Todo indicaba que la noche del 14 de junio del 2015 sería igual que el resto. Antes de irse a dormir, Dee Dee Blanchard y su hija Gypsy Rose se hicieron la manicura y, tras dejarla recostada en su cama, la mujer le hizo prometer que sería “una buena chica”. Pasó un rato hasta que Blanchard cayó profundamente dormida, boca abajo y sobre su colcha rosada. Sin embargo, lo peor estaba por suceder.
Esa misma noche, Gypsy había dejado la puerta de su casa -una llamativa estructura de madera rosada y con aberturas blancas ubicada en Springfield, Misuri- sin ningún tipo de seguro. ¿El objetivo? Que su novio Nick Godejohn, de 23 años, pudiera ingresar y asesinar a su madre con 17 puñaladas en la espalda.
Apenas cruzó la puerta, la joven le entregó una cinta adhesiva ancha, un par de guantes de látex y un cuchillo para faenar pescados. Mientras todo sucedía, Gypsy se encerró en el baño y tapó fuertemente sus oídos para no escuchar los gritos de su progenitora. Aún así, logró distinguir las últimas palabras de la mujer, que la llamaba mientras preguntaba con desesperación quién estaba en su habitación. “Soy tu maldita pesadilla”, fue la respuesta del muchacho. Después, un silencio mortuorio.
Luego de los hechos, Gypsy y Nick se encerraron en su habitación para tener relaciones sexuales por segunda vez en todo su noviazgo. Y tras finalizar, abandonaron el lugar para no volver más. A simple vista podría parecer un insólito caso más de matricidio. Pero la historia de Gypsy y su madre escondía una serie de secretos que lo transformaron en un suceso que acapararía la atención de todo el mundo, y que incluso calaría hondo en la cultura popular.
Lo cierto es que, para la joven, la muerte de su madre parecía ser la única forma de escapar de su destino: durante toda su existencia, Gypsy Rose vivió sometida a los engaños de su mamá, que desde pequeña la sometía a una infinidad de dolorosos procedimientos médicos innecesarios y la obligaba a fingir una serie de enfermedades que no padecía, en lo que hoy se analiza como un caso de Munchaussen by proxy -trastorno mental en que el cuidador de exagera y comienza a mentir para hacer creer que el menor padece condiciones médicas- completamente de manual.
Por más de 20 años, Gypsy creyó que, por lo bajo, padecía alteraciones cromosómicas, distrofia muscular, retraso madurativo y leucemia. Incluso le obligaba a andar en silla de ruedas y alimentarse a través de una sonda cuando lo cierto es que podía caminar y comer sin ningún problema, además de someterla a una operación de las glandulas salivales por un problema de salivación que ella misma había causado. La manipulación era tal que incluso en el momento del crimen y su posterior encarcelamiento, la joven no tenía certeza de cuál era su verdadera edad, pues su madre solía cambiar su fecha de nacimiento para hacerla ver aún más pequeña.
Tras lo sucedido en su casa en Misuri, Gypsy fue condenada a 10 años de prisión, mientras que su novio recibió cadena perpétua. Pero el jueves 28 de diciembre, y tras cumplir ocho años encerrada en el Centro Correccional de Chillicothe en Missouri, la joven salió de la cárcel para cumplir la libertad condicional.
La noticia remeció a los medios de comunicación, pues se trata de una historia que conmueve e indigna por igual. Sin embargo, su liberación trajo nuevamente a la contingencia los detalles de un caso tan insólito como triste.
Una vida de engaños
Clauddine Blanchard, conocida por sus cercanos simplemente como Dee Dee, nació el 3 de mayo de 1967 en Luisiana como la menor de seis hijos. Su madre tenía una vida bastante conflictiva: además de tener problemas con el dinero, tenía el típico comportamiento de una persona cleptómana. Su padre era quien debía resolver todos los estragos causados por el comportamiento de la mujer, e incluso debió rescatarla de la comisaría más de una vez.
Su comportamiento era rutinario. No solo era asidua a robar en las tiendas, sino que también fue sorprendida en varias ocasiones llevándose prendas ajenas en lavanderías automáticas. Incluso se dice que, en un punto, llegó a robarle cerca de 4 mil dólares a su suegro. Cuando se enfermó, fue Dee Dee quien se encargó de sus cuidados.
Pero ese rol no duraría mucho. Luego de algunos meses, su madre falleció con apenas 59 años. Y en la familia, todos responsabilizaron a la menor de las hermanas por su muerte. En algunas entrevistas dejaron entrever que la mujer podría haber muerto por inanición, pues Dee Dee casi nunca la bañaba y, además, casi no la alimentaba.
Las acusaciones no eran menores y, sin embargo, su vida continuó con total normalidad. A los 24 años y luego de haber estudiado enfermería, se casó con Ron Blanchard, un joven de 17 años que todavía no terminaba el colegio. La unión requería premura, pues Dee Dee había quedado embarazada de una niña. El 27 de julio de 1991 nació Gypsy Rose, y casi instantáneamente la relación entre sus padres terminó.
A pesar del embarazo, Ron se arrepentía de haberse casado tan joven, pues también sospechaba que su esposa tenía conductas extrañas, como la práctica de brujería. Así las cosas, Dee Dee y Gypsy se instalaron a vivir en la casa de su padre y su nueva pareja Laura. Una de las tareas hogareñas de la madre primeriza era cocinar. Pero apenas entró a la cocina, su madrastra comenzó a enfermarse de gravedad, pasando cerca de nueve meses en cama.
Por todo lo que había sucedido anteriormente, Laura comenzó a sospechar de la hija de su esposo, y se convenció de que trataba de envenenarla a través de la comida. Eso, más la extraña relación que sostenía con la pequeña Gypsy, convencieron a la pareja de expulsarla de su casa. Apenas se fueron, y casi por arte de magia, la mujer se recuperó por completo.
Antes de que abandonaran la casa de su padre, la familia ya había comenzado a sospechar de la relación de Dee Dee con su hija. Cuando tenía apenas tres meses, la llevó por primera vez al hospital, alegando que la niña tenía problemas para respirar durante las noches. Tras varios estudios e idas y vueltas al médico, los doctores terminaron por diagnosticarle apnea del sueño. La enviaron a su casa con una máquina que la ayudaría a no ahogarse mientras dormía.
Pero la madre no quedó conforme. Ese sería el comienzo de un eterno peregrinaje por hospitales y diversos especialistas que pronto se transformaría en una verdadera forma de tortura para Gypsy.
Cuando cumplió siete años, Dee Dee le comunicó a todos sus cercanos que su hija padecía de alteraciones cromosómicas y una distrofia muscular que le impediría caminar normalmente. A esa edad le consiguió una silla de ruedas, aunque Gypsy podía moverse sin problemas. Ante las dudas, la niña prefirió callar y confiar en la palabra de su madre. Si ella lo decía, sería por algo. No había razones para dudar.
De todas formas, hubo algunas ocasiones en que los diagnósticos que defendía su madre fueron cuestionados. Una de esas veces fue el 2001, en el Hospital Universitario de Tulane, donde le realizaron una serie de exámenes a raíz de su supuesta distrofia muscular que finalmente resultaron negativos. Aún así, la madre siguió afirmando que su hija padecía dicha condición.
En agosto del 2005, la zona donde vivían fue azotada por el huracán Katrina, uno de los más devastadores de la historia estadounidense. Sin embargo, la mujer supo convertir la tragedia en una oportunidad. Tras alojarse en albergues y pasar por distintas casas, Dee Dee no solo logró conseguir recursos de diversas organizaciones benéficas (incluso recibió su última casa gracias a la fundación Hábitat para la humanidad). También confeccionó fichas médicas falsas aludiendo a que todos los archivos médicos de Gypsy se habían perdido con las inundaciones por el huracán.
Y por supuesto que aprovechó de agregar más enfermedades a su hija: asma, epilepsia, problemas auditivos y musculares, discapacidad visual, parálisis del tronco inferior, daños en su sistema digestivo, eilepsia, asma y una serie de alergias alimentarias fueron algunas de las afecciones que Dee Dee le comentaba a los doctores cada vez que asistía a una nueva cita.
La guinda de la torta fue un presunto diagnóstico que agravaba todo lo demás: según la madre, la niña padecía de leucemia, por lo que la lista de medicamentos que debía consumir al día se acrecentaba más y más.
Para Gypsy, esta última enfermedad fue la más terrible de todas. Aunque sabía que podía comer y caminar, el cáncer era una condición muy difícil de notar. Además que todas las pastillas que su madre le proporcionaban la hacían de por sí tener síntomas como somnolencia, jaquecas, mareos y la pérdida de varios de sus dientes. Así fue como Dee Dee comenzó a rapar su cabello, una decisión estética que hacía que Gypsy se viera mucho más pequeña y enfermiza de lo que en verdad era.
En el camino, hubo un médico que sospechó que lo de Dee Dee tenía pinta de Munchausen by proxy: el neurólogo pediátrico Bernardo Flasterstein. Sin embargo, la madre, al notar las conclusiones del doctor, optó por cambiar de hospital y no visitarlo nunca más. Según contó el profesional al medio ABC Noticias, en vez de aliviarse, su reacción fue tratarlo de charlatán.
Cabe destacar que el aislamiento de Gypsy era total. Además de los constantes cambios de especialistas, nunca asistió a la escuela. Era educada en casa por su mamá y rara vez compartía con otros niños de su edad, siempre en ambientes completamente controlados por Dee Dee. Tampoco la dejaba hablar en entrevistas o en las citas médicas. Todo estaba completamente manipulado por la mujer.
Pero Gypsy no sería una niña para siempre, y mientras más se acercaba a la adolescencia, sus sospechas por los comportamientos de su madre se hacían más grandes.
La revelación
Pasaba el tiempo y la relación entre madre e hija no hacía más que empeorar. Gypsy era cada vez menos tolerante al control y las mentiras de su mamá, mientras que Dee Dee respondió a esa rebeldía con maltratos psicológicos y físicos hacia la joven.
En una ocasión, Gypsy se encontró con un hombre de 35 años que conoció en una convención de ciencia ficción. Pero su madre llegó antes e increpó al sujeto mostrándole un documento que señalaba que la muchacha era menor de edad. Sin embargo, para entonces Gypsy ya había cumplido los 20 años.
La reacción de Dee Dee fue romper el computador de su hija con un martillo y amenazarla con hacerle lo mismo a ella: “Si te encuentro haciendo esto otra vez, te voy a romper los dedos con un martillo”, le dijo furiosa. Además, la encadenó a la cama durante 14 días y puso campanas en las puertas para detectar cualquier movimiento.
Al tiempo, las cosas se calmaron y Gypsy pudo acceder a un computador con internet. Así llegó a una web de citas para solteros cristianos, donde conoció a Nick Godejohn, un joven de Wisconsin que tenía dos años más que ella.
Godejohn tampoco era un joven convencional. Su coeficiente intelectual era de apenas 82, padecía de un desorden de identidad disociativo (conocido como personalidad múltiple) y apenas un mes antes de comenzar a chatear con Gypsy, había sido detenido por masturbarse y mirar pornografía en un McDonald’s. Pronto se hicieron novios virtuales.
El tema del BDSM era algo que interesaba al joven. Incluso llegó a introducirla en este mundo. Les gustaban los disfraces y, según contó Gypsy, solían referirse a ellos mismos como “maestro” y “esclava”. En alguna ocasión, llegó a confidenciarle a una vecina que había encontrado a “su príncipe azul”.
La pareja solo se vio dos veces en persona antes del asesinato. La primera vez fue el 2015, cuando Gypsy y su madre fueron al cine a ver Cenicienta. El plan era que se encontraran de forma “casual” en el pasillo, donde Nick debía hacer todo lo posible por caerle bien a su mamá. Pero antes se encontraron en el baño, donde tuvieron relaciones sexuales por primera vez.
A Dee Dee no le gustó para nada la presencia del muchacho. De hecho, le prohibió a su hija que siguieran viéndose. Pero la relación continuó y, junto con ello, el plan para la “liberación” de Gypsy.
Una de las opciones era tener un bebé, aunque la idea no entusiasmó para nada a Nick. Así, optaron por orquestar la muerte de Dee Dee. Ante las dudas de Gypsy y en los días previos, el joven le envió un mensaje que decía: “Cariño, olvidas que soy implacable, y mi odio hacia ella la obligará a morir. Es mi lado malvado haciéndolo. No lo arruinará, porque le gusta asesinar”.
Tras concretar el asesinato y tener su segundo encuentro sexual -el que Gypsy definió como una violación-, la pareja tomó los 4 mil dólares que estaban escondidos en la casa y escaparon. La primera noche la pasaron en el motel donde Nick se estaba quedando, y luego partieron a la casa de la familia del joven.
En los días siguientes, los vecinos comenzaron a sospechar que algo no andaba bien. No veían movimiento en la casa y el auto seguía estacionado en el patio delantero. La última alarma llegó tras un posteo en la cuenta que Gypsy compartía con su madre, que decía “la perra está muerta”.
Tras avisar a la policía, el cadáver de Dee Dee fue encontrado todavía en la cama y rodeado de sangre seca. La nueva incógnita era qué había sucedido con Gypsy, pues en la casa estaba su silla de ruedas y todos los medicamentos que supuestamente necesitaba. La primera teoría fue un secuestro y, tras analizar la dirección IP desde la cual se posteó el texto en Facebook, llegaron al domicilio de Nick.
Sorpredentemente, los oficiales se encontraron con una joven totalmente saludable y de pie. Y tras investigar todo lo sucedido, se destapó todo el historial de mentiras y abusos que la muchacha soportó durante años.
El presente de Gypsy: casada en la cárcel y la cultura pop
A pesar de los pormenores del caso, tanto Gypsy como Nick fueron declarados culpables por el asesinato. Gypsy fue sentenciada a 10 años, mientras que Godejohn recibió condena perpetua.
En el programa Gypsy Rose & Nick: A Love to Kill, el joven aseguró que estaba perdidamente enamorado y que Gypsy era su “alma gemela”. Sin embargo, su relación terminó inmediatamente después de lo ocurrido el 2015.
En una entrevista de 2016 con el Dr. Phil McGraw, Gypsy dijo tener sentimientos encontrados respecto a su condena. “Creo firmemente que, pase lo que pase, el asesinato no está bien. Merezco pasar algún tiempo en prisión por ese crimen. Pero también entiendo por qué sucedió y no creo que esté en el lugar correcto para obtener la ayuda que necesito”, reflexionó entonces.
Durante su tiempo en prisión, la joven, de ahora 32 años, tuvo dos relaciones amorosas. La primera casi se concreta con un matrimonio, pero tras la pandemia las cosas se enfriaron y no llegó a suceder. Aún así, en agosto del 2022, el diario The Springfield News-Leader informó que Gypsy se había casado con un hombre llamado Ryan Scott Anderson, con quien mantiene su relación hasta hoy.
Por otro lado, la joven reanudó la comunicación con su padre. Durante su infancia solían conversar para sus cumpleaños, pero su madre siempre le recalcaba que nunca pagó manutención y que era un drogadicto. Dos cosas que, por supuesto, también eran mentiras.
Hace pocos días realizó una entrevista con la revista People, donde aseguró que se sentía arrepentida de la muerte de su mamá. “Estaba desesperada por salir de esa situación. Si tuviera otra oportunidad de rehacer todo, no sé si volvería a cuando era niña y les diría a mis tíos y tías que no estoy enferma y que mamá me enferma, o si regresaría al punto de esa conversación con Nick para decirle: ‘Sabes qué, voy a ir a contarle todo a la policía’. En cierto modo lucho con eso”.
Y aseguró: “Nadie me oirá jamás decir que me alegro de que esté muerta o que estoy orgullosa de lo que hice. Lo lamento todos los días. Ella no se merecía eso. Era una mujer enferma y desafortunadamente yo no tenía la educación suficiente para ver eso. Ella merecía estar donde estoy yo, en prisión cumpliendo condena por conducta criminal”.
Este 5 de enero, la plataforma de streaming Lifetime estrenará The prison confessions of Gypsy Rose Blanchard, un documental exclusivo que contará con los testimonios de Gypsy, su esposo y el resto de su familia. Sin embargo, el impacto de su caso en la cultura popular es mucho más extenso.
Sin contar los diversos reportajes televisivos, están los documentales Madre muerta y querida (HBO) y Gypsy’s Revenge, además de la serie The act, esta última, con una magistral actuación de Joey King como Gypsy y que le dio un Emmy a Patricia Arquette por su interpretación de Dee Dee.
El 2020, Netflix estrenó la película Run que, aunque no cuenta explícitamente la historia de Gypsy, sí está inspirada en su escabroso caso.