Las jornadas temáticas son una tradición en el Festival de Viña. La de este miércoles, coincidencia o no, es la “Noche joven”, porque los números principales -Mora y Anitta- tienen marcada llegada en el público veinteañero. Ese que está totalmente inmerso en la era digital. Por eso, el humorista fue pensado en ese mismo target. Así la organización llegó a Lucho Miranda (29), quien hizo su debut en la Quinta.
Se trata de un joven comediante que ha tenido una breve pero intensa carrera televisiva y en las redes sociales (el lugar que ha visto nacer varios fenómenos del últmo tiempo). Tras nacer con parálisis cerebral, fue paciente de la Teletón en su niñez, durante 20 años. Precisamente fue su celebrada participación en la cruzada televisiva del 2021, la que le dio una explosiva figuración mediática. En su rutina bromea incluso con su condición (la inolvidable “discapacilais”).
Y tal como lo adelantó en su rueda de prensa, la rutina se basó en presentarse ante el público, sobre todo pensando en los teleespectadores que no lo conocen. Y partió con un video con el que se burló de su propia dicción, acompañado de un clásico, Guru - Guru. Luego, entró a escena vestido de polerón negro, polera blanca y pantalón sport negro, como para ir a un carrete con los cabros post pega. De inmediato, Miranda empezó a interactuar con el público, incluyendo el cantito “mijito rico”.
“No sé si alguien acá no me conoce”, y se “presentó” al cantante colombiano Manuel Turizo -parte del jurado-, arrancando gritos de las féminas presentes (ellas son las que te hacen famoso, regla del espectáculo). Y dijo “no estoy curao”, insistiendo con su particular forma de hablar, derivada de su discapacidad. Comentó que su gran referente es Ruperto (risas), comentó su experiencia en la TV (estuvo en Got Talent Chile) e incluso mencionó al tristemente célebre Pelado Vade.
“Yo no hago humor negro, hago humor oscuro”, siguió. Y defendió que “la verdadera inclusión” es reírse junto a los discapacitados y llamó a que la gente tomara sus chistes de discapacidad como un comediante más “no quiero dar pena, quiero contar chistes”. El pacto fue bien tomado por el Monstruo versión juvenil que hasta le pidió “la poleeera, la poleeeeera”. Ahí Miranda mostró talento, rapidez y tacto para salir jugando echando mano a un par de tallas. Un sello de su estilo, ágil y directo.
También habló de su natal Vicuña -donde molestó a Pancho Saavedra- y volvió al tópico de que “soy el mejor hueón que habla en Vicuña” que dijo en la Teletón, riendose de su dicción. “Al menos 1 de 2 va a entender lo que estoy diciendo”. Y siguió “interactuando” con Turizo ofreciéndole mandarle un PDF con sus chistes. Más risas. Se rio de que sabe que no tiene una sola neurona, de sus idas a fiestas fumando marihuana y que le tocó armar el pito. Risas.
Por supuesto, su pasado como Contador apareció. Estudió Contabilidad en La Serena “por descarte”, y que descartó primero Arquitectura “a mi mamá la quedaban buenas las maquetas”. Risas. Y contó un chiste de su mamá armando una torre Eiffel de 30 cms -sí, con el doble sentido- con puros palos de helado “y yo no era capaz de comer un helado. 6,5 por el esfuerzo”. Y ahí tocó otro clásico, los ramos del colegio, como Educación Física, “si me caía al suelo, un 7″. O lenguaje, y su principio de “mientras más difícil la pregunta, peor la letra”. Más risas.
“Ocho años relacionado a los números, ¿para qué?, para contar chistes. Y en 4 años haciendo stand up, ya estoy en Viña”, comentó. Sacó aplausos. También contó chistes sobre pifias “apenas suenen, poner Color esperanza”, y jodió con la gaviota inclusiva, “con una patita corta o el pico doblado”. Punto aparte, en 2024 volvieron los desterrados “chistes del pico” y Miranda fue parte de eso, amén de referencias a la sexualidad con su pareja (como el chiste de la búsqueda del clítoris) y sus salidas de la cintura para abajo. Con ello (y sumado a su humor “oscuro”) rompió la imagen imaculada de los discapacitados para volverlos sujetos sexualizados. Como tú o como yo. En síntesis, igualar la cancha hasta en eso.
Incluso se rio de la Teletón (hay que tener cojones para reírse de algo tan sacrosanto para los chilenos y chilenas), el acceso universal y de su propia dificultad para decir palabras con la letra “R”, y otras palabras que hizo repetir al público en un ejercicio efectivo. Luego, hizo chistes sobre su relación de pareja, que se conocieron vía redes sociales y pasaron algunos episodios hilarantes.
Con más risas, se hizo acreedor de la Gaviota de Plata entregada por su nuevo amigo, Manuel Turizo. Y a final, sonó efectivamente Color esperanza, la relamida canción que sirve de cortina a cualquier campaña solidaria, pero en ese momento quedó perfecta. Banda sonora del humor. “No queremos dar lástima, somos personas igual que todos”, ahí resumió su esencia. Hacer humor con los discapacitados. Acto seguido, llegó la Gaviota de Oro. Ambas, inclusivas, con un mecanismo especial para que el oriundo de Vicuña pueda tomarlas.
A veces Miranda fue algo tribunero, pero nunca dejó de ser divertido, rápido y ágil. Su estilo mezcla chistes cortos e historias del stand up. La rutina gustó y el rating lo reflejó, marcó un promedio de 32,4 puntos y un peak de 36,9 (a las 23.56). Lo cierto es que pese a su dicción compleja, es muy fácil seguirlo. Y como manda el manual, piensa en su público. Eso fue valorado por el Monstruo que lo premió merecidamente con las dos Gaviotas. Un nuevo crack del humor ha nacido.