En 1901, a las puertas del primer centenario de Chile, el estanciero José Menéndez reúne a un trío improbable de jinetes: un mestizo oriundo de Chiloé, un vaquero especializado en el asesinato de nativos americanos y un experimentado teniente inglés en el que deposita su confianza desde hace años y oficia como líder del grupo.

Montados a caballo, los tres hombres –Segundo, Bill y Alexander MacLennan– atraviesan Tierra del Fuego con el fin de abrir una ruta hasta el Atlántico para que transiten sus ovejas. Se internan en un territorio inhóspito, donde escasea la comida, las condiciones climáticas son adversas y el encuentro con amenazas es perfectamente probable. Actúan en nombre de Menéndez, lo que les otorga autoridad para matar a los indígenas de la zona bajo total impunidad. Son los protagonistas de una historia implacable, feroz, que no otorga espacio para gestas heroicas ni para giros reivindicativos.

Foto: ©QuijoteFilms

Mark Stanley (Leeds, 1988) leyó el guión de Los colonos y rápidamente entendió las claves de la historia escrita por Felipe Gálvez y Antonia Girardi. Al actor inglés le recordó la literatura de Cormac McCarthy, en particular Meridiano de sangre (1985), su magistral novela ambientada en la frontera entre Estados Unidos y México a mediados del siglo XIX. También le evocó la brutalidad de Apocalipsis ahora (1979), el clásico de Francis Ford Coppola.

“Lo primero que me preguntó en nuestra conversación por Zoom fue si yo había leído Meridiano de sangre, por lo que conectamos de inmediato. Esa fue una referencia del guión, sobre todo para su personaje. En parte, Alexander MacLennan es como un personaje de esa novela, alguien que vive en una lógica muy visceral. Es muy interesante que alguien entienda eso desde la base”, señala Gálvez.

El realizador estuvo casi una década intentando transformar a Los colonos en su primer largometraje como director. En el momento que el proyecto finalmente reunió todas sus piezas (es una coproducción entre ocho países), Stanley apareció como un talento que tenía la presencia física y el carisma que el cineasta buscaba para el teniente inglés de la trama, por lo que la fluidez de sus conversaciones iniciales derivó en que fuera elegido.

“Cuando me llamaron y me dijeron que les gustaría que yo lo hiciera, estaba absolutamente eufórico por la oportunidad de ser parte de un filme tan rico e importante. Sentí, para ser honesto, que era como un regalo del cielo”, explica el intérprete a Culto.

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En la previa al estreno de la cinta en cines chilenos (este jueves 18), el actor no oculta que el rodaje fue un proceso exigente, quizás el más demandante de su carrera, una trayectoria donde figuran títulos como Game of thrones y Happy valley. Después de todo, jamás había pisado Chile y era la primera vez que actuaba en un largometraje hecho en esta parte del mundo.

“Nunca había estado en Latinoamérica, por lo que para mí iba a ser toda una experiencia. Y tan pronto como noté que no demasiada gente hablaba mucho inglés, supe que iba a ser un proceso desafiante. Pero me interesa ese tipo de trabajo. Me interesa que haya algo de sangre y sacrificio al hacer las cosas. En muchas ocasiones pienso que, si un proceso es difícil, la recompensa es mayor, tanto a nivel emocional como en beneficio de todos los involucrados, especialmente si todos creemos en lo mismo. En este proyecto sentí que no había un solo miembro del equipo que no creyera en él. Eso fue muy importante”.

A su llegada a Chile se encontró con la clase de paisaje que –pensó– sólo había visto en el cine: una tierra casi desértica, dominada por los grandes ventarrones y tan bella como intimidante. “Es simplemente increíble”, resume.

Ese territorio acogió hace más de 100 años la masacre en contra del pueblo selk’nam, un episodio histórico en el que Alexander MacLennan quedó inscrito como un conocido cazador de nativos.

“Yo no conocía nada sobre esta historia. Sé que ni siquiera se enseña en los colegios chilenos. Eso es simplemente una locura. Es como si los alemanes nunca conocieran nada sobre los nazis. Pero ellos lo hacen, se aseguran de que conozcan la historia”, opina.

Foto: MubI

“Fue extremadamente relevante para mí aprender sobre esto. Aunque fuera horrendo, conocer este pedazo de la historia (el genocidio selk’nam) fue algo revelador, maravilloso y sorprendente. Tenemos que saber lo que éramos para saber lo que somos”, reflexiona.

-Su personaje existió en la realidad. ¿Tuvo tiempo para profundizar en quién fue y qué hizo?

Es imposible encontrar información sobre Alexander MacLennan. Hay muy poco. Lo impresionante es que cuando llegamos a Tierra del Fuego vimos calles con el nombre de Menéndez y creo que incluso había un lugar con el nombre de MacLennan. La historia está allí, todavía está allí.

-Parte de esas tierras aún le pertenecen a la familia Menéndez.

Sí. Así que fue una experiencia muy inmersiva. Todo el mundo está lejos de casa, por lo que no tienen nada más en qué pensar aparte de esta película. A veces eso es mejor que cuando la gente va al estudio de filmación y regresa a casa con sus familias. A veces, de hecho, estar alejado de todo el resto del mundo es realmente saludable para el proyecto. Y eso era lo único que nos importaba.

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-¿Cómo describiría el vínculo que formó con Camilo Arancibia y Benjamin Westfall, los actores que interpretan a los otros jinetes?

Pienso en que nos convertimos en familia en la primera noche que cenamos. Sabíamos que nos esperaba un entorno muy conflictivo y duro. Sabíamos que teníamos que cuidarnos unos a otros, por lo que durante el desarrollo construimos un vínculo personal que era sagrado. Era un espacio seguro, donde podíamos hablar de cualquier cosa entre los tres. En el filme hay algunas escenas que improvisamos y otras fueron reescritas. Por eso era importante generar un vínculo que fuera muy especial y único. Y creo que ese vínculo durará por mucho tiempo.

-¿Hablaban exclusivamente sobre la película o también sobre otras cosas?

Siempre estuvimos enfocados en el tema del filme. Lanzábamos ideas, tanto buenas como malas. Es por eso que era agradable que nos sintiéramos seguros, para siempre poder expresar esas ideas y nunca preocupamos de que necesariamente fueran buenas. Recuerdo que la noche antes de empezar a filmar estábamos en Río Grande y, mientras los miraba, les dije: bien, mañana comienza el trabajo, mañana es el día en el que realmente empezamos a darle vida a este filme. Creo que esa fue una forma de querer servirle adecuadamente al pueblo chileno. Eso era muy importante.

-Antes del rodaje, ¿se dedicó a leer nuevamente Meridiano de sangre o volver a ver Apocalipsis ahora?

Sí. Volví a leer Meridiano de sangre. También volví a ver Apocalipsis ahora, con el fin de tratar de captar la locura aceptable que existe en lugares como ese, los que están dominados y conducidos por los hombres. Todo se trata de poder, codicia y sed de sangre. Para tratar de acceder un poco más a eso y ver cómo vive la gente en esa locura, fue realmente útil.

Foto: HBO

Del Muro a Tierra del Fuego

El actor inglés fue una presencia constante durante la primera mitad de Game of thrones. Durante las primeras cuatro temporadas del fenómeno de HBO, Stanley interpretó a Grenn, uno de los nuevos miembros de la Guardia de la Noche en el momento en que Jon Snow (Kit Harington) se une a la orden que defiende el Muro. Fue una experiencia intensa, reconoce, pero no se compara con el western que filmó en Tierra del Fuego.

“Fue mucho más difícil”, sostiene, para luego profundizar. “Enfrentas condiciones de mucho frío y estás trabajando hasta muy tarde en la noche. Estamos haciendo una película de bajo presupuesto; (en cambio) todo lo del Muro se hacía en estudios o en Islandia, y ellos tenían millones y millones de dólares. Aquí teníamos un millón (se ríe), por lo que existía una gran diferencia. Pero fue mucho más difícil y mucho más gratificante. Disfruté mucho más haciendo Los colonos. Mucho más”.

La cinta de Felipe Gálvez lo llevó hasta el Festival de Cannes 2023 junto al director y parte del equipo. El filme compitió en la sección Una Cierta Mirada, donde el cine chileno no tenía presencia desde hace 12 años y alcanzó una cálida recepción. La ópera prima fue reconocida con el premio Fipresci, galardón que concede la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, y dentro del mismo certamen Mubi selló un acuerdo para exhibirla en parte del mundo.

Stanley se queda con un comentario en particular: “Nos dijeron que éramos la versión no sentimental de la película de Scorsese”, recuerda, en alusión a Los asesinos de la Luna, la monumental cinta del director inspirada en la oleada de crímenes que afligió a la Nación Osage. “Eso se sintió bien, porque su película costó US$ 200 millones. Simplemente piensas: mierda. Eso fue genial”.

Foto: ©QuijoteFilms

Stanley asegura que tiene algunas deudas pendientes: visitar Santiago –donde no alcanzó a conocer– y reencontrarse con los amigos que hizo durante las filmaciones de Los colonos. Por ahora, cuenta que está tomando lecciones de español.

“Estoy intentándolo. Es algo extremadamente importante para mí”, indica. “Necesito mantener las relaciones que formé allí. Como una persona inglesa, para mí es simplemente un privilegio haber podido abrir esa puerta en mi vida”.

Stanley menciona que entre sus próximas producciones hay dos series para la televisión británica. “Hay otras cosas, pero me estoy tomando mi tiempo para asegurarme de poder elegir los proyectos correctos. Tras trabajar en un proyecto como Los colonos, te vuelves más específico sobre lo siguiente que quieres hacer, debido al gran impacto que ha alcanzado”.

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