El destino dictaba en afiches y carteles que la penúltima noche del Festival de Viña de 2010, fijada para el 26 de febrero, se encaminaría así: el grupo nacional La Noche abriría los fuegos, luego sería el turno de la cantante colombiana Fanny Lu (parte del jurado), para rematar bien avanzada la madrugada con el gran astro de esa edición, el guatemalteco Ricardo Arjona.
Como buena estrella, su paso por la Quinta Vergara tendría la apuesta de un plato de fondo.
Sin embargo, la realidad determinó otro escenario. A última hora, el baladista adelantó los tiempos de la organización y terminó presentándose después de La Noche, relegando a Fanny Lu al cierre, cuando casi ya no quedaba audiencia en la Quinta Vergara, ese minuto donde los vendedores de churros y cuchuflíes generan más caudal que el propio público presente.
La modificación horaria podría haber quedado en el olvido inmediato, ser una de las cientos de anécdotas que alimentan cada año la cita veraniega, pero no: esa misma madrugada, ya siendo 27 de febrero a las 3.34 horas, un fuerte terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter sacudió la zona centro sur del país. Viña del Mar fue una de las tantas ciudades afectadas por el sismo.
La misma Quinta Vergara sufrió desprendimiento de parte de su estructura. Por tanto, la exigencia de último minuto de Arjona fue providencial y milagrosa: de haber aparecido en el cierre, su espectáculo se habría extendido posiblemente hasta la hora del movimiento telúrico, lo que habría tenido al recinto repleto. La maniobra finalmente evitó una tragedia mayúscula.
En ese momento, y antes del terremoto, la explicación oficial que se dio por el cambio de horario aludió a asuntos técnicos: el montaje de Arjona era tan grandilocuente, que no había forma de dejarlo para final. “Ese fue el argumento oficial con que se jugó en medios y a nivel de organización”, dice un productor involucrado ese 2010 en la venida del hombre de Mujeres.
Otra justificación menos protocolar -y que esa noche corría entre pasillos de la Quinta Vergara- apuntaba que Arjona y su equipo no habrían aceptado que el artista apareciese en una franja horaria menos estelar para la TV, casi al filo de la madrugada, cuando naturalmente el encendido de televisores, el rating y la atención bajan. O sea, él tenía que ser el protagonista sin mayores contratiempos de esa velada.
Pero hay incluso una tercera explicación, quizás la más singular (¿y delirante?) de todas: esa misma mañana, el cantante habría sido avisado vía teléfono por su consejera espiritual de que por favor no saliera a cantar tan tarde, ya que eso provocaría un descalabro “de vida o muerte”. El hecho lo reveló en 2020 en entrevista con Culto Beto Cuevas, quien en Viña 2010 ofició como jurado de la competencia internacional y fue testigo de toda la seguidilla de acontecimientos.
“Tiempo después me enteré, por una persona que era como la consejera espiritual de Arjona, que lo llamó esa mañana y le dijo que bajo ningún motivo él podía cerrar ese show, porque era una cuestión de vida o muerte. Que si él lo cerraba podía morir gente. El no le dijo eso a nadie, pero ella acertó a su predicción”, contó el cantante de La Ley.
Como fuere, la acción de Arjona evitó un drama sin precedentes. El destino había dictado que él debía alterar la programación y aminorar el impacto de un desastre.