La madrugada del 7 de julio del 2016, la policía de Pamplona recibió una llamada alarmante. Al otro lado del teléfono, la voz de un hombre relataba una situación insólita: “Estamos con una chica que nos ha contado que ha sufrido una agresión sexual entre cuatro chicos”.

Se supone que debía ser una noche de júbilo. La ciudad entera festejaba los Sanfermines, una de las celebraciones más icónicas y turísticas de España que todos los años convoca a miles de personas. Y, sin embargo, terminó por marcar la vida de una joven de 18 años para siempre.

El relato era estremecedor. Tal como el resto de los asistentes, la muchacha había llegado junto a un amigo para pasar un rato de distensión. En un momento se separan y, mientras caminaba sola por una de las calles del centro, se cruzó con un grupo de cinco jóvenes de entre 26 y 28 años que la acorralaron hasta un edificio y la violaron en grupo.

Tras la identificación de los sospechosos, los peritajes descubrieron que no se trataba de un hecho fortuito. Los sujetos tenían un grupo de WhatsApp bautizado como “La Manada”, donde ya habían manifestado en las horas previas su intención de “follarnos a una buena gorda entre los cinco en San Fermín”.

En el mismo chat grupal, José Ángel Prenda, Ángel Boza, Jesús Escudero Domínguez, Alfonso Jesús Cabezuelo y Antonio Manuel Guerrero enviaron un registro que sería vital para la investigación: un video de aproximadamente 90 segundos donde se les ve concretando el abuso ante una víctima totalmente paralizada.

Lo sucedido esa madrugada en Pamplona terminaría configurando uno de los hechos más determinantes para el movimiento Me Too en España y el mundo. Una verdadera masa de mujeres que, ante el sensacionalismo de los medios, la insólita defensa judicial de los acusados y el insuficiente veredicto dictado por los tribunales, alzó la voz para darle un grito de apoyo a la joven.

A ocho años de lo sucedido, un documental de Netflix vuelve a poner en la palestra el caso. En No estás sola: la lucha contra La Manada, los realizadores Almudena Carracedo y Robert Bahar -también directores de El silencio de otros (2018)- tomaron uno de los hechos policiales relacionados a la violencia machista más emblemáticos de España para volver a relatarlo. Ahora, con el testimonio de la víctima como eje principal.

¿El resultado? Una película de casi dos horas basada en una investigación de tres años que contemplo la revisión de 60 horas de entrevistas, material original y de archivo para volver a contar lo que, a su juicio, fue una historia distorsionada por los medios.

Escribir un nuevo relato

“Lo peor no fue la situación vivida, lo peor fue lo que vino después”. Con esas palabras, la víctima del caso resume una de las premisas del documental a cargo de Carracedo y Bahar. En el filme, el testimonio de los policías, abogados y testigos que fueron parte de la investigación ayuda a dar cuenta de la brutalidad con que se ejerció el juicio público hacia las afectadas en los medios de comunicación, y que terminó impulsando la consigna “yo sí te creo”.

Pero lo central sigue siendo la voz de las mujeres que, en distintas circunstancias, fueron asaltadas por La Manada, cuya identidad es resguardada bajo los nombres Lucía y Paloma y con sus voces interpretadas por las actrices Natalia de Molina y Carolina Yuste.

Las víctimas supervivientes y las personas que las apoyaron y acompañaron en aquel momento no habían tenido nunca un espacio para hablar. Nadie había escuchado su vivencia. Esta película documental les da voz por primera vez”, recalcaron los directores en entrevista con El Periódico. “Para los participantes de esta historia, el tiempo que ha pasado desde la sentencia del Supremo ha sido clave: la mayoría no quisieron hablar antes de ahora”.

Esa decisión no fue inconsciente. Para los realizadores, era importante prescindir del testimonio de los victimarios en esta oportunidad, pues “en el pasado, contaron con numerosas oportunidades para compartir su testimonio”. Efectivamente, a lo largo de la película se puede notar cómo el abogado de los acusados figura dando declaraciones en prácticamente todos los archivos de prensa, apelando a la supuesta culpabilidad de la joven por nunca verbalizar un “no”.

Algo que también es cuestionado por los realizadores, que, según explicaron a La Vanguardia, consideran que la mediatización del caso también tuvo que ver con que el profesional “decidiera llevar el caso a los platós y se produjera un cuestionamiento de la víctima, lo que provocó la reacción de la calle”.

Hasta ahora, la joven ha preferido permanecer en el anonimato. No existen declaraciones suyas frente a las cámaras en los registros de la televisión e incluso llegó a ver en peligro su integridad luego de que se filtrara su nombre y fotografías de su rostro. Y aunque contaron con la autorización de la familia, el equipo optó por basar su testimonio en citas textuales a las declaraciones judiciales y dos cartas que se compartieron a la prensa.

“En muchos casos, el deseo de contar todos los detalles, incluyendo los no necesarios para establecer que se ha cometido un hecho delictivo, revictimiza a las víctimas y no contribuye tanto a analizar la situación en su conjunto. En este caso y muchos otros hay una reflexión profunda que hacer sobre esto, sobre nuestra responsabilidad colectiva e individual ante ese equilibrio entre qué tiene que saber el público o qué puede revictimizar a una víctima”, comentaron los directores, cuya obra igualmente desnuda las falencias del sistema judicial español en lo que respecta a los casos de abuso sexual.

Para la dupla también era importante esclarecer por qué se optó por darle un nombre, aunque fuera falso, a las mujeres que son representadas en la película. “Nos parecía muy importante humanizarlas aunque fuera con un nombre ficticio. La idea era entretejer esas dos historias junto a la de por supuesto con la de Nagore Laffage, cuya madre sí participa directamente con su testimonio”, señalaron a La Vanguardia.

Además de los dos casos principales, el relato igualmente rememora otro crimen que estremeció a Pamplona, también durante las fiestas de San Fermín. El 2008, Laffage fue brutalmente asesinada por Diego Yllanes luego de resistirse a ser violada. El testimonio de su madre fue vital a la hora de retratar cómo se busca, consciente o inconscientemente, culpar a las mujeres en las situaciones de abuso. En el caso de La Manada, la discusión de los noticieros era si, en algún momento, la víctima pronunció la palabra “no”, mientras que a Nagore se le cuestionó siempre el haber accedido a encontrarse en una habitación con su abusador.

“Un ejemplo de nuestro trabajo respecto a la idea de culpabilizar a las víctimas es cómo vinculamos la historia del juicio de La Manada con el juicio por el asesinato de Nagore”, explica Bahar. “Durante el día del juicio a La Manada, en el momento que estamos viendo un cuestionamiento de la víctima dentro de la sala judicial, pausamos y escuchamos el testimonio de Asun Casasola (madre de Nagore) para volver a esa misma sala judicial ocho años después. Con el cine puedes ir conectando ideas y en este caso nos sirvió para visibilizar que la culpabilización de la víctima no se produce solo en un caso, sino que es un patrón que se repite”.

Impacto mundial

El impacto del caso de La Manada estuvo lejos de ser local. La noticia tuvo una fuerte presencia en el resto de los países del mundo, algo que igualmente es recogido por el documental de Netflix.

Entre las imágenes de archivo no solo se ven las manifestaciones en España. También hubo muestras de apoyo a la víctima en ciudades como Copenhague, Dublín, Londres, Roma, Lisboa, Berlín, París y Sidney.

Una de las respuestas sociales a lo sucedido fue la masificación del hashtag “Cuéntalo” en X -ex Twitter-, donde miles de mujeres narraron las situaciones de violencia sexual que vivieron en algún momento de sus vidas. Ejercicio que igualmente tuvo eco en Chile, y que el 2018 daría curso a una nueva ola feminista en nuestro país.

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