Es una hazaña que ha sucedido dos veces en la historia de los Globos de Oro: una actriz ganando dos premios la misma noche, uno por actuación en cine y otro en una serie. Lo hizo Joan Plowright en 1993, luego Helen Mirren en 2017 y este año Emma Stone llegó cerca. Se llevó la estatuilla por su ron en la película Poor Things, pero sólo quedó entre las nominadas por su papel en la pantalla chica, en una comedia negra que si bien ha pasado algo desapercibida, sin duda es una que merece ser vista: La maldición, estrenada en Paramount+ y que hoy entrega su episodio final.
Aquí Stone interpreta a Whitney, una chica que junto a su esposo Asher (Nathan Fielder) está intentando vender una serie documental a un canal dedicado a los programas de arreglos de casas y compras y ventas de propiedades. ¿La novedosa idea de esta pareja? Renovar casas para vender, con altos estándares ecológicos y diseños modernos en un barrio de clase media baja y con una población principalmente latina e indígena, que según ellos ayudarán a mejorar y hacer surgir.
Así empieza un viaje de 10 episodios que incluyen los conflictos de esta pareja, la extraña historia de su productor que de a poco se va revelando, otras historias secundarias que van alimentando la trama y, por cierto, una maldición, lanzada al protagonista por una pequeña niña en el estacionamiento de un centro comercial.
Pero la riqueza de esta serie no está necesariamente en la historia misma, sino en cómo esta es el telón de fondo para entregar una mirada profundamente incómoda y crítica -y también a ratos muy graciosa- de temas como gentrificación, raza, telerrealidad, corrección política, redes sociales y lo perdida que puede llegar a ser la gente que, sin tener malas intenciones, finalmente lo que anda buscando son likes y ojalá un contrato y fama mostrando una vida aparentemente perfecta que por supuesto nunca lo es.
El trío protagónico liderado por Stone entrega actuaciones sólidas en una historia llena de pasivo-agresividad, que a ratos se siente real y otros absurda y con una maldición que finalmente no es. Más. que las propias expectativas y posibilidades de quienes están al centro de la historia, creyendo que lo están haciendo todo bien cuando eso no puede estar más lejos de la realidad.