“Esta es una noche que recordarán el resto de sus vidas… están a punto de presenciar el concierto 540 de Pulp”, proclaman las pantallas gigantes. Puede ser, como también es probable que para una parte de las 15 mil personas que asistieron ayer a la segunda jornada y final de Fauna Primavera en el Parque Ciudad Empresarial de Huechuraba, esa cita inolvidable fue la primera hace once años en el mismo evento, en el debut de los británicos en Chile.
La advertencia cobra sentido en la medida que el carisma y el estilo de Jarvis Cocker -”mi nombre es Jarvis”, se presentó-, se emplean a fondo para que este regreso de Pulp tenga características memorables.
Vestido como siempre de traje oscuro aterciopelado y con los lentes ópticos característicos de grueso marco, se exhibió locuaz introduciendo los temas como un narrador experto. La fama de Pulp, la más áspera de las bandas del Brit Pop, es la de observadores de clases con acento en la gente común y corriente. Las letras son kilométricas, los estribillos resultan escasos pero formidables -Disco 2000 fue la segunda de la noche acompañada de una explosión de confeti-, y la banda carece por completo de algo parecido al glamour. No hay nada en ellos que delate la bohemia musical y la impronta rockstar, excepto que van abriendo paso a la voz del cantante con una consistencia granítica. Destierran con actitud estalinista los lucimientos; solo la canción importa y el sello, claro, de Jarvis Cocker con sus poses características como un crooner larguirucho y espasmódico que se tiende de espaldas, salta, sube y baja escalinatas, resopla discreto mientras habla, y se cuelga guitarras acústicas para sumarse al pequeño batallón que es Pulp en directo.
¿Una noche memorable? Por cierto. ¿Para el resto de la vida? La respuesta queda en blanco.
Por la tarde el trío bieloruso Molchat Dolma, oriundos de Minsk, resultó llamativo por la voz dramática y fúnebre de Egor Shkutko cantando en su idioma, para un puñado de canciones dark retro con sintetizadores y programaciones, acompañados de guitarras y bajos de acordes económicos. En algún momento sus canciones parecían estar compuestas de la posibilidad de girar todas las perillas y presionar todos los botones y las bases rítmicas más manidas de sus equipos, recurriendo a los clichés de la electrónica y la new wave de los 80. Los lugares comunes no fueron obstáculo para una parte de la audiencia, dispuesta a bailar el electro pop tétrico de Molchat Dolma.
En esta segunda jornada, acorde a los datos de la producción, nuevamente 15 mil personas llegaron hasta Huechuraba, en una tarde primaveral perfecta.
Siguió The Blessed Madonna, el proyecto de la DJ Marea Stamper. Hasta 2020 era conocida como The Black Madonna, en cita a las pinturas homónimas de los siglos XIII y XIV. Tras una petición en línea argumentando motivos raciales, Stamper tuvo que cambiar su nombre artístico. Reputada, entre otros reconocimientos, por remezclar a Dua Lipa, puso a bailar al público con segmentos de Beyoncé en medio de un arsenal discotequero.
Siguió Babasónicos, a 20 años de una de sus obras cumbres, como es Infame. Los argentinos, que tal como la mayoría de los números de Fauna Primavera, merecían más volumen y resolución -¿qué pasa con el volumen en este festival? ¿por qué se escuchan más fuertes las conversaciones del público que los artistas?-, no demostraron mayores nostalgias excepto, claro, que algunas de sus mejores canciones en más de 30 años, figuran en esa joya de rock en español de todos los tiempos. Fue un show algo irregular, con una desabrida versión de Sin mi diablo. En cambio, se rehabilitaron en Irresponsables y Los Calientes.
Dargelós estuvo destemplado intentando nuevos fraseos en piezas clásicas como Putita, que no funcionaron del todo en un show de menos a más. Babasónicos, que a estas alturas son de la casa en Chile, registran -lejos- mejores jornadas en décadas de visitas.
La programación continuó con los daneses WhoMadeWho, una especie de power trío de electrónica, con una historia de 20 años que ha evolucionado desde una formación tradicional de guitarra, bajo y batería, hasta la configuración actual dominada por máquinas y un set de batería deconstruido. El público respondió bailando y celebrando su música ultramoderna y aún cableada a los arreglos de guitarra de tonalidades cristalinas, y líneas de bajo para catapultar el movimiento. Calentaron la noche a la espera de Pulp.