Sandra Voyter es una célebre novelista alemana que vive en los Alpes franceses junto a su esposo, Samuel, y su hijo de 11 años, Daniel. Decide recibir en su chalet a una estudiante de posgrado interesada en entrevistarla. Juntas comparten un encuentro que se desarrolla con fluidez hasta que son interrumpidas: desde un piso superior su marido –también escritor pero menos reconocido que ella– sube la música hasta un volumen ensordecedor, impidiendo la continuidad de la conversación.
Más tarde, Daniel lanza un grito cuando halla a su padre sin vida en la nieve, tras una aparente caída desde la ventana del ático. Debido a que las primeras pesquisas no identifican la intervención de terceros, las miradas de la investigación se dirigen a Sandra, quien es acusada por el asesinato de su pareja. Durante el proceso serán revividas las horas previas a la muerte de Samuel, y serán foco de escrutinio la dimensión más íntima del matrimonio y la identidad de la protagonista.
En un inicio Sandra Hüller le pidió a la directora Justine Triet conocer con exactitud a su personaje. ¿Era culpable? ¿Debía interpretar a una asesina, a una victimaria? La cineasta francesa no tuvo respuesta. Su película más reciente, Anatomía de una caída (que llega a cines chilenos este jueves 1 de febrero), es menos un drama judicial donde se revela la verdad que una examinación sobre la culpa, la inocencia y lo que proyecta una sociedad en una mujer bisexual que ha tenido éxito en su profesión y se ha resistido a abandonar su carrera para convertirse en una madre y esposa abnegada.
La actriz alemana se acopla perfectamente a la mirada de Triet en torno al personaje. Aunque es capaz de canalizar sus estados más expresivos –su angustia, su orgullo, su enojo–, su mayor mérito es que es especialmente buena para representar la clase de ambigüedad que provoca que la cabeza del espectador se llene de preguntas. Si la directora quería jugar con los prejuicios y los sentimientos del público, encontró a la intérprete correcta.
Nacida en 1978 en una zona rural de Alemania del Este, Hüller se enamoró de la actuación cuando visitó Berlín junto a un curso de teatro. Ese interés la llevó a estudiar en la Academia Ernst Busch de Artes Dramáticas, una de las instituciones más reputadas de ese país. Tras ser distinguida como Actriz joven del año por la revista Theatre Today –en reconocimiento a su trabajo en montajes de Romeo y Julieta y Las neurosis sexuales de nuestros padres–, debutó en el cine con Requiem (2006). Encarnó a una mujer con epilepsia que cree que está poseída, una visceral interpretación que le valió el Oso de Plata a Mejor actriz del Festival de Berlín.
Al interior de Alemania es una cotizada figura de las tablas locales, pero para el resto del mundo es conocida sobre todo como Ines, la mujer al centro de Toni Erdmann (2016). Dirigido por Maren Ade, el filme sigue a una consultora empresarial que trabaja en Rumania y a su extravagante padre, un hombre divorciado que decide invadir el mundo de su retoña tras la muerte de su perro. Mientras vemos a Ines en una sucesión de episodios desconcertantes (incluida una fiesta de cumpleaños en que invita a todos los presentes, incluido a su jefe, a desnudarse), Hüller construye a un memorable personaje que progresivamente cambia su perspectiva sobre su vínculo paternal.
La cinta estuvo nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa y Hollywood advirtió que tenía el potencial para inspirar un remake estadounidense (aún sin novedades). Aunque nunca estuvo dentro de sus aspiraciones, la alemana capturó los ojos de la industria norteamericana. Ha admitido que durante esa época sostuvo diferentes reuniones para realizar proyectos en inglés, pero luego todo quedó en nada. Tan pronto como llegó, el interés se desvaneció. Y a ella no le importó demasiado.
Justine Triet escribió el papel de la protagonista de Anatomía de una caída pensando especialmente en ella. Tras colaborar juntas en Sibyl (2019) –donde encarnó a una directora de cine con una vida privada complicada–, la contactó para detallarle la trama que había imaginado en torno a Sandra Voyter. Le entregó el rol incluso antes de que el guión que coescribió con Arthur Harari estuviera listo.
“Ella siempre está interpretando al personaje, pero su forma de conjurarlo siempre luce como si lo estuviera aproximando mucho a sí misma. Hay algo que trasciende el guión”, apuntó la realizadora en conversación con Vanity Fair. También ha asegurado que es “capaz de evocar una tremenda empatía y al mismo tiempo ser increíblemente fría”.
Premiado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2023, el filme le ha reportado una serie de reconocimientos a Hüller. Fue nominada a los últimos Globos de Oro (donde Triet obtuvo los galardones a Mejor guión y Mejor película de habla no inglesa) y triunfó como Mejor actriz en los Premios del Cine Europeo. Y esta semana los Oscar le concedieron la primera candidatura a Mejor actriz de su carrera, uniéndose a una competencia que incluye a Emma Stone (Pobres criaturas), Annette Bening (Nyad), Lily Gladstone (Los asesinos de la Luna) y Carey Mulligan (Maestro). Un logro que estuvo cerca de ser doble, si se hubiera replicado la lógica de los Bafta, que la consideraron por sus dos roles del último año.
Interpretando el vacío
Sandra Hüller quería trabajar con el director inglés Jonathan Glazer, responsable de títulos como Birth (2004) y Under the skin (2013). Sin embargo, el tema de Zona de interés le generaba distancia: el Holocausto. La alemana se había empeñado en alejarse de cualquier rol asociado a la Alemania nazi, pero estaba a punto de flexibilizar la regla que se había autoimpuesto.
A partir de la novela homónima de Martin Amis, Glazer estaba interesado en observar la banalidad del mal. Los protagonistas de su historia son el comandante Rudolf Höss, supervisor durante años de Auschwitz, y su esposa, Hedwig Höss, un matrimonio que habita una casa contigua al campo de concentración. La cámara –en verdad, diez cámaras que estuvieron ocultas de la visión de los actores– se concentra exclusivamente en registrar su cotidianeidad mientras el horror se desata a unos metros de ellos.
La participación de Hüller se selló tras una serie de conversaciones en que el cineasta profundizó en su perspectiva y la actriz pudo plantear sus dudas. Su involucramiento en el proyecto vino acompañado de un cambio radical en su acercamiento a sus personajes: si habitualmente acostumbra a sentir empatía por ellos, esta vez privó a Hedwig de toda clase de sentimientos. Lo que prevaleció fue el vacío.
“Meryl Streep dice que hay que amar a todos los personajes, sean malvados o no. Pensé en eso durante mucho tiempo y, aunque amo y adoro a Meryl y todo lo que ella ha hecho, no creo estar de acuerdo. No amé a Hedwig Höss y nunca la amaré”, explicó a The Hollywood Reporter sobre su papel en el largometraje que debuta en salas locales el 15 de febrero.
En ese sentido, Anatomía de una caída y Zona de interés –ambas nominadas a Mejor película en los Oscar– funcionan como dos pruebas del rango de Hüller y de dos procesos actorales tan válidos como diferentes. Portento y ductilidad en una misma artista que parece hacerlo todo bien.
Inevitablemente, la atención estará sobre sus siguientes pasos. ¿Ya sabe qué viene para su carrera? En una reciente entrevista con el Sindicato de Actores (SAG-AFTRA) fue totalmente sincera: “Quiero irme de vacaciones”.