Francisco Melo estuvo en Panguipulli en octubre de este año. El actor y dramaturgo Felipe Castro lo convocó a participar en El Riñihuazo, una ambiciosa obra basada en la historia de cómo se evitó la inundación de Valdivia tras el terremoto de 1960. El montaje –que pasó por Panguipulli, La Unión y Valdivia– contaba con coros, vestuario y ambientación de época y un equipo que alcanzaba la cincuentena de personas, entre colegas de la región y Santiago, niños que integraron el elenco y técnicos.
Según Melo, la envergadura de ese espectáculo teatral es una rareza en el contexto actual y se explica en gran medida porque fue concebido con un afán educativo. “En general hoy no puedes hacer un proyecto con más de cuatro personajes. A no ser que lo tengas enteramente financiado o hagas una danza estratégica de recursos”, señala. Y ejemplifica: “Si quieres realizar un Hamlet o un Rey Lear, no lo puedes hacer con todos los personajes. No hay plata. No dan los números”.
En ese escenario, dice, se ha reforzado su preferencia por proyectos que le demandan un tiempo limitado de su agenda. Este año el actor filmó en el norte la película La hija del Pacífico y luego grabó en Concepción La cacería: En el fin del mundo, la segunda temporada de la serie de 2018, que debuta en el prime de TVN este jueves 4 de enero.
Mientras bebe un sorbo de café, también se pronuncia sobre las recientes declaraciones de Amparo Noguera, sobre todo tomando en cuenta que es uno de los intérpretes de mayor y más exitosa trayectoria en el medio local. En entrevista con radio Futuro, la actriz cuestionó el manejo del gobierno del Presidente Gabriel Boric, asegurando que la cultura durante su administración “no floreció” y que la situación para los actores “ya es como invivible”.
¿Él realiza esa misma radiografía? “Total y absolutamente”, afirma. “Cultural y políticamente ha cambiado el escenario artístico, en especial el que tiene que ver con el mundo actoral. Si bien no leí la noticia, alcancé a ver los titulares, en que había una crítica directa al proyecto político cultural que se planteaba en este gobierno. Y es cierto”.
-Amparo Noguera proponía esa crítica sin mencionar a la actual ministra, Carolina Arredondo, ni a sus predecesores, Julieta Brodsky y Jaime de Aguirre. El gobierno se acerca a la mitad de su período. ¿Cuál es su opinión respecto a su manejo en esta materia?
A nivel cultural, sin duda que está total y completamente al debe en relación con las promesas que habían sido planteadas desde un principio, en campaña. Esa es la sensación que tengo. Sin haber sido yo partícipe de ninguna de esas campañas, ni mucho menos. Creo que muchos otros colegas quizá sienten que hay una deuda pendiente y que aún quedan dos años para llevarla a cabo. Ahora, en el plano de la realidad, en el plano económico, en el plano mundial, uno puede llegar a entender cuáles son las prioridades y bajarlas a la planilla Excel, para ver qué se puede hacer. Hay un pero que está faltando. Yo creo que están las ganas, están las intenciones, pero en los datos concretos no hay señal alguna.
“Actualmente el costo para hacer teatro, el costo para hacer series, el costo para hacer televisión, vuelven realmente inviable generar algún proyecto. O cualquier proyecto es tremendamente caro como para hacer de esto un espacio del cual uno pueda sobrevivir. Es raro que una obra dure más que un mes. ¿Hay algo más absurdo que eso? Antes no era raro saber de obras que llevaban seis meses. Hoy una excepción es el stand-up, que es un fenómeno tremendamente rentable: un solo personaje, con una sala llena, más encima en un bar. Es una combinación viable”.
-Asumiendo que en el teatro ha existido un descenso de la asistencia del público, ¿a qué lo atribuiría?
Pensando en el costo de la vida, siento que en general todo es bastante más caro. Hace poco conversaba con algunos colegas sobre que hay cierto peligro de que algunas producciones decidan hacerse afuera, porque es más barato en Perú o Colombia; en Chile es evidentemente más caro. Hablo de producciones teatrales y producciones audiovisuales. Los factores son varios. Uno le puede echar la culpa a que ahora la gente tiene Netflix en la casa o prefiere estar todo el día en la tablet viendo YouTube, pero yo no sé lo atribuiría a eso. La gente está saliendo menos, échale la culpa a la violencia, a la noche, a lo que sea, no sé. Pero yo creo que las variables han llevado a que en general el mundo del espectáculo, el mundo de la cultura, se vea mermado. Como decía la Amparo, se hace bastante inviable embarcarse en cualquier proyecto. Antes los elencos eran de 40 actores. En El circo de las Montini o en Pampa ilusión éramos 40, mínimo. Ahora los elencos son con cueva de 15.
-Todo es más chico.
Todo es más chiquitito. Son muy pocos los actores contratados por el canal. Toda la figura cultural ha cambiado mucho, pero las variables son diversas.
Entre agosto y septiembre de este año, Melo estuvo en televisión desempeñando un rol distinto al habitual: ejerció como anfitrión de Elegidos, el programa que Mega realizó a propósito de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado y que tuvo como protagonistas a los cinco presidentes de Chile tras la recuperación de la democracia, desde Patricio Aylwin a Gabriel Boric. Todos fueron entrevistados por el actor (en el caso de Aylwin, se exhibió una entrevista inédita de 2011).
“Me pareció interesante. Sentía que era un cierre de ciclo con un programa que hice en TVN, Algo habrán hecho por la historia de Chile. Pero también era diferente: aquí yo tenía disfraz de periodista, aunque no pretendía serlo”, indica.
Tras superar sus resquemores y convencerse con el formato, el intérprete aceptó la propuesta del canal al que llegó a su área de ficción en mayo de 2016. “No era un espacio que pretendiera ser un látigo, sino que consistía en invitarlos a hacer este recorrido por su memoria particular”, sostiene. “Pretendía ser una mirada neutra y existió el cuidado de replicar exactamente el mismo proceso con cada uno, más allá de que yo pueda tener más simpatía con unos que con otros”.
-En general, ¿cuál es su opinión respecto a la manera en que los canales nacionales respondieron ante esta conmemoración?
Me pareció bien. (Aunque) tengo la sensación de que nos enfrascamos cultural y políticamente en una discusión sin mucho sentido, sin mucha altura de miras, con respecto a las peleas constantes de cuál debiera ser la visión. Para mi gusto todo lo que sucedió con el Pato Fernández en relación con su salida (como asesor presidencial para la conmemoración de los 50 años) fue un poco un reflejo de la mala sintonía con la cual la estábamos enfrentando. Una pugna pelotuda entre bandos respecto a desde dónde había que poner la mirada. El objetivo por ejemplo de este programa (Elegidos) era bajar eso y observar esto desde la mirada personal de cada uno, mientras evaluamos un hecho histórico que nos marcó a todos y nos sigue marcando hasta el día de hoy. Entonces, para mi gusto, quedó algo desdibujada y perdimos la oportunidad de respirar. Fue en parte un reflejo de nuestra clase política, que está tan desprestigiada. Más allá de mi figuración mediática, me siento un ciudadano común y pienso que nuestra clase política está desprestigiada y genera poca empatía. No hay un líder político conmovedor, convocador. Estamos esperando.
-Con el paso del tiempo, ¿se ha vuelto más complejo mantenerse como una figura que no tiene una marca política tan evidente?
No, al contrario. Ahora más de viejo, ya no tengo problemas en decir que no frente a cualquier llamado. Así como otras veces lo hice, hoy no me interesa. No me siento capacitado como para invitar a nadie a tomar alguna opción. De las opciones presentes, no. Y no me gusta esa sensación como de ser utilizado. Aunque el día que de verdad esté convencido con algún proyecto político, quizá lo voy a hacer.
Visita a TVN
El actor desea hacer una precisión. Aunque en los próximos días se estrena su primer proyecto en TVN desde su salida del canal, a inicios de 2016, en rigor no es su regreso a Bellavista 0990. Luego de pensarlo un instante, cree que hay otro término que se ajusta mejor: es una “visita” a la estación en la que trabajó durante más de dos décadas y donde coleccionó destacados roles en producciones como Sucupira (1996) y ¿Dónde está Elisa? (2009).
“Mi vínculo contractual es con Mega”, asevera sobre la casa televisiva en la que hoy graba una nueva teleserie, una vespertina ambientada en Puerto Octay que protagoniza junto a la actriz Paola Volpato.
Aunque sólo sea de manera fugaz, TVN lo tendrá en su parrilla con la segunda temporada de La cacería (jueves, 22:45 horas), un título dirigido por Juan Ignacio Sabatini que curiosamente emitió su primer ciclo en Mega. Si en su origen (con el título La cacería: Las niñas de Alto Hospicio) se basó en el psicópata que aterrorizó a la comunidad entre 1998 y 2001, los nuevos episodios se inspiran en la desaparición de Ricardo Harex, el joven del que se perdió el rastro el 19 de octubre de 2001 en Punta Arenas.
Según el guión escrito por Enrique Videla y Paula del Fierro, el personaje de Melo, César Rojas, ahora es un policía retirado que tiene una particular obsesión con la trama que se desata alrededor de la desaparición de un adolescente durante una noche de fiesta. Mientras une fuerzas con una suboficial de la ciudad (Manuela Oyarzún), su antiguo discípulo, Carrasco (Gastón Salgado), es enviado a investigar el mismo caso.
-¿Sintió que estaba visitando de nuevo al mismo personaje? ¿O lo encontró muy cambiado?
No estaba tan cambiado. El Rojas de la primera temporada también tenía un pasado bastante oscuro. Aunque en un inicio estaba solamente presentado, se alcanzaba a esbozar por qué este policía tenía tanto interés en relación con el tema de los crímenes sexuales. Quedó una semilla, un camino por el cual uno podía transitar.
“A diferencia de la primera, donde había que intentar encontrar al psicópata para ayudar a las niñas que seguían cayendo, aquí hay un solo cabro desaparecido y un cura que está escondidísimo, gracias a la maquinaria salesiana. Pero la segunda La cacería tiene que ver con algo muy personal, con la necesidad de cerrar un ciclo. A mí me queda la sensación de que, al fin y al cabo, (a Rojas) el cabro no le importa tanto”.
-Se percibe que para Ud. este proyecto no sólo es ir al set, hacer sus escenas y pasar a lo siguiente.
El vínculo con estos formatos, las series, que son trabajos muy cortos e intensos, para mi gusto se asemeja mucho más al concepto del oficio, al arte de la actuación, donde cada movimiento tiene mucho valor. A diferencia de lo que ocurre en una teleserie, donde estás durante ocho meses con un producto que crece contigo y no tiene todos los guiones desde un inicio; es distinto el vínculo que uno genera con ese proceso creativo. En este (las series) uno está en el taller con las herramientas precisas y hay que tener mucha delicadeza para no generar fallas en el producto final. El viaje de esta producción fue difícil, intenso, pero para mí fue muy grato.
-El estreno de la primera temporada generó rechazo entre los familiares de las víctimas del psicópata de Alto Hospicio. ¿Cree que ahora pueda producirse algún tipo de reacción similar desde los múltiples lados que aborda la historia?
Claro, desde el mundo salesiano a la familia… Yo no sé qué tan informada está la familia, que es lo que a mí más preocupa, honestamente. Tendría la delicadeza y el cuidado para resguardar el dolor que significa tener un hijo desaparecido hace 20 y tantos años, con un proceso de búsqueda de responsables que ha sido confuso, extraño, con suicidios de por medio, policías que entran y salen. Eso me preocupa más. Si en el otro lado gritan, no me importa. Creo que en general la serie está lo suficientemente delicada como para generar una discusión o una conversación tremendamente válida sobre cómo la Iglesia católica ha estado involucrada en crímenes de este tenor.
-¿Le parece adecuado que la serie haya cambiado los nombres de los personajes en los que se inspira?
Sí. Esta serie está inspirada, no pretende ser una radiografía de lo que es el caso. Pero no hay cosas inventadas. A partir de muchos datos y declaraciones, uno puede armar un puzle interesante y generar esta historia inspirada en el caso de Ricardo Harex.