Andy McCluskey (64), fundador de OMD, una de las bandas esenciales para el desarrollo del synthpop, sabe bien que la mejor forma de predecir el futuro es construirlo. Bauhaus staircase, el tema que da nombre al nuevo álbum de esta institución británica oriunda de Wirral -distrito aledaño a Liverpool en el condado de Merseyside- versa precisamente sobre el poder del arte para inspirar y alimentar el alma.
“En el tiempo del Covid, cuando no podías ir al museo o a un concierto, te dabas cuenta de lo vacío que es el mundo sin el arte. Aún así, los gobiernos no aportaron nada al arte en esos instantes. (Los artistas) no somos trabajadores esenciales para ellos. En Inglaterra tenían posters que decían ‘hoy ella baila ballet, pero mañana puede ser una contadora’. Es para decirnos que nos vayamos a la mierda. Como negocio no valemos nada para ellos. Es algo triste”, sentencia a Culto vía Zoom.
El confinamiento marcó ciertas condiciones para la gestación de la nueva placa, cuarta desde su reformación en el nuevo milenio. “Hace seis años estábamos de gira, hicimos shows para nuestro aniversario número cuarenta y las últimas presentaciones fueron en febrero de 2020. En marzo de ese año, el mundo se apagó. Me sentí como un adolescente. Mi vieja estaba viendo la tele y yo no tenía ganas de ver lo que ella veía. ¿Qué mierda hago? Me voy a mi pieza y hago algo creativo como pintar o hacer música. En esta pieza, en mi sala de programación, ahí está mi micrófono, y no hay nada más que hacer. Redescubrí la parte creativa del aburrimiento total y comencé a trabajar en música”.
En ese proceso, Andy comenzó a reflexionar sobre el lugar del ser humano en la historia. “Me puse a pensar en la cleptocracia. Yo creía en la democracia, pero hay varios narcisistas serpientes vendedores de petróleo que la capturaron, y no necesito decir quienes son, ¡sabemos quienes son! La canción Kleptocracy está llena de rabia sobre eso. Anthropocene habla de nosotros como especie, sobre cómo estamos dejando atrás una era geológica. Si es que hay una inteligencia en el futuro nos verán a nosotros solo como otra línea evolutiva. Evolution of the species es más directamente científica, sobre cómo las cosas cambian y evolucionan. Naces, creces, te reproduces y mueres. A veces, al reproducirte, mutas y esa nueva especie puede llegar a sobrevivir si las circunstancias del planeta son más positivas para ella, o simplemente muere por no poder adaptarse. Pero no todo es rabia en las composiciones. También hay un deseo de pensar y repensar en que podemos ser amables y dar amor, ser empáticos como seres humanos. Estaban esos dos costados: la rabia y las ganas de decirle a la gente que también le amaba, en la música”.
La evolución es un hecho, no una teoría
El encierro no necesariamente significó volver a las influencias históricas de la banda, porque, en palabras de Andy “luego de 45 años en OMD nosotros somos nuestra propia influencia (risas)”. Imitando la evolución, el sonido desarrollado por Andy y su aliado Paul Humphreys nació por accidente, hace cuatro décadas y media.
“Fuimos afortunados y estábamos en la cúspide de la ola cuando rompió. Nosotros experimentamos, así escribimos. Solo haciendo algo nuevo es que nos emocionamos. Una nueva idea, un nuevo sonido. Nunca hacemos las palabras primero. siempre son lo último, porque si escribes la letra primero luego tienes que pasar tiempo haciendo que la música encaje y la música se vuelve aburrida, un complemento”.
Uno de los temas legendarios de OMD, Joan of Arc, nació precisamente de esa ética.
“Paul y yo comenzamos a tocar en un bajo, él tenía un piano y un órgano baratos, usábamos cualquier cosa que hiciera un ruido extraño. La cinta era nuestro medio para escribir realmente, lo registramos todo en cinta. Joan of Arc comienza conmigo simplemente cantando por cinco minutos una sola nota, esta suerte de coros; luego entra un glockenspiel tocando ese mismo acorde de La mayor, y posteriormente un golpe de latón sonando encima, como un ruido blanco. Después entra el bajo. Comenzamos muy ambient y fuimos sumando partes hasta sólo al final poner la letra. A Brian Eno le hubiera encantado cómo se gestó. Son experimentos musicales, pero no nos gustan los experimentos que no suenen musicales, tienen que ser escuchables. Es como ‘oye, escucha esto nuevo que hice’. ‘¡Sí, es fantástico!’ ‘¿Quieres escucharlo de nuevo?’ ‘Fuck no!’”, ríe.
-A propósito de experimentos, tengo entendido que la canción If you leave para la película Pretty in Pink de John Hughes fue escrita en un día.
Escribimos una canción llamada Goddess of love y luego cambiaron el final de la película. Cuando fuimos a Los Ángeles para mezclarla aparece John Hughes y nos dice ‘me encanta la canción, es genial, pero no tiene sentido ya con la letra porque hicimos una proyección de prueba del filme y a las chicas no les gustó el final’. En el final original, Molly Ringwald termina quedándose con Duckie y las chicas que la vieron dijeron ‘no, el tipo es buena onda, pero es su amigo, tiene que quedarse con el apuesto’. Entonces el final lo cambiaron, y estábamos en Los Ángeles y John nos dice que si podemos escribir otra canción. Tuvimos que entrar a un estudio, no teníamos ni siquiera nuestros propios instrumentos porque estaban en Inglaterra, así que arrendamos un montón de cosas y tuvimos que inventar If you leave de la nada, en 24 horas.
-El cual fue todo un hit.
Tuvimos suerte. Creo que es eso. No todo lo que haces es oro. Nueve de diez veces tienes una idea y no resulta. Y, si tienes algo de cerebro, dejas de lado eso que no funciona y te pones a trabajar. Fue una suerte haber estado ese día trabajando en sólo una idea y que terminara al mismo tiempo siendo oro.
Para Andy, el panorama musical actual es complejo. A diferencia de 1975, el año en que la banda comenzó a gestarse, hoy no quedan territorios sin explorar.
“No me gustaria estar en una banda que parte ahora, para empezar ninguna compañía firmaría a una banda llamada Orchestral Manoeuvres In The Dark, ¡que puto nombre es ese, no nos interesa! Mucha música en los charts ahora parece como si las compañías tuvieran inteligencia artificial ya escribiéndola, así lo siento yo, o tal vez estoy muy viejo. El problema que tenemos es que estamos en la era postmoderna de la cultura. Todo está construido en base de referencias a referencias”, explica.
“En 1975, si te parabas en el paisaje musical y mirabas en 360 grados podías ver que estaba el rock de los 70, el pop de los 60, el reggae; que había música disco por un lado, electrónica por otro, y un espacio vacío entre el pop y la electrónica, otro espacio vacío por otro lado… había lugares donde ir. Era como partir de España o Portugal en el siglo XV, podías descubrir lugares que ningún europeo había visto; pero ahora no puedes, no musicalmente. Además, ahora tienes que demostrarle a un sello que ya has encendido la llama, que tienes que tener cierta cantidad de vistas en YouTube, Instagram, TikTok, Facebook, Soundcloud, etc. Demostrar que tienes cientos de personas pendientes de lo que haces y luego tal vez te den el dinero para poder echarle más bencina al fuego. Estoy muy feliz de no tener que estar partiendo ahora”.
Navegando los siete mares
Si existió alguna vez un territorio en medio de la nada, esa es la localidad de Leigh, donde Factory records y Zoo organizaron los días 25-26 y 27 de agosto de 1979 el fallido Leigh Festival, un evento de tres días en el cual esperaban 15.000 personas y llegaron finalmente sólo un centenar.
“Hicieron este festival de 3 días que era justo en feriado bancario, y el problema fue que el lugar estaba en medio de la puta nada y no habia buses, llegaron 150 personas solamente. Las bandas eran Joy Division, Echo and The Bunnymen, A Certain Ratio, OMD, Teardrop Explodes y Crawling Chaos”, recuerda riendo Andy. Algo muy diferente a la experiencia de ver a U2 en The Sphere, reflexiona: “Nosotros tenemos pantallas, nos gusta tener visuales, pero tienes que tener un equilibrio. La idea es que la gente sienta nuestra presencia y ellos la nuestra. Hay un intercambio de energia emocional, la idea no es ver la puta television. ¿Necesitaba U2 estar en el escenario realmente? Es como decir ‘¡Andy, sale de ahí, quiero ver la tele!’. Es sorprendente pero no tiene sentido tener la banda ahí”.
Lo mismo ocurre con la intromisión de la Inteligencia Artifical en los oficios creativos, algo que no convence para nada al hombre que compuso Enola Gay: “Creo que puedes programar máquinas y computadoras para hacer trabajos mejor que los humanos. Van a hacerse cirugías AI, habrá choferes, AI, pilotos AI. Puedes introducir algoritmos y patrones en un computador para jugar ajedrez mejor que un maestro, porque el ajedrez es estrategia; es ver las opciones más favorables para ganar. Puedes usarlo para componer, pero, si la pregunta es si eso será realmente hermoso e interesante, no lo sé. He escuchado canciones de Oasis hechas por AI, de los Beatles por AI, pero es un pastiche, es una copia barata. Suena como Liam cantando, como las mismas guitarras, los mismos acordes, pero es copiar algo ya hecho. No creo que la AI cambie la música -no la buena, al menos- porque no puede copiar el pensamiento lateral humano, la creatividad, lo intuitivo. Tal vez un día, pero no he escuchado aún nada creíble”.
Del mismo modo, para quienes a fines de los setenta delinearon -junto a Gary Numan, The Human League, Daniel Miller, Depeche Mode y Devo- el curso de la música synthpop de los próximos 40 años y contando, las guitarras no sirven para hablar del futuro.
“Una guitarra es sólo una guitarra, pero con la música electrónica y los samplers y programaciones puedes hacer lo que quieras. Creo que si quieres hablar de ciencia y de esos conceptos, de explorar la posibilidad del futuro, naturalmente te irás a la electrónica, del estilo que sea. ¿Por qué querrías escribir música sobre el futuro con instrumentos de los dinosaurios? No vas a inventar el futuro con un hacha de piedra, lo vas a hacer con un computador. Hay muchos estilos y no los odio, porque hay lugar para todo. Pero no me digas que puedes hacer música del futuro con eso, sólo estás en un nicho y eso está bien, pero no podrás ser el futuro con instrumentos del pasado”.
Ciertamente Billy Gibbons de ZZ Top estaría de acuerdo, ya que sus pasos en el escenario los robó del mismísimo McCluskey. “Nunca creí lo de Billy Gibbons hasta que leí su libro. Me topé a Billy en un ascensor en los años noventa y nos presentamos y él le dijo a Dusty ‘este es el tipo al que le robamos los pasos’”.