Reconoce que aún no ha escrito lo que va a decir, pero ya tiene claro lo más importante: la idea. En abril del 2024, la argentina Leila Guerriero (56) vendrá a Chile para dar una charla invitada por Santiago en 100 Palabras (cuyo certamen de cuentos, presentado por Fundación Plagio y Escondida|BHP, se encuentra abierto hasta el 30 de abril). Con su voz pausada la comenta al teléfono con Culto, desde Buenos Aires. “La idea es contar cómo se trabaja una crónica, en el sentido de ver cómo la observación de algo se termina transformando en un texto, cómo se realiza una observación en los ámbitos urbanos y el rol que juegan las ciudades en esas crónicas. Es hablar sobre el oficio del cronista, del trabajo del reporteo y ver de qué manera la figura de las ciudades se termina insertando en esto”.
Escritora, cronista, periodista y editora, Guerriero es de las figuras más relevantes del llamado Periodismo narrativo en Latinoamérica. Ha publicado en La Nación y Rolling Stone, de Argentina; El País y Vanity Fair, de España; El Malpensante y SoHo, de Colombia; revista Paula, en Chile, además de ser editora para Latinoamérica de la revista mexicana Gatopardo. Sus volúmenes de perfiles, como el imperdible Plano americano (Ediciones UDP, 2013) u Opus Gelber, Retrato de un pianista (Ediciones UDP, 2019) han marcado a miles de lectores, lo mismo que sus lúcidos y vívidos libros de crónicas como Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico (Tusquets, 2005) o La otra guerra (Anagrama, 2020).
Por lo mismo, Guerriero es una referente del periodismo. Por lo que bien vale la pena consultarle su opinión sobre el oficio en tiempos de redes sociales, donde abundan las fake news. “Yo creo que justamente en esa maraña confusa de falsas noticias o de desinformación, el periodismo debe hacer un trabajo arqueológico y hacer conversar el pasado con el presente. Cosas que se sostienen ahora que son las contrarias a las que se sostuvieron en el pasado, es algo que pasa muy a menudo. Hacer nexos entre situaciones que tuvieron lugar hace 10 o 20 años y situaciones que suceden ahora. Creo que hay un periodismo bien hecho, por gente que tiene información, que tiene una mirada con espesor, con inteligencia y que está equipada con una cantidad de movimientos que uno ya hace naturalmente por trabajar en este oficio: el chequeo de la información, el confrontar una información dudosa con más de una persona, son cosas que, por supuesto, pueden aportar muchísimo a la conversación pública. El problema no está solamente en lo que vos llamás fake news -y que yo prefiero llamar desinformación en las redes sociales-, el problema está en que a veces aquello que se etiqueta como periodismo termina siendo un gran promotor de estas cosas. Esa malversación de no poner las cosas en contexto, de mover la información hacia el lado que la línea editorial del periodista o del medio le conviene. Pero yo sigo creyendo en que el periodismo tiene mucho para decir en momentos de gran confusión. Es una manera de entender mejor un mundo que se presenta cada vez más confuso, y creo que hay una responsabilidad social a la que el periodismo debe responder”.
Hablando de medios, hace pocos días Mario Vargas Llosa anunció su retiro como columnista, y se fue dando un consejo: que el columnista “opine con integridad, sin importarle el efecto que pueda tener en amigos o enemigos, o incluso si discrepa con la línea del medio donde uno opina”. ¿Qué le parece?
Yo estoy de acuerdo con eso. El punto es que hay un conflicto que a mí me parece interesante y es todo un tema de conversación: ¿cuáles son los medios que están dispuestos a aceptar que eso suceda? Por supuesto que hay medios que lo aceptan y que de hecho son los mejores, pero el problema es que no todos los medios tienen esa idea. Son muchísimos los que tienen la idea de imponer su propia línea editorial, cuando en verdad lo más interesante sale cuando hay discusión, encontronazos, confrontaciones. Incluso, a veces sucede que a través de los años el mismo columnista tiene un cambio de mirada, y es honesto y es valiente también exponer ese cambio. Conozco a muchos colegas que han estado convencidos de esto que dice Vargas Llosa, que han tenido que dejar los medios en los que trabajaban.
En los últimos años también has hecho talleres de escritura. ¿Cómo ha sido esa experiencia para usted?
Yo empecé a dar talleres esporádicamente en el 2004, 2005. Creo que uno de los primeros talleres que di fue para editores en El Mercurio, allí en Santiago, lo cual fue bastante arriesgado de mi parte. Nunca había dado un taller y fui a dar un taller para editores nada menos. Pero doy talleres de manera continua desde el año 2010. Desde ese año tengo un taller todos los lunes de manera presencial en mi casa. En 2020 sumé otro taller los días miércoles por Zoom que se sostiene desde entonces, en los últimos años la mayor parte de las personas que vienen al taller se han mantenido casi inalterables, son casi los mismos, no se hacen cupos. Además de eso he dado talleres en decenas de lugares, no diré cientos para no alardear, pero he dado talleres de distintos tipos: talleres de producción de textos, talleres teóricos, talleres para doce personas, o clases teóricas para mucha más gente, en Uruguay, España, Chile, Colombia, Nicaragua, El Salvador, México. A esta altura, después de 13 años, se diría que dar talleres forma parte de lo que hago, tanto como la escritura, tanto como la edición. A mí me gusta, aunque me desgasta muchísimo. Dar talleres en una experiencia que puede ser muy, muy, muy cansadora. Depende, por supuesto, si hacés un taller intensivo de una semana y estás en la mañana y en la tarde todo el tiempo dando clases y escuchando consignas y textos y respondiendo a preguntas, al final terminás aniquilada. De pronto una clase de tres o cuatro horas es un poco más llevadera.
¿Y de todos esos cuál es el que más le gusta dar?
Me gustan sobre todo los talleres de producción de textos, o sea cuando trabajamos con los textos de los talleristas. Siempre me resulta muy estimulante encontrar un grupo nuevo de gente que haya sido bien escogida y siempre me pregunto lo mismo: ¿cuál de todos estos será el que me va a deslumbrar?, porque siempre hay un grupo que no conozco y siempre hay alguien que resulta muy bueno. Después por ahí hay uno que es bueno y después están todos como en un pelotón un poco más parecido entre sí, sin querer decir que sean malos, pero bueno la excelencia no es algo que se encuentre tan a menudo. Creo que dar estos talleres también me ha obligado de alguna manera a organizar mis propias creencias, reflexiones, dudas y convicciones acerca de lo que hago. Me ha obligado a tener una metodología para transmitir lo que haces. Por supuesto, el intercambio con los talleristas es muy nutritivo y a veces es bien intenso, bien punzante, ¿no? Te hace poner en cuestionamiento muchas cosas que de pronto en la soledad de tu escritura no te pondrías en cuestión. A mí me resulta muy estimulante. Hay momentos del año en los que estoy cansada y no quisiera dar ninguna clase más. Pero en general me detengo en diciembre y retomo en marzo. En algunos momentos he decidido dejar parcelas de tiempo libres de clases cuando tengo que encarar algún trabajo de escritura muy absorbente, porque si uno lo hace con entrega, la tarea de la transmisión no te deja mucha cabeza para otra cosa.
En otro aspecto, ¿qué piensa del nuevo presidente de Argentina, Javier Milei?
Presté atención a la figura de Javier Milei desde mucho antes de que fuera candidato siquiera a la Cámara de Diputados. Ya cuando lo vi por televisión me pareció preocupante que una persona con ese discurso hiciera subir el rating de la manera en que lo hacía subir, y que pudiera activar todas esas ideas en la sociedad sin que hubiera casi ningún tipo de protesta, sino más bien una cosa celebratoria y hasta jocosa, sin que nadie le hiciera preguntas incómodas. Después fue candidato a diputado, yo dije ojo, y terminamos con él como presidente. Yo creo que logró recoger un malestar de la población completamente justificado, por todos los años de gobierno en que las cosas se hicieron mal y llegamos a esta situación con más de 40% de pobreza y quién sabe cuánto de inflación, pero hasta que se fue el gobierno anterior teníamos el 142% más o menos de inflación interanual. Eso habla de algo que se ha hecho muy mal. Con el voto a Milei, la gente demostró esa ira, demostró un castigo, pero preocupantemente también demostró que todos los consensos y discusiones que parecían zanjadas se reactivaron de mala manera. Este hombre sostiene que no hubo terrorismo de Estado durante la dictadura, sino excesos, sostiene que hay que cancelar la educación pública, que hay que acabar con la salud pública, y transformar el país en un lugar de un capitalismo extremo y salvaje, y termina siendo votado por una enorme cantidad de la población. Yo me aboqué a comprender ese voto con un intento de no ofuscarme, creo que no lo logré del todo.
Por un lado, comprendo completamente y estoy de acuerdo con que los gobiernos previos fueron muy catastróficos. Pero Milei me pareció un límite que no se iba a pasar, menos en este país, y se pasó. Yo no tengo el afán -que tienen muchas personas- de querer que todo estalle y que vaya todo mal. No, no lo tengo. Yo no quiero que la gente sufra, no quiero que la gente se muera de hambre, no quiero que nadie lo siga pasando mal, pero no veo cómo eso no va a ser así con los anuncios económicos que se están haciendo, que van -creo yo- en sentido contrario, a pesar de que en el discurso de este hombre todo el tiempo se decía que el ajuste no lo iba a pagar la gente, sino lo que él llama la casta, y lo que se ve es lo contrario. O sea, su gobierno está repleto de gente que viene de años de experiencia política, muchos de los cuales fueron defenestrados o insultados por él durante la campaña como su actual ministra de seguridad, Patricia Bullrich, y por el otro lado todas las medidas económicas que se anunciaron y que tienen que ver con el aumento del impuesto, con el aumento de la tarifa de los transportes, con el despido masivo de gente de instituciones del Estado, van precisamente en contra de la gente. Entonces, ¿qué va a pasar con todo eso? Yo no lo puedo decir ahora, hay que observarlo muy atentamente. Me parece que hay un lugar de prudencia en el cual conviene mantenerse por un tiempo, porque este es un país bastante complejo con lo que pasa en las calles y todo eso. Creo que no es deseable que pase nada malo con nadie, ni de un lado ni del otro.
¿Y qué piensa de la Inteligencia Artificial?
Mirá, la verdad es que no me he entregado con entusiasmo a investigar todo esto, no te lo puedo contestar. Creo que va a tener muchísimas repercusiones en muchos aspectos de la vida. No sé cuáles serán los aspectos de la escritura que puedan estar influidos por una inteligencia artificial. Yo por ahora sigo escribiendo y prefiero seguir leyendo a personas que escriben y no a máquinas, pero me parece que cualquier cosa que pueda decirse ahora es un poco futurología. En mi caso, muy barata, porque como te digo no me he estado ocupando ni interesando en cosas producidas con inteligencia artificial. Ya sé que es el tema del año, y yo ahí prefiero ejercer mi oficio de lo que soy, que es eso que llaman cronista y que la definición es la de un periodista que siempre llega tarde cuando las cosas ya pasaron. Prefiero seguir mirando con cierta calma. Yo no soy en absoluto reticente a la tecnología, pero tomo lo que creo que me sirve para mi vida o para mi trabajo, nada más. No tengo redes sociales porque me distraen muchísimo, el WhatsApp lo uso con absoluta prudencia con los familiares y con algún amigo. Tengo una actividad en la web fuerte, pero para lo que tiene que ver con mi trabajo, mis investigaciones, mi búsqueda de material, etcétera. Entonces digamos que no estoy corriendo detrás de la última novedad del momento. Así que no podría responderte mucho esa pregunta todavía, a lo mejor si hablamos en dos años.