Columna de Marcelo Contreras: el efecto Placebo
El ciclo de la nostalgia los alcanzó. Son clásicos y, por lo mismo, se espera un repertorio a la altura del recuerdo; de revivir cuando estremecieron la escena rock, entre las últimas cartas conquistando popularidad juvenil a costa de guitarras.
La noticia dura reveló que Placebo agotó en menos de seis horas el jueves de la semana pasada, las entradas para su regreso a Chile el próximo 20 de marzo en el Movistar Arena. Entre el anuncio del concierto a una década de su última visita, y la venta de los boletos para un recinto con más de 16 mil localidades, en un escaso intervalo de tres días, el pulso en redes sociales expusó cierta desilusión por el eventual set list. Actualizado por última vez en agosto, demuestra una absoluta confianza en Never let me go publicado en marzo del año pasado; ocho canciones seleccionadas de una obra tibia de escasos fulgores y minutaje de sobra.
Los fans más antiguos se declararon frustrados por la ausencia de clásicos, cuando Placebo pavimentó la invasión de la tribu emo en el cambio de milenio, que mutó en una familia de rock angustiado y romántico donde cabían junto a Linkin Park y My Chemical Romance.
La confianza en el último material integra la dinámica de la mayoría de los artistas musicales. Se comprende que después de procesos intensos y trabajosos como la composición y grabación de un álbum, que implica repasar el material y sus detalles innumerables veces, la intención sea exhibir la obra como una declaración de presente creativo y vigencia. Lo extraño con Placebo es que Without you I’m nothing (1998), el título que los instaló en el mapa mundial -un éxito tardío de Brit Pop si se quiere-, fue marginado del último tour. Un capricho y una torpeza no regalonear a los seguidores, con las canciones que ganaron sus corazones y fidelidad.
El listado, que perfectamente puede cambiar de aquí a marzo, no privilegia el material más reconocido por el cual la banda británica del guitarrista y cantante Brian Molko y el bajista Stefan Olsdal, se convirtió en un fenómeno generacional en países como México y Chile, para sorpresa de los músicos. Su cancionero se adelantó en abordar la salud mental y temáticas de género, como ocurre con el personaje de Nancy boy, un petardo de rock afilado, urgente y ambiguo, entre lo mejor del explosivo debut de 1996. David Bowie enganchó con la última novedad y los embarcó como teloneros ese mismo año. Para su cumpleaños 50 celebrado con un concierto en el Madison Square Garden, en enero de 1997, Placebo figuraba entre los selectos invitados.
Con Without you I’m nothing dieron un salto monumental integrando elementos de electrónica, glam y estructuras que bebían de The Cure -la hermosa Burger queen es un verdadero homenaje-, mientras en el single Every you every me, hasta hoy su canción más popular, el encantador truco consistía en acelerar el juego de guitarras y bajo, patentado por la banda de Robert Smith.
Quizás Placebo representa un caso paradojal en que decir no a las drogas, redunda en perder parte importante del encanto artístico. Rehabilitado tras el lanzamiento de Meds (2006), Molko se parece al personaje desencantado y sin chispa de Sin mi Diablo de Babasónicos. Progresivamente, la música se convirtió en un eco cada vez más lejano de una veta desaparecida.
Nunca se recuperaron de la partida del baterista Steve Hewitt en 2007, presente en la etapa más sólida de la banda. Por un corto tiempo su reemplazante, el estadounidense Steve Forrest, representó un segundo aire a partir de Battle for the sun (2009); pero entre la diferencia de edad y una energía con link al pop punk, la química era escasa y Placebo comenzó a desdibujarse hasta que se marchó en 2015.
El ciclo de la nostalgia los alcanzó. Son clásicos y, por lo mismo, se espera un repertorio a la altura del recuerdo; de revivir cuando estremecieron la escena rock, entre las últimas cartas conquistando popularidad juvenil a costa de guitarras.
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