Un día de 1920, Ricardo Neftalí Reyes Basoalto llamó a la puerta de Lucila Godoy en Temuco, cuando él tenía 16 años. No solo tocaba a la puerta de la poetisa, sino la de la directora del Liceo de Niñas de Temuco. En esa reunión, un joven Pablo Neruda le mostró sus poemas a Gabriela Mistral, donde esta le instó a seguir trabajando y le prestó libros de los rusos Chéjov, Dostoievski y Tolstoi.
En ese momento, la consagrada poetisa acogió al incipiente escritor, pero una década después sus caminos se distanciaron. ¿La razón? La política, la religión y una carta.
En 1934 ambos se volverían a encontrar como cónsules. Sin embargo, su relación se mantuvo distante. Por un lado, Neruda se convirtió en cercano al Partido Comunista, mientras que Mistral se apegaba a un socialismo cristiano, vinculado a la espiritualidad, aunque lejos de la iglesia católica.
Ambos estaban inmersos en una Europa donde los ánimos estaban crispados. Después de la Primera Guerra Mundial, el nacionalsocialismo triunfaba en Alemania con Adolf Hitler y España poco a poco se polarizaba.
Hasta el momento, Gabriela Mistral se mantenía ajena al conflicto en el consulado de Chile en Madrid, con secretarias y secretarios que le ayudaban a administrar las labores diplomáticas mientras ella escribía. En tanto, Pablo Neruda trabajaba en el consulado de Chile en Barcelona.
La correspondencia entre ambos fue siempre formal. Según el libro Pablo Neruda: cartas a Gabriela, en la primera carta que Pablo Neruda le envió a Gabriela Mistral, el autor de Residencia en la tierra quiso confirmar si la poeta accedería a su petición de permutar su destinación de cónsul en España. Mistral guardó silencio.
Madrid por Barcelona
Si bien Mistral gozaba de la cultura y de la compañía de los españoles, su opinión en torno al papel histórico de los europeos era negativa. La poeta era una ferviente defensora de los indígenas y de las raíces mestizas de América, pensamiento que la condujo a estimulantes debates con otros escritores, como Miguel de Unamuno.
Todo se complicó cuando la poeta participó en una cena, donde participaba Federico de Onís, escritor y crítico literario, quien publicó por primera vez Desolación en Nueva York. En esa ocasión, Mistral, fiel a su estilo, compartió su pensamiento en torno al ‘genocidio’ cometido por los españoles en América.
Federico de Onís, quien había sido su aliado, abandonó molesto la reunión. Más tarde, una ofuscada Mistral escribió sus sentimientos y percepciones en una carta a sus amigos chilenos, el escritor Armando Donoso y su esposa María Monvel.
“Vivo hace 2 años en medio de un pueblo indescifrable, lleno de oposiciones, absurdo fraude, hasta noble, pero absurdo, puro. Hambreado y sin ímpetu de hacerse justicia: analfabeto como los árabes vecinos (tan lamentable casta); inconexo: hoy republicano, mañana monárquico felipista; pueblo en desprecio y odio de todos los demás pueblos: de Francia, de Inglaterra, de Italia, de... la América que llaman Española”, decía la misiva.
El problema surgió cuando la correspondía se filtró y fue publicada en la revista La familia, de la editorial Zig-Zag. Esta difundía temas ligados a la emancipación de la mujer, espacio donde escribían Amanda Labarca –quien tampoco tenía un buen historial con Mistral– Inés Echeverría, Omer Emeth y Elvira Santa Cruz.
El impacto fue monumental. El texto llegó a manos españolas. ¿Cómo una cónsul tenía esa opinión sobre el país con quien debía relacionarse? Ante las muestras de repudio, Gabriela Mistral pidió el traslado a Lisboa. “Hubo quejas de los españoles y ella tuvo que salir arrancando. Ella tenía que ser muy cuidadosa con sus enemigos chilenos, ya que había enemigos por todas partes que podían salir en cualquier momento”, explica Patricia Cerda a Culto, autora de la reciente novela Lucila, que habla sobre la vida de Mistral.
Ahora quedaba libre el consulado que anhelada Pablo Neruda en Madrid. Lo asume en 1935. ¿La filtración de la carta fue un movimiento calculado del poeta o solo se alinearon las circunstancias a su favor?
Como fuere, eso marcó para siempre la relación entre Pablo Neruda y Gabriela Mistral. “Ella sentía que tenía que cuidarse de él, de hecho ella lo vio un poco detrás de esa intriga cuando se tuvo que ir de España. Ella vio que él estaba muy bien relacionado políticamente, nada menos que con la Unión Soviética”, declara Patricia Cerda.
En parte, Gabriela Mistral se sentía afortunada por el cambio, ya que en 1936 estalló la guerra civil española. Pablo Neruda tuvo un rol clave en el conflicto, ayudando a miles de refugiados a llegar a Chile.
Stalin y un congreso
Cuarenta años después del primer encuentro entre maestra y discípulo, ambas figuras volvieron a encontrarse. Pablo Neruda, quien seguía relacionado con la URSS, le propuso a Gabriela Mistral en tres ocasiones llevarse el Premio Stalin por el Fortalecimiento de la Paz entre los Pueblos. Al ser Neruda parte del jurado del galardón, entre 1950 y 1953, le ofreció el premio a su colega, sin una repuesta favorable en todas las ocasiones.
La animadversión de Mistral por los regímenes totalitarios, así como su postura política y religiosa, le impedían hacerse con ese millonario premio. Ya tenía el Nobel de Literatura: su carrera y trascendencia estaba más que asegurada.
Una de las jugadas que se dice que fue premeditada por Pablo Neruda fue agregar a Gabriela Mistral como convocante y organizadora del Congreso Continental de la Cultura en 1952 (Chile), a pesar de que la oriunda de Vicuña declinó de la oferta, según el último libro de Patricia Cerda, Lucila. Neruda la sumó igual, como una estrategia para atraer público.
“Gabriela Mistral aclaró, sin embargo, que ella no tenía nada en común con la organización del Congreso y el Comité chileno hubo de explicar que en efecto era así, pero que ella había firmado la convocatoria. Se comprende que los comentarios de prensa aprovecharan, de un lado y de otro, para sacar partido a la situación y el resultado fue que mucha gente quedó con la idea de que los organizadores comunistas habían usado ilegítimamente el nombre de la poetisa”, declaró Jaime Castillo Velasco en la crónica El congreso continental de la cultura de Santiago de Chile, publicada en la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura.
Efectivamente, Gabriela Mistral no participó en el evento, que debido a diversos retrasos, se realizó desde el 26 de abril al 3 de mayo de 1953. En ese entonces, la poeta era cónsul de Chile en Nueva York, y vivía con Doris Dana. Al año siguiente, recién vuelve a Chile invitada por Carlos Ibáñez del Campo, con quien tampoco la escritora tenía una muy buena relación.