No se sabe con exactitud si ella fue la dueña del libro o su autora. Lo que sí se sabe, es que su nombre aparece inscrito en la portada del Libro Sesto, un compendio encuadernado en piel con 165 obras musicales, que se transformó en una pieza clave para entender la música del periodo colonial en Chile.

Fue Guillermo Marchant Espinoza, un fallecido musicólogo, el que encontró el texto asomado en un lote de basura de una institución religiosa de Santiago. “Junto con recogerlo, intentamos infructuosamente hallar sus cinco libros anteriores, pero tememos que encontraron su destino final en los depósitos municipales de basura (...) su rareza no reside solamente en este hecho, sino también en quien interpretó este repertorio: el nombre de María Antonia Palacios aparece finamente caligrafiado en el folio inicial, dando a entender que era la usuaria del variado contenido del manuscrito”, escribió el estudioso en 1999, en la Revista Musical Chilena.

Tal como hacen ver la mayoría de los historiadores, existe un borrado en torno a la historia de las personas negras en Chile. Sus nombres, en muchos casos, no fueron registrados, sino que eran agregados a los listados de ‘mercancías’ u ‘objetos’.

En el caso de las mujeres negras, el panorama era aún más complejo. Si bien las esclavas vivían la dinámica del servicio doméstico, esto las hacía víctimas de violaciones o maltrato, como establece Paulina Barrenechea, en su artículo María Antonia, esclava y músico: La traza de un rostro borrado por/para la literatura chilena.

¿Quién fue María Antonia Palacios?

María Antonia fue esclava de origen africano, que pertenecía a Juan Antonio Palacios. Como era costumbre en la época, parte del servicio de los aristócratas tomaban el apellido de sus amos, y así mismo lo hizo María Antonia.

“La esclava María Antonia, hija de infieles que quedaron en tierras africanas, toma su nombre del apellido de sus primeros amos al momento de su bautismo. Se le tenía por leal y por ello fue miembro de la familia Palacios pasando de generación en generación siempre como un bien de relativo valor”, consigna el documento de 1758, encontrado en el Archivo Arzobispal por Guillermo Marchant en 1997, y que evidencia la existencia de ella.

Tras la muerte de Juan Antonio, María Antonia pasó a ser propiedad de Gertrudis Palacios, heredera única del aristócrata. Ambas establecieron una estrecha relación, marcada por el compromiso de Gertrudis con la religión católica y las labores eclesiásticas.

“María Antonia fue capaz de aprender a interpretar y también escribir música”, escribe la historiadora María José Cumplida en su libro Chilenas.

Época Colonial | Memoria Chilena

“El suyo no era un trabajo duro, los días pasaban entre algunos encuentros sociales, visitas al convento donde su dueña vivió por algunos años, los paseos dominicales y la misa diaria. Sin embargo, la labor por la cual era reconocida dentro de la familia, y en especial por Gertrudis, era su destreza musical siendo de las pocas domésticas que sabían leer e interpretar piezas religiosas y paganas, ya sea en el órgano o el salterio. Si había tiempo se le permitió componer. María no dejó nunca la casa señorial, sin embargo, Gertrudis le ofreció su libertad en una ocasión”, cita la investigadora Paulina Barrenechea.

Si bien el nombre de María Antonia Palacios aparece en la portada, dando a entender que era el nombre de la usuaria del Libro Sesto; no nos asegura que haya sido la recopiladora y copista de las obras en él contenidas.

El texto contiene 93 obras firmadas y otras 72 anónimas, las que van desde música de iglesia para piano, así como bailables de salón para diversos instrumentos, voces y combinaciones orquestales.

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