El 13 de octubre de 1972 el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya con destino a Chile se estrelló en la Cordillera de los Andes. En el avión había cuarenta pasajeros y cinco tripulantes. El coronel Dante Laguarara creyó que ya estaban en Curicó, sin embargo, aún faltaban cerca de 60 kilómetros para llegar a ese lugar, donde cambiarían el eje para aterrizar en el Aeropuerto Los Cerrillos. Esto provocó que la nave impactara con una montaña, dañando gravemente la estructura, eliminando ambas alas y parte de la cola.
Diez pasajeros y tres personas de la tripulación murieron en el momento. Con el paso de las horas, durante la gélida noche en la cordillera, fallecieron cuatro pasajeros. El implacable cordón montañoso no les dio tregua, el frío, las heridas y las malas condiciones no permitían que el grupo llegara a algún lugar donde poder ser vistos. Un alud se sumó a las desgracias, fenómeno natural que cobró la vida de ocho personas más.
Los esfuerzos de búsqueda comenzaron inmediatamente, desde Chile y Uruguay se enviaron equipos que sobrevolaban la cordillera para encontrar al avión; sin embargo, la enorme cantidad de nieve impidió que el operativo fuera exitoso. El 21 de octubre, a casi una semana del accidente, la búsqueda se detuvo.
Durante las semanas posteriores la sed y el hambre se sumaron al agotamiento, quedaban 16 sobrevivientes, entre ellos, Numa Turcatti, un joven que viajaba a Chile en compañía de sus amigos Pancho Delgado y Gastón Costemalle –quien murió en el impacto–. A pesar de no conocer al resto de los pasajeros –que en su mayoría se conocía porque en el vuelo iba parte del equipo de rugby Old Christians Club–, estableció una actitud de liderazgo y compañerismo con la que logró ganarse la confianza del resto.
El grupo decidió que había que realizar expediciones que, esperaban, fueran útiles para lograr el rescate. Turcatti, en compañía de Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín fueron los escogidos para la misión. Esperaron algunos días a que la temperatura se elevara un poco, e incluso confeccionaron un saco de dormir con bloques acolchados de aislamiento que desprendieron de los restos de la cola del avión.
Mientras tanto, la fortaleza física de Turcatti le permitió ser también uno de los más osados durante la tragedia, pero esto, a su vez le costó una herida en la pierna. Al inicio no le tomó importancia, pero una infección lo imposibilitó para continuar con su rol en el equipo de expedición. El 11 de 1972, 61 días después del accidente, Turcatti falleció. Durante ese periodo, debido a la falta de alimento, tuvieron que recurrir a la antropofagia. Versiones de la historia cuentan que Turcatti, además de la infección, estaba muy débil, porque se negó a comer carne humana.
A raíz del deceso de Turcatti y el término del saco de dormir que los ayudaría a pasar las noches en lo más alto de la montaña, Parrado, Canessa y Vizintín tomaron la decisión de seguir con el plan. Pronosticaban que tardarían un día en llegar a la cima de la cumbre más cercana –la misma en la que había impactado el avión–. Sin embargo, los cálculos fueron erróneos. Cuando notaron eso, Vizintín desistió de la misión y se devolvió usando un asiento de la máquina como trineo, tardó solamente una hora.
Canessa y Parrado continuaron avanzando, caminaron durante más de tres días, la fatiga ya nos permitiría seguir mucho más, pero comenzaron a visualizar vestigios de presencia humana. En ese momento ocurre el milagro: ven al otro lado de un río a un arriero. Al día siguiente le entregan una nota contando lo sucedido y afortunadamente, el lugareño hace los esfuerzos para llegar a la policía local y dar aviso a las autoridades.
Finalmente, el 22 de diciembre de 1972 llegaron dos helicópteros de rescate a buscar a las demás personas que se quedaron en medio de las montañas. Las revisiones médicas confirmaron entre los sobrevivientes deshidratación, huesos rotos, congelamiento, y malnutrición.
Repercusiones de esta historia
El accidente del avión uruguayo es una historia bastante conocida, la hazaña de Canessa y Parrado ha inspirado muchas adaptaciones, una de las más conocidas es la película hollywoodense que se inspira en el suceso: ¡Viven! También hay varios libros que cuentan la historia, que recuperan el relato narrado por los mismos sobrevivientes. Parrado, de hecho, publicó en 2006 su visión de los hechos en Milagro en los Andes.
Más recientemente, a más de cincuenta años del accidente, el director español J.A. Bayona (Lo imposible), se unió con Netflix para realizar una nueva versión de la historia. Utilizando un punto de vista particular: el protagonista, a diferencia de lo que han hecho otras producciones, es Numa Turcatti, el joven de 25 años que según las declaraciones de los sobrevivientes, fue un actor fundamental en la mantención del grupo unido.
“Numa dejaba sentir su presencia a través de actos heroicos silenciosos: nadie luchó tanto por que sobreviviéramos, nadie nos inspiró tanta esperanza y nadie mostró tanta compasión por quienes más sufrían”, narra Parrado en su libro.
En La sociedad de la nieve, inspirada también en el libro homónimo de Pablo Vierci, se explora, más que el accidente en sí, los lazos de familiaridad y compañerismo que se formaron. Según Rafael Sánchez, en Esquire, “la película de Bayona funciona más como una especie de homenaje a lo poco bueno vivido esos días, a la civilización, a la sociedad, al compañerismo, en esa nieve mortal”.
¿La sociedad de la nieve a los Oscar?
La película logró entrar a la shortlist de los Oscar recientemente publicada. Estaría con posibilidades de ser nominada entonces en la categoría de Mejor película extranjera, en conjunto con producciones como El bastardo (Nikolaj Arcel), A fuego lento (Trần Anh Hùng) y Mentira piadosa (Asmae El Moudir).
El filme protagonizado por Enzo Vogrincic, Matías Recalt y Agustín Pardella suma 7 premios y 22 nominaciones. Ya está disponible en streaming (Netflix).