En la previa asomaba como la noche chilena del Festival de Viña 2024. La presencia de Los Bunkers, la estrella urbana Young Cister y el comediante Sergio Freire le daba un marco nacional y popular a la quinta noche del Festival, que generó un ambiente de fiesta.
En la previa, la gente repletó la galería y ocupó buena parte de la platea, hasta haciendo la popular “ola”. Como cada noche los animadores María Luisa Godoy y Francisco “Pancho” Saavedra salieron a saludar al público e incluso salió algún ceacheí. Un ambiente de fiesta marcaba la tónica de la jornada.
Y a tono con el tono celebratorio, apareció en escena el primer número. El regreso de Los Bunkers a la Quinta Vergara, en su tercera presentación en el Festival (tras sus shows de 2007 y 2012) fue celebrado con una cerrada ovación del “Monstruo” (aunque hubo algún acercamiento para llevarlos a Viña en 2023 cuando se bajó Maná, al igual que a Los Tres y Beto Cuevas). El redoble de apertura de Miño, el hit de Canción de lejos ejecutado con precisión por la cantautora Cancamusa (el alias de la valdiviana Natalia Pérez), en reemplazo temporal de Mauricio Basualto, abrió la presentación.
El grupo mostró la habitual calidad de su directo. Las afiatadas guitarras de Mauricio y Francis Duran (con chaqueta a lo Jimi Hendrix) , el preciso bajo eléctrico de Gonzalo Lopez, la contundente interpretación de Cancamusa y el sentido del espectáculo de Álvaro López, sonaron sólidos gracias al rodaje de su gira de reunión. Cancamusa debió sumarse de emergencia a comienzos de febrero y en sólo una semana debió aprender el set completo. Su capacidad y profesionalismo fueron claves y ganó rodajes con los shows en Coquimbo, Antofagasta, Chillán, Constitución y Punta Arenas.
Tras despachar clásicos como Miéntele y Una nube cuelga sobre mí, el grupo dedicó su versión de Angel para un final (original de Silvio Rodriguez) a los sobrevivientes de la tragedia de los incendios de Viña del Mar y Valparaíso. Un gesto sutil, al estilo del grupo, empatizando con la tragedia. A continuación, le siguió Rey, el primer single inédito tras su reunión, que anticipó su álbum Noviembre y que fue una de las 20 canciones más tocadas en las radios chilenas durante 2023, según datos de la SCD.
El solo de guitarra de Mauricio Durán, al estilo del rock de estadios de los setentas, adelantó Ahora que no estás, uno de los cortes más rockeros de su catálogo en que electrifican una letra de ruptura amorosa a medio camino entre The Kinks y Cream. Un momento en que el grupo suele desatarse y tocar segmentos de improvisación (por ejemplo en su show en la Quinta Vergara en 2023 sumaron a Eduardo Gatti a la zapada), que fue seguido con entusiasmo por el “Monstruo”, que desde temprano comenzó a pedir la Gaviota de Plata.
Como adelantaron en su minuto a Culto, luego vinieron dos temas que no habían tocado antes en Viña; La velocidad de la luz, canción que da nombre a su disco de 2013, y que sonó con su claridad y sus arreglos al estilo The Byrds de finales de los sesenta.
Le siguió Calles de Talcahuano, otro corte del álbum Noviembre. Un tema nostálgico del terruño que tuvo a los primeros invitados en escena; el grupo Illapu. La canción, escrita por Álvaro López, toma la base armónica de Baila caporal, una pieza instrumental incluida en el álbum Vuelvo amor...vuelvo vida (1991). La fusión de los instrumentos electrónicos y la nobleza de los andinos fue un momento conmovedor recibido con una ovación por el “Monstruo”. Es además un guiño a las influencias del grupo, a sus días sacando las voces de los discos de Inti Illimani y su mezcla de rock y Nueva Canción Chilena que desplegaron en el álbum La Culpa (2003).
Más adelante llegó el segundo invitado. Como adelantó Culto, el joven cantante Kidd Voodoo subió al escenario a cantar Nada nuevo bajo el sol, bajo el aplauso cerrado del respetable. Un momento que se había generado tras su encuentro en el programa La Junta, con Julio César Rodriguez, en que cantó la canción y manifestó su admiración por el grupo. Fue de esos niños que creció escuchando a Los Bunkers, de alguna forma fue otro guiño a su historia y a las nuevas generaciones que SD han sumado a la fanaticada. De hecho, nació en 2001, el mismo año en que el grupo lanzó su primer álbum homónimo.
El tramo final fue de tranco arrollador con No me hables de sufrir, Bailando solo, antes de la entrada de los animadores para el ritual de la entrega de la Gaviota. Un reconocimiento merecido para un grupo que se ha labrado un camino en sus propios términos, poniendo la música por delante y con la habitual contundencia de sus shows en vivo.
Se llevaron ambas Gaviotas y el público incluso empezó a pedir la de Platino. “Si ya les dijeron que no existe”, soltó como broma el guitarrista Francisco Durán. El reconocimiento ya era suficiente y total.