Dentro de la vasta producción de Chloe Ardelia Wofford, más conocida como Toni Morrison se incluyen novelas cruciales como Ojos azules (1970), Sula (1973), La canción de Salomón (1977), La isla de los caballeros (1981) y su inmortal Beloved (1987). Sin embargo, la Premio Nobel de Literatura 1993 también incursionó en el terreno del cuento.
No fue de manera prolífica, por cierto. Su único relato, Las dos amigas (un recitativo), está fechado en 1983 y relata la historia de dos mujeres, Twyla y Roberta que se conocen de niñas. Una afroamericana, otra, blanca, que llegan a un hogar de menores. “Mi madre se pasaba la noche bailando y la de Roberta estaba enferma. Por eso nos mandaron a Saint Bonny’s. La gente, cuando se entera de que has estado en un centro de acogida, quiere darte un abrazo, pero en realidad no fue tan terrible”.
Hoy, Las dos amigas se puede encontrar en las librerías de nuestro país a través de Lumen. Se trata de un relato en que su gran particularidad, es que nunca sabemos quién es la afroamericana, y quién la blanca, y más todavía cuando se ambienta en los convulsionados Estados Unidos de la época en que el tema de los derechos civiles estaba en el centro del debate público. Para su autora, como lo comentó, se trataba de “un experimento que trataba de suprimir todos los códigos raciales de una narración sobre dos personajes de distinta raza para quienes la identidad racial resulta crucial”.
Es que la realidad siempre fue uno de los temas centrales de la literatura de Toni Morrison. “Quiero descubrir una verdad sobre la vida cotidiana de Estados Unidos, la vida de los afroamericanos viviendo en un contexto histórico crítico que se ha ocultado”, declaró Toni Morrison a una entrevista a El País, en 2013. “A los países les gustan los cuentos de la patria porque les da seguridad a las personas. La realidad es una triste verdad donde tenemos mucho que ocultar y avergonzarnos. En mis libros busco hacerlo desde el lado del conquistado. Lo que hago es quitar las tiritas para que se vea la cicatriz de la sociedad, la realidad. No hay que tener miedo de mirar al pasado porque solo así se sabe quiénes somos”.
Aunque en charla con The New Yorker, reconoció tener claro su público. “Estoy escribiendo para personas negras, de la misma manera que Tolstoi no estaba escribiendo para mí, una niña de color de 14 años de Lorain, Ohio. No tengo que disculparme o considerarme limitado porque no [escribo sobre personas blancas], lo cual no es absolutamente cierto, hay muchas personas blancas en mis libros. El punto es no tener al crítico blanco sentado en tu hombro y aprobarlo”.
En su discurso de aceptación ante la Academia Sueca, Morrison reflexionó sobre cómo el lenguaje puede dar cuenta de fenómenos de los que ella relataba en sus libros. “El lenguaje nunca puede mantenerse fiel a la vida de una vez por todas. Ni debería. El lenguaje nunca puede inmovilizar la esclavitud, el genocidio, la guerra. Ni debería anhelar la arrogancia de ser capaz de hacerlo. Su fuerza, su felicidad está en alcanzar lo inefable”.
Palabra de Zadie
Esta edición de Las dos amigas incluye un interesante epílogo de la escritora inglesa Zadie Smith. Para ella, “el detalle crucial se nos oculta. La historia es un rompecabezas, pues; un juego. Aunque, claro, Toni Morrison no juega. Cuando afirmaba que Las dos amigas era ‘un experimento’, lo decía en serio. Y el objeto de ese experimento es el lector”.
Smith también se fija en otra dimensión, la del subtítulo. En su opinión, la escritura de Morrison en este relato tiene una musicalidad muy particular. Notoria cuando se lee en voz alta. “La música de Morrison empieza con ‘el habla común’. La autora tenía un oído muy fino y el rescate de ciertos rasgos lingüísticos afroamericanos de la corrupción de la cultura dominante estadounidense es una característica que define sus primeras obras. En cambio, en este relato el resto de plasmar ‘el habla común’ se complica deliberadamente, puesto que aquí muchas palabras tienen que cantarse ‘en una misma nota’; esto es, oímos las palabras de Twyla y las de Roberta, pero, a pesar de que la una y la otra se distinguen con claridad, no somos capaces de diferenciarlas del único modo que de verdad nos interesa”.
En un momento, en el centro de acogida, ambas amigas realizan una broma pesada a una persona lisiada. Zadie Smith lo comenta y saca una conclusión: “Morrison quiere que nos avergoncemos por cómo tratamos a los desvalidos, con independencia de que nosotros también nos sintamos desvalidos. Y una de las complejidades éticas de Las dos amigas radica en el hecho incómodo de que, incluso cuando Twyla y Roberta discuten para reafirmar su propia identidad (para reafirmar que las dos son ‘significantes’), al mismo tiempo asignan a otros individuos el papel de insignificantes”.
“Creo que lo que hay de esencialmente negro o blanco en Twyla o Roberta lo aportamos a Las dos amigas nosotros mismos, dentro de un sistema de signos en el que han trabajado de forma colectiva demasiados seres humanos desde hace ya centenares de años”-
Toni Morrison falleció el 5 de agosto de 2019, a la edad de 88 años.