Crítica de discos de Marcelo Contreras: McCartney es leyenda, pero Kula Shaker no

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Crítica de discos de Marcelo Contreras: McCartney es leyenda, pero Kula Shaker no

Las novedades discográficas de esta semana traen de vuelta a una institución: McCartney revive su mejor álbum junto a Wings. En cambio, Kula Shaker demuestra por qué nunca fue un grupo con un brillo definitivo. Instituto Mexicano del Sonido, por su lado, es pura fiesta.


*Paul McCartney & Wings - Band on the run (Underdubbed mixes)

Esta versión del mejor álbum de Paul McCartney junto a Wings, publicado en 1973, semeja el ejercicio propuesto por Let it be… naked (2003), su versión de lo que debió ser Let it be (1970), sin la copiosa post producción de Phil Spector. En este caso, se trata de las canciones desnudas de los arreglos orquestales de Tony Visconti; es decir, lo que Paul en rol multiinstrumentista, junto a Linda en teclados y el guitarrista Denny Laine, grabaron en las legendarias sesiones en Lagos, Nigeria, donde se enfrentaron a un estudio precario, un robo a punta de cuchillo con la consiguiente pérdida de letras y demos, y una seria crisis respiratoria de McCartney por exceso de cigarrillo.

Estas mezclas resultan mucho más vívidas que el original, junto con destacar la extraordinaria arquitectura compositiva del ex Beatle. Manda la melodía, las pastosas e impredecibles líneas de bajo, y los cambios de escena. Experimentar Jet, por ejemplo, sin el grueso saxo, con Macca empujando la toma como un director técnico que alienta a gritos, y con la batería a tope en la sección media a cargo del propio Paul, es una maravilla. Lo mismo Let me roll it, mucho más cruda, con la primera guitarra empuñada ferozmente por el bajista. Underdubbed mixes ofrece una oportunidad única: la quimera de revivir la primera vez de un clásico.

*Kula Shaker - Natural magick

Tenían todas las cualidades para ser considerados un número perfecto de retro rock, pero se separaron justo antes de la llegada de esa ola, en el arranque del milenio. Tampoco alcanzaron a ser parte del britpop, en retirada cuando irrumpieron con el psicodélico single Tattva. El timing no acompaña a Kula Shaker, como el paso del calendario no hace mella en el cuarteto liderado por el cantante y guitarrista Crispian Mills. Este séptimo disco es tan efervescente como vacío; de ejecución impecable por músicos que dominan a la perfección el catálogo de los 60 y los 70 con el profesionalismo de una banda de late neoyorquino, pero carente de personalidad a pesar de la voz reconocible de Mills.

Kula Shaker oscila entre el tributo a The Kinks, las armonías beatle, los guiños al Blur de los 90, en una amalgama efectista pero finalmente difícil de retener. Como siempre, hay notorias influencias de la música hindú, el caso de Something dangerous y la insulsa Happy birthday. Ninguna canción es descartable porque si -todas las composiciones lucen en orden y en su sitio-, pero la sensación final es que se trata de rock clásico a más de medio siglo de distancia, sin afán creativo. Kula Shaker utiliza el pasado como un parque temático.

*Instituto mexicano del sonido - Algo-ritmo: Mexican institute of sound hits 2004-2024

Carlos Lara (49) es uno de los músicos y productores más interesantes, creativos y reputados de la escena mexicana de los últimos 20 años, con fans de la talla de David Gilmour, Mike D de Beastie Boys y Ed O’Brien de Radiohead. Impulsor, entre otros proyectos, de Mexrrissey con el álbum No Manchester (2016) -un fenomenal homenaje a Morrissey-, Lara es una figura central en el montaje de un collage sonoro moderno que se enorgullece de las tradiciones bailables, en particular la cumbia. Así como Chico Trujillo revalorizó el género en Chile, sacudiendo los prejuicios sociales por encarnar el gusto de las clases populares, Lara ha hecho lo propio con Instituto mexicano del sonido, el proyecto donde ha fusionado con ingenio y talento el ritmo del caribe con toda clase de intervenciones electrónicas, creando pastiches adictivos y sabrosos, que superan el atractivo por el mero elemento kitsch.

Este compilado destila, además de su pasión por la cumbia, el sonido de la orquesta de Dámaso Pérez Prado -uno de los artistas latinos más influyentes de todos los tiempos- y, en general, toda clase de vetas fiesteras enraizadas en la medianía del siglo XX. Son 24 cortes pensados y programados para moverse rítmicamente, hasta por si acaso.

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