Daddy Yankee siempre cuidó su gloria. En el Festival de Viña bajó de un trono, en la gira de su retiro proyectó un avión gigante, la semana pasada puso autos a dar vueltas antes de cantar La Gasolina; pero en los últimos minutos de su último concierto -al menos de su vida como Daddy Yankee- la gloria fue para otro.
“Mi gente: este día, para mí, es el más importante de mi vida. Y se los quiero compartir porque no es lo mismo vivir una vida de éxito que una vida con propósito”, dijo y lo siguieron gritos de apoyo de una parte del público y el silencio -curioso o inquieto- de la otra parte.
“Quiero decirle al mundo entero que Jesús vive en mí y yo viviré para él”. Poquito después, una cruz hecha de drones que estaba a sus espaldas se deshizo para formar la frase “Cristo te ama”. Daddy Yankee dejó caer el micrófono que se rompió al tocar el suelo; un bautismo sin agua, una forma de vida que quedaba atrás para que comenzara una nueva en la que Daddy Yankee vuelve a ser Raymond Ayala y predica el evangelio a través de su música.
A la salida del concierto, los drones en el cielo formaban la frase “Cristo Viene”.
La noticia de su conversión salió en todas partes y me dediqué a la inevitable actividad de leer los comentarios. Algunos decían que después de haber llevado a la perdición a tanta gente tenía la audacia de hacerse cristiano. Otros respondían que siempre se puede estar a tiempo. Otros, que ahora quería la plata de la iglesia. Y por supuesto estaban los que pensaban que esta era una clásica movida iluminati: había vendido su alma al diablo y ahora necesitaba recuperarla.
“¿Hay fanáticos molestos con Daddy Yankee por entregarse a Cristo?”, preguntaba un podcaster puertorriqueño a su millón de seguidores en Instagram.
“Normal”, posteó Farruko, que pasó del reggaetón mundano a Jesús, arrepintiéndose de reivindicar las drogas en “Pepas”, una canción que tiene 1.398.752.047 escuchas en Spotify.
Farruko no fue el primero. Antes estuvo Voltio, antes Héctor el Father, antes Vico C y antes El General, el mismísimo de “Rica y apretadita”; el mismísimo a quien muchos sitúan como el punto de origen del reggaetón. El General se retiró de la música el 2004, el año que salió La Gasolina, y el 2006 se hizo Testigo de Jehová. Desde entonces ha dado solo una entrevista en la que dijo que su música había sido inspirada por el diablo. Pero esa frase, divertida o estremecedora según el punto de vista, me interesa menos que ésta:
“Cuando se prendía la cámara, se prendía mi rostro, mi sonrisa, todo. Pero cuando llegaba al hotel había un bajón grande, un silencio”.
Para El General, un silencio. Para Daddy Yankee, una vida sin propósito. En los relatos de conversión, suelen haber dos líneas de argumento.
La de quien tiene todo lo material, pero siente que está vacío.
La de quien no tiene nada y necesita encontrar un consuelo y la promesa de una vida mejor en un reino que no es de este mundo.
Los reggaetoneros conversos han vivido el tránsito de no tener nada material hacia tenerlo todo. “Somos de calle”, canta el mismo Daddy Yankee, que recibió un balazo en un tiroteo que lo dejó sin poder caminar durante un año, y Voltio y Farruko estuvieron en la cárcel. Luego vino lo de hacer mucha plata, hacerse un nombre, y en medio de eso, el silencio.
Vuelvo a centrarme en Daddy Yankee por un motivo. A diferencia de otros reggaetoneros, nunca vivió un desborde: siempre ha tenido la misma esposa, dice que solo se ha emborrachado una vez en la vida, dice que no consume ninguna droga salvo marihuana y desde hace años que habla como si estuviera dando una lección. No digo esto como una reivindicación de su moral, sino como explicación de mi sorpresa ante su conversión. Sin desborde, no parecía requerir el orden que da una iglesia. Además de que en su música sabían convivir canciones como “Taladro” (“no importa como lo ponga/tú sabes que te lo cuadro”) y canciones en las que habla de Cristo. Pero, según Héctor el Father, se escoge al mundo o se escoge a Dios.
Ahora que Raymond Ayala escogió absolutamente a Dios, pienso que su forma de vacío era más inmensa e intensa que la de tenerlo todo y sentir que no tenía nada. Su vacío, creo, fue el de serlo todo. Nunca -desde el 2004 en adelante- ha dejado de sonar. Alguna vez dijo “Daddy Yankee no es un cantante, Daddy Yankee es un movimiento.”. Al anunciar su retiro le preguntaron quién sería su sucesor -¿acaso Bad bunny?- y su respuesta fue ambigua. Sospecho que no piensa que pueda tener sucesor. Sospecho que piensa que el único que está realmente cerca de Dios, es él.
Hace cinco años, J. Balvin cantaba “Dios bendiga el reggaetón/Amén”, pero tal vez sea el reggaetón el que está bendiciendo a Dios.