Cristián Campos: “El podcast es una buena escuela para que los actores confíen más en su voz y se concentren menos en la selfie”
El experimentado actor habla con Culto sobre su nuevo estreno en el formato podcast y sobre su participación en las series Los Mil Días de Allende y La Cacería: En el Fin del Mundo. También entrega su opinión sobre la actual gestión del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. “Si hay menos del 1% del PIB para Cultura, tienes que ser un mago para convertirte en un buen ministro”, afirma.
Larry David está en medio de otro día para el olvido. Esta vez quien recibe su furia es Siri. Mientras se encuentra en el vehículo la insulta y la respuesta del asistente virtual de Apple le genera incluso más irritación. El hombre frente a la máquina, en una situación hilarante del primer episodio de la temporada 12 de Curb your enthusiasm.
Cristián Campos, quien se considera un espectador asiduo de series, vio ese capítulo de la producción de HBO y recordó un podcast que grabó durante 2023 y acaba de estrenarse en Spotify. Dividida en ocho entregas (de entre siete y 12 minutos), LUA presenta la relación que se forma entre Francisca, una mujer que arrienda un auto eléctrico en el norte de Chile, y su nueva asistente de conducción de viaje. Aunque hay pizcas de humor, la ficción es sobre todo la antesala del dramático reencuentro entre una hija y un padre moribundo.
“De repente algo tan virtual se puede transformar en motivo de rabia”, señala el actor en conversación con Culto. “Me pareció que (la idea) tenía mucho potencial dramático, incluso de comedia, así que me entregué gustoso al experimento. Y me encantó”.
De ese modo, se sumó a las actrices Amaya Forch y Antonia Santa María y le prestó su voz al papá de Francisca, un hombre mayor que hace años no tiene contacto con su hija. Según explica, se sintió atraído por el proyecto porque le interesa la electromovilidad y las posibilidades del formato podcast, el que asocia con el teleteatro de antaño.
“En especial los actores jóvenes están acostumbrados a que no se haga tanto énfasis en la educación de la voz, porque en televisión tienen el micrófono a un milímetro de la boca. A mí me parece fascinante hacer una película y que después te llamen a doblar. Cuando todo depende de tu voz tienes que usar una sensibilidad muy fina”, sostiene.
“A medida que se hagan más podcasts, vamos a poder formar mejor a los actores jóvenes, que, en general, encuentro que se les entiende poco cuando hablan, porque hablan un castellano sin hueso, en que se van desvaneciendo las consonantes. Tiene que haber un equilibrio, para que la señora Juanita entienda lo que estás diciendo, sin hablar engolado”.
“Ojalá se sigan haciendo, porque es una regia escuela para que los actores confíen más en su voz y nos concentremos menos en la imagen y en la selfie”, subraya.
El estreno de esa producción de SQM llega luego de un último año en que filmó varias series para televisión y streaming: Los mil días de Allende, donde encarnó al general René Schneider; La cacería: En el fin del mundo, en que encarnó a un ficticio arzobispo conocido como Moretti, y un proyecto de Prime Video del que no puede hablar.
“Aunque Schneider muere en el primer capítulo, estudiamos mucho y fue muy duro. Y para mí, que en general he hecho teleseries, fue muy emocionante hacer un capítulo con la calidad que se hizo. (El director) Nicolás Acuña hizo un trabajo extraordinario”, detalla.
-Como espectador y como actor, ¿qué ventajas identifica en el formato de las series?
Lo consumo mucho como espectador. Me gusta lo flexibles que son las series versus una película. Pero he ejercido casi toda mi labor profesional haciendo teleseries, que es un formato tan distinto, de modo que hacer tres series en un año fue como sacarse la lotería, fue un regalo. En términos técnicos, un capítulo de una serie es como hacer una película: la rigurosidad de la iluminación, el vestuario, los ensayos. Todo es muy profundo y hay mucha preparación, en contraste con la inmediatez de las teleseries, donde grabas hasta 25 escenas en un día. Acá grabas cuatro, con suerte. Es un trabajo delicado, muy cinematográfico, muy exigente para la actuación. Para mí fue como sacarme los balazos, porque no soy un actor al que habitualmente llamen para ese tipo de funciones. Parece que los dioses se alinearon y me dieron esa oportunidad.
-Ud. nació en Punta Arenas, donde ocurrió el caso Harex, el caso en el que se inspira la segunda temporada de La cacería. ¿Cuán familiarizado estaba con esa historia?
El caso se conocía vastamente y me resultaba muy familiar. Me parecía muy buena idea que se explorara ese tema. Yo tenía la ventaja de que había estudiado con esos curas, entonces les había sacado la foto desde chico. Yo fui acólito en la Catedral de Punta Arenas, fui monaguillo. En la misa del domingo ayudaba a vestir al cura. Pertenecí a ese mundo. Fue una sincronía muy oportuna que me tocara hacer a ese sacerdote italiano. Lo pude representar sin arrancarme con los tarros. Tenía un bagaje que me ayudó a acercarme a esas personas, a su forma de responder, a su corrección política y a su supuesta santidad.
-Debido a que esa serie no se ambienta en la misma época del caso real, hay un juego con los referentes que inspiraron a su personaje.
Sin duda. También hay que cuidarse. Hay que mantener una distancia, porque está basada en hechos reales, pero los nombres son ficticios. Ni siquiera la grabamos en Punta Arenas, sino que en Concepción.
-¿Qué piensa sobre las críticas que algunos de sus colegas han formulado en contra de la actual gestión del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio?
Conozco y le tengo mucho cariño a la Caro Arredondo y en general he conocido a los ministros de las Culturas. Encuentro que Luciano (Cruz-Coke) también hizo una buena labor en su momento. Yo liberaría de culpas a los ministros, porque si tienes menos del 1% del PIB para Cultura, tienes que ser un mago para convertirte en un buen ministro de esa área. Lo que se necesita son políticas culturales estables, permanentes y bien pensadas. Y eso necesita un aumento de presupuesto. Si ni el Gobierno ni el Congreso tienen a bien cumplir la promesa de darnos por lo menos el 1% del PIB a Cultura, da lo mismo cuál sea el ministro o la ministra, no van a poder hacer mucho. La deuda es tan grande que es una injusticia enfocar en un ministro la responsabilidad de una gestión.
“Acá hay una política país que establece que no podemos tener el 1% del PIB, pero los jueces de la Corte Suprema pueden tener autos de $60 millones. O donde las fundaciones que inventan estos muchachos del Frente Amplio se llevan millones de pesos. ¿Para qué? Para pintar una fachada. Repartamos mejor la plata y después nos fijamos en a cuál ministro queremos crucificar”.
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