantantes, donde se empezaba a cantar flamenco, nos gustó mucho y decidimos irnos a esa época. Y claro, una vez que decidimos irnos a esa época empezamos a ver qué pasaba alrededor. Y nos encontramos con Cuba y la esclavitud. Resulta que España fue el último país europeo en abolirla. Y del mundo occidental, el penúltimo. España en 1886 y Brasil en 1888″.
“Entonces decidimos que no solo era una época que nos gustaba socialmente por el teatro, por ser Madrid divertido y tal, sino que teníamos la oportunidad de irnos a Cuba y contar algo que no se había contado mucho, como era que España había sido una potencia esclavista. Y bueno, pues fuimos juntándolo todo, más la intención de escribir un folletín de amor, y entonces, bueno, pues metimos todo en la coctelera y salió El infierno”.
Como en su novela anterior, El infierno la ambientan en el siglo XIX, ¿por qué les resulta interesante?
Agustín: Yo creo que la primera idea detonante es que nosotros en Madrid nos reunimos en un lugar del centro muy cerquita del ayuntamiento. Ahí existen estas placas que conmemoran algo y nos encontramos con una que decía: ‘Este lugar fue sede del Teatro Variedades’, que fue sede de los bufos madrileños. Entonces nos llamó la atención porque no teníamos ni idea de que allí había habido un teatro, y no sabíamos que eran los bufos madrileños. Y ahí empezamos a investigar, y nos encontramos que efectivamente allí había un teatro, que se estrenaban obras muy populares, muy comerciales, estaba empezando a nacer el sistema de producción en cadena de obras de teatro. Eso por un lado. Y luego también seguimos avanzando en esta época que era un Madrid muy revolucionario. Había continuos levantamientos contra la reina y era una sociedad muy dividida entre ricos y pobres. Había una evidente clase social que vivía muy bien y una gran masa que era pobre y estaba en plena hambruna. Y ahí surge también el mundo de Cuba.
De repente nos encontramos con la Cuba colonial, que era un lugar que por un lado era súper esplendoroso, mucho más rico que España, y, por otro lado, escondía la esclavitud por debajo. Entonces, se convertía en una especie de espejo de lo que estaba pasando en España, pero de manera mucho más exacerbada. Allí los ricos eran hombres libres y los pobres eran esclavos.
Antonio: Ese siglo es súper interesante pero se estudia poquísimo y cuando te sumerges en él descubres todo esto, las revoluciones constantes, las guerras civiles, los muchísimos movimientos sociales, las crisis económicas constantes, las alternaciones en el poder, la expulsión de los Borbones, las restauraciones, la primera república. Un montón de elementos casi desconocidos y entre ellos que España era una potencia esclavista en la colonia Cuba. Es una cosa bastante desconocida en España.
¿Definirían esta novela como un thriller histórico?
Jorge: Sí, básicamente es un thriller histórico. Aunque hicimos lo mismo que en La Bestia, en que mezclamos otros géneros. La Bestia era thriller histórico, pero también era novela de aventuras, novela de terror en algunos casos. En esta hay mucho de folletín, incluso de western, cuando se escapan los esclavos y persiguen los cazarrecompensas, hay novela gótica en ese manuscrito que va apareciendo a lo largo de la novela. Pero vamos, sobre todo yo diría que El infierno es un thriller histórico, pero sobre todo es una historia de amor.
Ustedes se han adentrado sobre todo en la novela negra, ¿por qué eligen ese formato?
Antonio: A los tres nos gusta la novela negra, la novela policiaca. Es un género en el que nos sentimos cómodos. Pero es que, además, en la experiencia, en el proyecto de Carmen Mola, de autoría colectiva, nosotros necesitábamos escribir géneros. No nos podíamos decantar por la novela intimista, porque somos tres y nadie puede imponerle su mirada a sus compañeros. Un género tiene unas normas que están un poco más encorsetadas, era más fácil tramar la historia y podernos repartir luego el material para escribir la novela entre los tres. Las novelas intimistas están muy bien, pero no las podemos hacer entre tres. Entonces por ahí decidimos el policial, nos gusta ese género, como guionistas lo hemos cultivado mucho. También creemos que al público conecta enseguida con la novela policiaca porque te presenta el argumento muy desde el principio, enseguida hay un cadáver, un asunto, y ya el lector está atrapado.
En otro aspecto, ahora que ya se sabe lo del seudónimo y que ustedes son Carmen Mola, ¿en qué les ha cambiado la vida?, ¿es lo mismo que antes?
Jorge: Pues la vida nos ha cambiado mucho, evidentemente. Menos de lo que la gente cree, porque nos ha cambiado en un sentido distinto. Cuando escribíamos las novelas sin que nadie supiera quiénes éramos, acabábamos una novela, nos llevábamos una semana de vacaciones y empezábamos la siguiente. Podíamos seguir con nuestras actividades personales y Carmen Mola era una parte de nuestra vida, pero podíamos seguir escribiendo guiones o libros o lo que fuera. Claro, después de ganar el Planeta, por ejemplo, antes nunca habríamos estado aquí en Chile charlando contigo, haciendo una presentación, y de aquí nos vamos a Colombia, y de Colombia a México. Nuestra vida ha cambiado en que estamos mucho más ocupados que antes, en que ahora entre la promoción, la atención a los lectores, las ferias del libro, y todo eso, pues estamos muy ocupados.
Otra cosa es que nos gusta mucho, ahora tenemos más trabajo. Después, te sitúa en una posición que es lo que envidiaría cualquier escritor, desde luego en lengua castellana, y supongo que en casi todas las lenguas. Tú sabes que vas a sacar una novela al mercado y que se va a leer. Después, gustará o no gustará, pero la va a leer la gente. No es eso como cuando yo saqué mi primera novela, que decía, ¿y esto lo va a leer alguien? Y la respuesta era no (ríe). Ahora sabes que se va a leer.
Agustín: A nivel personal, nos dio un poquito de vértigo. Estuvimos mucho tiempo en el anonimato y desde ahí yo creo que teníamos una virtud creativa: no teníamos que rendir cuentas a nadie con ninguna de las novelas. Nosotros escribíamos lo que nos apetecía, lo lanzábamos sin ningún miedo a cualquier tipo de repercusión, o sea, a que de repente alguien nos diga ‘os habéis pasado’, ‘es muy dura esta trama’, o ‘esto es demasiado raro’, este tipo de cosas, ¿no? Y nos sentíamos un poco francotiradores escribiendo. Entonces, evidentemente, cuando ganas el Planeta, la masa lectora se hace todavía más grande, salimos de España, venimos aquí a Latinoamérica, pues durante un momento sí que sentías esa presión de, uy, a ver qué hacemos ahora, cuál es el siguiente libro, porque hay muchos ojos mirándote. Lo que sí nos hemos propuesto, y yo creo que de momento lo estamos consiguiendo, es que eso no nos afecte. Que sigamos manteniendo esa libertad que tenemos. Si nos apetece hacer un folletín del siglo XIX con toques de gótico y de western, lo hacemos, porque es a donde nos apetece ir sin estar demasiado pendientes de la expectativa que pueda generar la novela.
Antonio: El cambio principal en mi vida yo creo que es el de poder decir que no a trabajos que no me interesan. El escritor freelance, el escritor autónomo, tiene que ir haciendo su dinero y su sustento, cogiendo un montón de proyectos y plantarse muchos tumbos, porque uno se cae, otro sigue. Pero es un lío. El autónomo está acostumbrado a decir que sí a todo. porque sabe que de ocho cosas se van a caer seis, y te quedan dos que no sabes cuáles son de antemano. Ahora, por primera vez, puedes decir no a algo que no te interesa, una serie de televisión, uff, no me gusta el productor, no me gusta el tema, no lo hago, y porque te salen las cuentas con los libros. Yo siempre he envidiado a esos escritores que en la solapa te describen su currículum y de pronto dice ‘desde el año 87 se dedica exclusivamente a la literatura’. ¡Guau! Lo ha conseguido, porque dedicarse exclusivamente a la literatura es dificilísimo. Y de pronto nosotros nos podemos dedicar exclusivamente a la literatura, aunque no lo hacemos. Seguimos con los guiones también, porque nos gusta.
Finalmente, ¿qué opinan de la Inteligencia Artificial?
Jorge: Llevamos un año escuchando hablar de la Inteligencia Artificial y en este año ha evolucionado de una manera asombrosa. O sea, no me puedo ni imaginar lo que va a evolucionar en los próximos 2, 3, 4 años. Entonces, yo estoy seguro y convencido, no sé si mis compañeros piensan lo mismo, que dentro de X años, tú le vas a poder decir a la Inteligencia Artificial, haz una novela de Carmen Mola y la va a hacer mejor que nosotros. Otra cosa es que para que la Inteligencia Artificial pueda hacer eso, tiene que haber estudiado un escrito de Carmen Mola. Y nosotros no le hemos dado permiso. Entonces, algo habrá que regular. Pero que yo estoy convencido que no se le pueden poner puertas al campo. O sea, la Inteligencia Artificial va a evolucionar de una manera que no nos podemos ni imaginar.
Agustín: Creo que hay una cosa que es el signo de los tiempos y es que esta revolución tecnológica que vivimos, se supone que es como la gran revolución tecnológica, la de la Inteligencia Artificial, y que va muchísimo más rápido que nuestros legisladores. Entonces no se está legislando nada y mientras tanto todo sigue avanzando y luego cuando ya está todo hecho es muy difícil llegar y intentar ponerle puertas al campo. No pasa por detener el avance de la Inteligencia Artificial sino legislar su acceso a los permisos, porque puede llegar y copiar todos los cuadros de Hopper y hacer un Hopper nuevo. Pues tendrán que pedirle permiso a los herederos de Hopper, ¿no? Todo eso tiene que estar regulado de alguna manera, porque si no, lo que estamos es permitiendo el plagio universal. Pero que va a llegar y que nos va a traer cosas que no somos capaces de imaginar, también estoy bastante convencido.
Antonio: A mí me preocupa la idea de que la Inteligencia Artificial puede reemplazar al escritor muy fácilmente si es que el escritor se suma a la infantilización general de nuestros tiempos, tanto en propuestas literarias como en la lectura. El lector es muy infantil y le vale cualquier cosa. Y los escritores se van volviendo más infantiles en sus relatos, en sus argumentos, en sus propuestas. Si el escritor no mantiene una singularidad en la estructura de la historia, que sea compleja o en la mirada, que sea realmente muy particular, muy individual, seremos fácilmente reemplazables. Si el escritor mantiene un poquito el oro profesional y la singularidad en la mirada, es más difícil que te reemplacen porque te vuelves más inimitable. Pero me temo que la sociedad está súper infantilizada y la literatura también lo está.