A sus 87 años, Mario Vargas Llosa ya está cerrando las puertas por dentro. En el último tramo de su vida, quiere estar menos expuesto a la opinión pública. Por ello, acaba de anunciar que cesará en sus funciones como columnista del matutino español El País, en el que escribió desde 1990 su sección llamada Piedra de toque. En charla con el mencionado periódico, señala que se le hacía cada vez más difícil cumplir.
“Mi memoria ya no es la que era y eso hace mucho más duro escribir. También se me hacía cuesta arriba cuando estaba recuperándome del covid”, indicó el Premio Nobel de Literatura 2010. Y recordó por qué le puso Piedra de toque a sus columnas: “En su primera versión, Piedra de toque era una columna que yo escribía en una revista peruana, Caretas. No recuerdo el año, pero debe haber sido en la segunda mitad de los setenta. Un día descubrí que la piedra de toque era la piedra que servía para medir la pureza y el valor de los metales, y tuve inmediatamente la certeza de que ese era el nombre perfecto: una columna que sirviera para medir, o sea encontrar, la verdad en el mundo que nos rodea. Por eso resucité el nombre cuando empecé a colaborar en El País”.
Vargas Llosa reconoció que el hecho de escribir columnas tuvo bastante diálogo con su trabajo literario. “Es más fácil decir cómo ha influido el periodista en el novelista que al revés. Para poder escribir novelas yo he necesitado siempre tener un pie en la actualidad. Yo no soy un escritor de literatura fantástica sino realista, y además el hecho de vivir tantas horas, todos los días, embebido en la ficción ha significado la necesidad de salir de ese mundo de imaginación y ver, tocar, el mundo real, salir de la torre de marfil. Seguramente ser novelista aporta algo a la hora de escribir columnas, porque el novelista tiene una cierta sensibilidad al ver la actualidad y eso debe reflejarse de alguna manera”.
Además, en sus novelas más de algún personaje ejerce el periodismo. Y eso es porque tiene una fascinación por el ejercicio de la profesión de los medios. “Están sumergidos en el barro humano, porque viven, sobre todo el reportero de calle, la aventura de la vida a diario. Y me ha tocado conocer personajes fascinantes, en mis épocas de juventud, en los periódicos. La Crónica me permitió conocer los bajos fondos de la ciudad de un modo muy cercano. En la radio, donde trabajé también de joven, conocí personajes con una dosis de locura que daba a su trabajo algo muy atractivo”.
Si bien, en El País comenzó a escribir en los 90, lo cierto es que su actividad en periódicos data de fines de la década de 1950. Con tanta experiencia a cuestas, Vargas Llosa se da el tiempo de aconsejar: “Jean-François Revel decía que la columna debe ser una idea. Si hay más, se dispersa y pierde eficacia. No significa que en el desarrollo no pueda haber más cosas, pero debe haber un centro. Y lo otro es que opine con integridad, sin importarle el efecto que pueda tener en amigos o enemigos, o incluso si discrepa con la línea del medio donde uno opina”.
Entre la novela y un amor
No es el único retiro de Vargas Llosa. Ya en octubre de este 2023 se conoció que Le dedico mi silencio (Alfaguara), su nuevo libro, será su última novela. Así lo anunció él mismo en un apartado al final junto con comentar cuál será el libro final de su trayectoria. “Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré”, anotó Mario Vargas Llosa.
El libro cuenta una historia ambientada en el Perú de ‘Toño’ Azpilcueta, un experto de música criolla que descubrió a su guitarrista más talentoso, ‘Lalo’ Molfino. En el transcurso del relato, descubre que la habilidad de este va de la mano con sospechas que tenía y que, además, su amor por los valses, marineras, polkas y huaynos peruanos tiene que ver con un motivo social.
Vargas Llosa ha estado vinculado a otras actividades, como su ingreso a la Academia Francesa, no sin polémica porque la institución pasaba por alto dos de sus normas. La primera, admitir a un escritor que no escribe en francés; la segunda, a un candidato mayor de la edad tope de 75 años, ya que el peruano tenía 85 en ese momento. Además, un grupo de intelectuales franceses publicó una carta en el diario Libération en el que se manifestaron contrarios al nombramiento del autor de La guerra del fin del mundo. “Amenaza con legitimar posturas que pisotean los valores de la democracia a los que Francia quiere asociarse, como la libertad de expresión, la aceptación de resultados de sufragios y el derecho a defender causas sin arriesgarse a perder la vida”, señalaron.
Por esa razón, a mediados de este 2023 se publicó Un bárbaro en París. Textos sobre la cultura francesa. En sus páginas, pasea por autores clásicos como Molière, Flaubert, Víctor Hugo o Simone de Beauvoir. No es casual, el hombre se ha declarado un ferviente admirador de las letras de ese país. De hecho, hablando en francés, el autor de La fiesta del chivo pronunció un discurso en que hizo referencias a la cultura francesa y a su antecesor, Michel Serres. Además, se refirió al rol de la literatura en las democracias liberales. “La novela salvará a la democracia o se sepultará con ella y desaparecerá”, dijo en parte de su alocución.
“Quedará para siempre, cómo no, esa caricatura que los países totalitarios hacen pasar por novelas, pero que están allí, solo después de atravesar la censura que las mutila, para apuntalar las instituciones fantasmagóricas de semejantes caricaturas de democracia de la que es ejemplar la Rusia de Putin atacando a la infeliz Ucrania”, señaló en otro momento.
Incluso, en la citada entrevista con El País dio cuenta de que estaba leyendo un clásico de la literatura francesa: “Ahora estoy releyendo Madame Bovary, aunque por primera vez en español”.
Además, en el plano personal, en diciembre del 2022 se puso fin al vínculo que mantenía con la socialité Isabel Preysler tras un romance de ocho años. “Mario y yo hemos decidido poner fin a nuestra relación definitivamente. No quiero dar ninguna declaración más y agradezco a los medios de comunicación que nos ayuden en esta decisión”, afirmó escueta la oriunda de Manila, Filipinas. Quizás por ello, Vargas Llosa dedicó su última novela a Patricia Llosa, su prima y quien fuera su esposa por 50 años. En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse.