Todo empezó en San Miguel, comuna de la región Metropolitana. Corría 1979 cuando Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia ingresaron a primero medio en el Liceo número 6 Andrés Bello. 45 años después, dos de ellos están involucrados en un conflicto judicial que por ahora inscribe el fin de una amistad que nació en las salas de clases.

Se trata de González y Tapia, ambos exintegrantes, junto a Narea, de Los Prisioneros, banda de rock chileno que se posiciona como una de las más importantes en la historia de la música nacional. González presentó la semana pasada, el martes 6 de febrero, una querella criminal en el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago contra Tapia.

La acción judicial también va contra Alfonso Carbone, ejecutivo discográfico de origen uruguayo, quien fue representante de Jorge González durante sus últimos años de carrera como solista. ¿La causa? El líder de Los Prisioneros acusa que fue engañado para firmar una serie de documentos para crear sociedades comerciales y generar ganancias que nunca percibió.

De esta forma, la amistad entre Jorge González y Miguel Tapia se ve irreconciliable, y con ello, un posible retorno de Los Prisioneros.

Los inicios

El primer nombre de la banda no fue Los Prisioneros. En la época escolar se hacían llamar Los Pseudopillos, una especie de banda de temas rapeados y lúdicos. Posteriormente, el trío comenzó a presentarse como Los Vinchukas, donde también Álvaro Beltrán formaba parte. En los inicios, González y Tapia quisieron imitar el modelo de Lennon y McCartney, pero todo decantó hacia un trío con la inclusión de Narea como guitarrista.

Sobre Miguel Tapia y Jorge González, Julio Osses, autor del libro Exijo ser un héroe: La historia de Los Prisioneros (1983), explica: “La relación entre ambos nace con la música. No tenían exactamente los mismos gustos musicales, pero eso los potenciaba. Creo que ese fue el primer factor. Ahora, lo que define a los tres Prisioneros es el sentido del humor, se reían de los mismos chistes”.

En rigor, Tapia y González fueron los grandes impulsores del grupo. Incluso antes de alcanzar la fama, Narea se fue del proyecto, pero sus camaradas siguieron adelante. Sobre todo Tapia: desde cuando pequeño escuchaba a The Beatles, su grupo cabecera, su sueño máximo era formar un grupo a toda costa.

Así lo ilustró el fallecido mánager del trío, Carlos Fonseca, en una entrevista con Culto en 2021: “Obviamente Jorge era el cerebro, arreglador y compositor de las canciones, un porcentaje altísimo de Los Prisioneros, y esa es la razón porque la gente le ha perdonado todos los escándalos y todas las historias. Pero si no hubiera sido por Miguel, yo jamás los habría conocido y Los Prisioneros nunca hubieran existido. Nunca habrían pasado de ser Los Vinchukas a Los Prisioneros. Miguel siempre quiso tener una banda, desde muy chico, siempre fue su sueño triunfar con un grupo. Yo a veces pensaba de que escogió a Claudio y Jorge cuando llegó al colegio porque eran los personajes con los cuales podía formar esa banda”.

Fue en Instituto Miguel León Prado que Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia debutaron como Los Prisioneros, en 1983. Ya habían salido de la enseñanza media y en medio de la dictadura militar, se presentaron frente a un público que incluso los comparó con la banda británica The Clash.

Claudio Narea, Miguel Tapia y Jorge González, el 1 de julio de 1983, en el Instituto Miguel León Prado. Fue la primera vez que se presentaron como Los Prisioneros.

Tras comenzar a dedicarse de lleno a la música, la banda empezó a adquirir notoriedad entre los jóvenes universitarios. En 1984, con la llegada de Fonseca como representante, el 13 de diciembre se lanza La voz de los ´80, un casete con etiqueta de la recién inaugurada productora Fusión, que los posicionó como uno de los íconos del rock chileno.

Ya con el disco Pateando piedras, en 1986, se coronaron como los reyes del género. Completaron dos recitales en el Estadio Chile (actual Estadio Víctor Jara), donde presentaron temas como El baile de los que sobran o Quieren dinero, canciones cargadas de una profunda crítica social. Por esos días, González y Tapia eran los más entusiasmados con la inclusión de sintetizadores y teclados en el sonido del grupo. Un interés que mantendrán en el tiempo. No así Narea.

Ahí se reforzó la fuerza primal: González y Tapia parecían levantar un tándem creativo que estaba por sobre el resto.

Pronto, llegó el quiebre.

Los primeros problemas

Uno de los primeros problemas de Los Prisioneros fue económico. Los muchachos necesitaban comprar un pedal de bombo para la batería y ni Claudio ni Beltrán, en ese tiempo, estuvieron de acuerdo con que ese era el gasto que había que hacer. El grupo separa y queda Miguel y Jorge ahí”, relata Julio Osses.

Luego, señala que la inscripción del nombre de la banda por parte de Miguel Tapia, sin el acuerdo con el vocalista y el guitarrista, supuso el segundo conflicto entre el grupo. “Los primeros problemas de Los Prisioneros fueron por asuntos externos, no tanto por problemas internos”, aclara el escritor.

En efecto, hasta hoy Tapia es el dueño de la marca Los Prisioneros y así ha funcionado a la hora de materializar acuerdos y negociaciones.

Ya en 1989, Jorge González y Claudio Narea comenzaron a vivir sus primeras diferencias. En un inicio, estas se limitaron a lo profesional. Por un lado, González tenía una inclinación a la música electrónica, mientras que Narea se mantenía fiel al rock and roll, lo que dificultó la preparación del disco Corazones.

Sin embargo, un enredo amoroso puso más tenso el panorama entre ambos. Jorge González mantenía una relación con la esposa del guitarrista, Claudia Carvajal, la que este descubrió al encontrar correspondencia entre ambos.

La pareja de amigos, González y Tapia, se tambaleó con este lío personal. “Miguel primero le prestó ropa a Claudio, pero en un momento, Miguel cambia de opinión. Claudio en un momento pensó que Miguel podría irse también, pero eso no pasó”, puntualiza.

Esto marcó la salida de Claudio Narea de Los Prisioneros, hecho que no impidió el lanzamiento del disco en proceso. Corazones (1989) se publicó sin la participación de Narea y fue un éxito.

El dúo de Jorge González y Miguel Tapia permaneció firme. Es más, dos años después se presentaron dos noches en el Festival de Viña del Mar, con el apoyo de Cecilia Aguayo en el teclado. En una presentación histórica, González se hizo cargo de su rol como uno de los ejes de una generación.

El fin del grupo se concretó con la gira Adiós, Prisioneros, que concluyó en el Estadio Chile. La jornada estuvo cargada de los gritos del público, quienes coreaban el nombre del exguitarrista del conjunto. Finalmente, el último concierto de Los Prisioneros se materializó en Estadio Playa Ancha de Valparaíso, a inicios de 1992.

Como sea, la sintonía pop de Tapia y González, se mantuvo. González apoyó al dúo Jardín Secreto, en que Tapia hacía techno pop junto a Cecilia Aguayo. Incluso colaboró en su segundo álbum, El sonido de existir (1997). Pero la escasa repercusión radial, sumado a la incesante sombra de Los Prisioneros, hizo crisis en el grupo, aunque había logrado buena acogida en la movida electrónica local. El embarazo de Cecilia Aguayo y la aparición de un nuevo proyecto, acabó con esa aventura.

El otro adiós de Narea

Hacia el tercio final de los noventas, Tapia y González se unieron al venezolano Argenis Brito para el proyecto Los Dioses, con el que realizaron algunos conciertos no muy exitosos, recreando el repertorio del trío sanmiguelino bajo una gira Lo mejor de Los Prisioneros, en la que además incluían algunos temas de la era solista de González. No obstante, el nuevo conjunto no prosperó.

Luego de que Jorge González volviera a Chile tras una temporada de desintoxicación en Cuba, el elenco original de Los Prisioneros se reunió en octubre de 2001. Con dos conciertos más que exitosos e históricos en el Estadio Nacional, el conjunto definitivamente había vuelto con Jorge, Miguel y Claudio.

Su paso por el Festival de Viña del Mar en 2003 sin dudas los posicionó nuevamente como un trío. Al poco tiempo, lanzaron su primera canción original desde Corazones: Ultraderecha, adelanto del disco homónimo lanzado ese mismo año. Un trabajo que volvió a tensionar las relaciones al interior del trío; en su libro Biografía de una amistad, Narea recalca que no le gustaron las nuevas canciones de González, en tanto, Tapia las apoyaba.

“Del Pateando piedras (1986) en adelante con Jorge nunca tuvimos complicación en usar la tecnología del momento para trabajar, programar un bajo, programar una batería, usar samplers”, recordó Miguel Tapia en declaraciones a este medio. Por ejemplo, así salió Europa, una canción de sonoridad house, que en su versión álbum incluye un narrado inicial que le da un aire a Kraftwerk. Pero igual incluye guitarras, eléctrica y acústica.

Claudio Narea

La tensión fue tal, que nuevamente Claudio Narea dejaría Los Prisioneros. Ese mismo año, luego de un concierto en Coquimbo, el guitarrista informó que sus dos compañeros, Miguel y Jorge, le habían pedido que se fuera del grupo. Y así lo hizo.

Incluso, el exguitarrista de la banda se retiró de la sociedad Producciones Artísticas Los Cuatro Luchos Limitada —donde también estaba incluido Carlos Fonseca—, que desde 2001 se encargaba de la administración de los bienes artísticos y materiales del conjunto.

Con Narea nuevamente fuera de la ecuación, Jorge González y Miguel Tapia permanecieron como el ancla de Los Prisioneros. Integraron a Sergio Coti Badilla en los teclados y a Gonzalo Yáñez (exintegrante de No me Acuerdo) en la guitarra. Ahora, como cuarteto, focalizaron su carrera en el extranjero, ante la molestia de la fanaticada ante la segunda salida de Claudio Narea.

González y Tapia

Los Prisioneros, con su nueva conformación, siguieron tocando hasta que el 18 de febrero de 2006, un concierto en Caracas disolvió el vínculo González - Tapia. Tras un recital en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (UCV), ambos anunciaron que era el fin.

“La banda se separa, esta presentación en Caracas fue la última. Lamentablemente el feeling y las diferencias musicales tan marcadas con Jorge González, se perdieron. No pienso tocar nunca más con él, y me dedicaré a hacer otro proyecto musical con Coti”, fueron las palabras de Tapia a diario El Mundo.

En esa oportunidad, la amistad entre los últimos dos integrantes originales de Los Prisioneros no auguraba un buen futuro.

Tres años después, en 2009, Miguel Tapia regresó donde un viejo conocido: Claudio Narea. Ambos conformaron el dúo Narea & Tapia, en el que interpretaban composiciones de Los Prisioneros, hecho que intensificó la distancia de ambos con Jorge González.

Pasaron diez años y las aguas entre el trío se habían calmado un poco. Tapia y el exvocalista intercambiaban mensajes de WhatsApp, donde incluso este último le manifestaba su satisfacción al ver a sus dos antiguos colegas tocar.

A fines de ese año, en el contexto del estallido social, González le propuso a Miguel Tapia volver a reunirse como banda, idea que no prosperó.

En 2020, sin embargo, los conflictos entre ambos se volvieron más serios. Los problemas en torno a la administración del patrimonio de Los Prisioneros desembocó en la reciente querella de González contra Tapia, admitida por el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago, y que pone en jaque lo poco de amistad que queda entre ambos.

“Si uno mira las conversaciones de WhatsApp, en realidad entre Jorge y Miguel siempre hubo cariño, y yo creo que hasta el día de hoy el cariño no ha muerto. Lo que pasó fue que Jorge se dio cuenta de que lo que se estaba armando, al menos por lo que dicen los papales que se presentan en la querella, algo para quedarse con sus derechos musicales”, comenta el biógrafo de Los Prisioneros, Julio Osses.

“Eso termina quebrando la amistad. Hay que decir que Jorge nunca tuvo problema para que Claudio y Miguel interpretaran el repertorio (...). Aquí lo que se está afectando no es solo el patrimonio artístico de Jorge, sino su posibilidad de subsistir. Tanto Miguel como Claudio están bien de salud, pueden tocar las canciones y cobrar por ello. Jorge no”, continúa.

Desde su vereda, Claudio Narea ha tomado distancia. El guitarrista no se ha referido al tema, ni ha publicado algún contenido sobre aquello en sus redes sociales. Contactado por Culto señaló que nada tenía que decir al respecto.

Los Prisioneros, 2003

“Esta es una historia sumamente abierta, siento que está empezando esta última etapa de Los Prisioneros. No sabemos lo que puede pasar (...) Jorge González está con el corazón completamente partido”, concluye Julio Osses.

Según Giorgio Marino, el abogado que tiene a cargo la acción judicial de González, el propio Miguel Tapia fue la semana pasada hasta su oficina en el sector oriente de la capital para intentar saber más del tema y poder llegar a una solución.

Enterado de la querella, el baterista se apersonó con su abogado y hablaron del tema con Marino. Eso sí, no hubo punto de acuerdo. La demanda siguió adelante. El penalista dice que Tapia se comprometió a entregar toda la documentación necesaria para resolver el conflicto. De alguna forma, también siente que se está enfrentando con un amigo con al que aún le tiene profundo aprecio.

Además, hay un lazo familiar: el hermano de Jorge González, Marco González Ríos -quien desde hace unos años maneja su carrera- estuvo casado con una de las hermanas de Miguel, Ana Tapia.

“La ultima conversación fue el martes con Miguel y su abogado. Hubo esta comunicación de buenas intenciones en la que quiero seguir creyendo, tendrá que ser la investigación judicial la que lo diga”, señaló Marino en conversación con radio ADN.

Sigue leyendo en Culto