Ha sido quizás la gran controversia en el mundo cultural chileno durante 2023. En junio pasado se reveló que el gobierno de Chile –a través del Ministerio de las Culturas- había rechazado la invitación de la Feria del Libro de Frankfurt para que el país se convirtiera en invitado de honor de la edición 2025 de la cita. Los argumentos que se entregaron fueron presupuestarios y se aseguró, por parte de las autoridades, que las prioridades eran otras en la industria. El lugar finalmente lo terminó ocupando Filipinas.
La determinación tuvo variadas esquirlas. No sólo las más diversas críticas del mundo editorial, ámbito que no concebía que Chile se restara de la mayor cita del planeta en su rubro.
Sólo días después, el presidente Gabriel Boric salió a desautorizar al propio ministro de las culturas de ese entonces, Jaime de Aguirre, quien precisamente había justificado el hecho en razones financieras.
“Está decisión no pasó por mí, ni me fue comunicada oportunamente, y yo le manifesté al ministro De Aguirre mi discrepancia, porque considero que gastar en Culturas es una tremenda inversión, no un gasto, esta no es plata que se tira a la basura”, dijo el mandatario.
La situación erosionó las relaciones entre ambos y fue una de las causas que explica la salida cerca de un mes después de De Aguirre de la cartera.
Pero Chile ahora enfrenta una suerte de revancha. Según confirman fuentes conocedoras de la materia a Culto, el país será ahora el invitado de honor de la entrega 2027 de la feria alemana, la que se realizará del 6 al 10 de octubre. La información se oficializará de manera inminente.
La participación de Chile se dio tras una serie de gestiones que buscaron restaurar el traspié de hace unos meses y que intentaron que el país no perdiera la oportunidad de ser protagonista del encuentro editorial más relevante e influyente del orbe.
Gran parte de las tramitaciones las llevó adelante la actual ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, quien ya cuenta cerca de tres meses -desde que asumió en agosto- trazando los acercamientos para materializar el paso por Alemania.
Además de Filipinas en la entrega 2025, República Checa ocupará el mismo rol al año siguiente.
La Feria del Libro de Frankfurt tuvo su primera edición en 1949, en la Alemania dividida y desecha de postguerra; la del Plan Marshall y la intervención de las potencias aliadas en la entonces República Federal alemana. Hoy es un boyante polo que reúne anualmente a 7.000 expositores de cien países y a 300 mil visitantes, entre editores, libreros, escritores, agentes literarios, ilustradores y hasta productores cinematográficos. ¿A qué van? Principalmente a hacer negocios en torno a los derechos de publicación.
Es decir, no es una cita con stands de las editoriales y la gente llegando a comprar libros y acudiendo a las firmas organizadas de autores. Pese a que uno de sus días está abierta al público, su objetivo es casi estrictamente comercial y apunta a la industria.
En una entrevista de 2017 con el sitio WMagazin, el mismo director de la Feria, el alemán Juergen Boss, definió así al evento: “La Feria de Fráncfort no es una feria tradicional porque aquí nunca se han vendido libros. Es un punto de encuentro que trata sobre el comercio y los derechos internacionales de los libros. Se trata de la distribución a nivel internacional donde el tema de derechos ha crecido bastante. Antes el autor cedía los derechos a la feria y la feria los cedía a las editoriales. Hoy las cosas son diferentes”.
Por lo mismo, ser invitado de honor entrega una importancia sustancial: permite que los libros se traduzcan a distintos idiomas, que exista prioridad para alianzas con casa internacionales y que el país protagonista sea el foco de parte importante de los movimientos y gestiones que se suscitan en la instancia.