Odette Chaumette gozó de una carrera gloriosa en el cine francés a inicios del siglo XX. Una era en que, gracias a sus papeles en las películas mudas, encantó a los espectadores con la expresividad de sus ojos y su corporalidad. Pese al paso de los años, conserva el histrionismo y la elegancia de una diva, y cuando habla lanza las palabras a toda velocidad, con un ritmo que quita la respiración de sus interlocutores.
“Intuitivamente, tras leer el guión, sentí de inmediato que ella tenía hablar muy, muy rápido”, apunta Isabelle Huppert (París, 1953), la encargada de asumir ese papel ficticio en la comedia Ese crimen es mío. “Cada personaje tiene su propia forma de hablar, un cierto ritmo en la manera en que usa las palabras: a veces más fluida, a veces más rápida. Y en su caso definitivamente tenía que ser muy rápida. Ella parece que lo ha estado observando todo. Está realmente alerta y quiere tener el control de las situaciones”.
Al teléfono con Culto desde París, donde actualmente está ocupada con sus compromisos en teatro, la renombrada intérprete francesa profundiza en el personaje al que da vida en la impecable cinta dirigida por François Ozon, que, tras llenar las salas en su país, acaba de debutar en los cines chilenos.
Las protagonistas son Nadia Tereszkiewicz y Rebecca Marder, quienes encarnan a una aspirante a actriz acusada de asesinar a un famoso productor y a su mejor amiga, una abogada que lidia con la ausencia de clientes. El relato –ambientado en la capital francesa en los años 30– se sacude cuando aparece Odette, una estrella de capa caída que reclama lo que cree le pertenece.
“Ella en verdad lucha por sí misma, no lucha por nadie más, pero es muy divertida”, indica sobre su papel en el largometraje de Ozon, una excéntrica figura de voluminoso cabello rojizo que guarda pocas similitudes con sus protagónicos más célebres, aquellos de títulos como La ceremonia (1995), La profesora de piano (2000) y Elle (2016). Lo cierto es que Huppert no discrimina. “Me tiene que gustar el guión”, sostiene.
El autor de La piscina (2003) se inspira libremente en Mon crime, una pieza teatral montada por los franceses Georges Berr y Louis Verneuil en 1934, para erigir un filme que explora –siempre con una pulsión lúdica– las nociones de culpabilidad e inocencia y los roles de género.
“Supongo que Ozon, cuando decidió hacer esta obra y adaptarla, vio un potencial y lo tomó como dirección para mostrar el feminismo entre estas dos mujeres. Ellas intentan construir algo contra los hombres, contra su idea del patriarcado”, advierte la actriz. “Es una comedia, pero toca algunos puntos que pueden hacer pensar a la gente”.
-Ud. trabajó por primera vez con François Ozon en Ocho mujeres (2002). ¿Cómo recuerda esa experiencia?
Fue maravilloso. Era un grupo maravilloso de personas, estas ocho mujeres. Y François es un director realmente maravilloso, muy entusiasta y con mucha energía. Te comparte esa energía y ese entusiasmo, por lo que es muy agradable trabajar con él. Es un gran amante del cine y es muy inteligente. Me gusta la forma en que, como director de cine, navega entre varios géneros, desde la comedia hasta el drama, pasando por historias de época a modernas. Es un poco como Stephen Frears en Inglaterra. Al hacer Ese crimen es mío me sentí muy feliz de repetir la experiencia de trabajar con él.
-Una de las primeras líneas de diálogo de su personaje es: “Ella me robó mi crimen”. ¿Eso estaba en el guión originalmente?
Sí, todo estaba escrito, de hecho. Hubo poca improvisación en cuanto a inventar diálogos. En una comedia como esta quizás querrías cambiar algunas palabras de vez en cuando, pero esa línea en particular estaba en el guión.
-Esta película explora temas contemporáneos, pero siempre desde una perspectiva cómica. ¿Cómo conectó con eso?
Es una comedia, pero, como siempre ocurre con Ozon, hay algo debajo. En Ocho mujeres, cuando todas las actrices cantan una canción, a través de ese momento tienes una visión y una dimensión del mundo ligeramente diferente, accedes a ciertas profundidades de cada personaje, especialmente del mío. Cuando me pongo a llorar entiendes que toca algo mucho más emotivo e interior. Lo mismo, pero de una manera muy diferente, sucede en Ese crimen es mío. Toma la apariencia de una comedia, pero, detrás de eso, logra que las cosas resuenen de una manera inteligente y contemporánea.
.¿Ud. entiende la película como una reflexión en torno a la actuación? Muchos personajes de la historia parecen estar actuando o fingiendo.
Absolutamente. Excepto quizá por las dos chicas. Ellas quizá sean más ellas mismas, quiero decir, con menos máscaras. Y excepto quizá por el personaje de Dany Boon, que en un momento puede ser incluso conmovedor, inesperadamente. Por eso también me gusta François Ozon, porque él nunca cae en caricaturas como que todos los hombres deberían ser de cierta manera o todas las mujeres deberían ser de cierta manera. Las mujeres son complejas y algunas son como las dos jóvenes y otras son como mi personaje. E incluso los hombres no son todos iguales. Existen matices. Se pueden agregar algunos matices incluso en este tipo de filmes.
-La última vez que Ud. interpretó a una actriz fue en Frankie (2019), de Ira Sachs.
¡Así es! Como puedes ver, hay muchas maneras diferentes de interpretar a una actriz. Por supuesto, en la película de Ira Sachs fue muy distinto, porque la protagonista estaba muriendo silenciosamente. Ella era consciente de su condición médica y sabía que iba a morir gradualmente. Fue muy impresionante y emotivo interpretar de esa manera a una mujer enferma.
“(En Ese crimen es mío) interpreto a una actriz que viene del cine mudo, cuando los actores no hablaban. Eso es lo que la vuelve especialmente expresiva, porque en las películas mudas, sin las palabras, debían expresar demasiado con su lenguaje corporal y sus expresiones faciales. Supongo que ella conserva eso de esa época. Y mantiene ese tipo de exageración, aunque yo diría que ahora es incluso más exagerada, porque también tiene las palabras”.
-¿Qué es lo más placentero de actuar en una buena comedia?
¿Hacer una comedia en contraposición a…? Para mí es el mismo placer. Es muy divertido. Nunca he sentido que exista una oposición drástica a cuando hago dramas. Además, creo que en los dramas siempre hay un momento en el que se genera una especie de distancia irónica y se pueden añadir algunas dosis de comedia. Eso también aplica al revés. Ese crimen es mío es una comedia divertida, pero en un momento se vuelve melancólica o más dramática.
Una actriz incansable
El calendario de Isabelle Huppert no da tregua. En febrero pasado, en el marco del Festival de Berlín, estrenó dos nuevas películas que se suman a las cerca de 150 que ya acumula en su carrera: My new friends, donde asume el rol de una policía forense que enfrenta un dilema moral, y A traveler´s needs, en la que encarna a una mujer residente en Corea del Sur que dicta clases particulares de francés usando una nueva técnica de enseñanza. Esta última, su tercera colaboración con el director Hong Sang-soo, obtuvo el Premio del jurado en el certamen alemán.
Desde la capital francesa, su principal centro de operaciones, también habla sobre su ocupada agenda en las tablas. Este jueves, en el Théâtre de la Ville de París, terminó la primera temporada de Bérénice, un montaje del italiano Romeo Castellucci –a partir de la clásica obra de Jean Racine– en el que interpreta al único personaje en escena con líneas de diálogo. “Es muy potente”, dice sobre esa producción que luego, entre el 4 y 8 de abril, presentará en Milán.
“Me encantaría hacerla en tu país en algún momento, eso es seguro”, desliza. También transmite sus deseos de hacer lo mismo con Mary said what she said, monólogo escrito por Darryl Pinckney y dirigido por el estadounidense Robert Wilson en el que se pone en la piel de María Estuardo, reina de Escocia.
Y revela: “Todas las obras que hago suelen viajar mucho por todo el mundo. Hace algunos años existieron conversaciones para llevar algunas de mis obras a Chile, a tu país, pero finalmente no ocurrió. Pero me encantaría hacerlo, sobre todo con uno de estos dos montajes, Bérénice, de Castellucci, y Mary said, de Robert Wilson”.
-La única parte del mundo en la que Ud. no ha hecho cine es en Sudamérica. ¿Eso podría ocurrir pronto?
Me encantaría hacer cine en tu país, absolutamente. Hay un filme chileno famoso que se estrenó en Francia hace un tiempo, pero no recuerdo el nombre. Lo olvidé. Pero ustedes tienen grandes directores, me encantaría hacer alguno en esa parte del mundo. Estás en lo correcto, porque hice muchas películas en Asia, incluida la última con Hong Sang-soo. He trabajado en teatro en Sudamérica, porque actué en Brasil, pero nunca he hecho una película en ninguno de sus países. Debería hacerlo, me encantaría.
-Ud. trabajó con Raúl Ruiz en Comedia de la inocencia (2000), pero eso fue en Francia.
¡Por supuesto! Claro, con el maravilloso Raúl Ruiz. Estás en lo correcto. También participé en uno de los filmes de su esposa (Las líneas de Wellington, de Valeria Sarmiento). Raúl Ruiz era extraordinario. Era tan inteligente, tan genial, me encantó hacer esa película. Él era el mejor.
-Ud. en más de una ocasión ha dicho que considera que la actuación no consiste en aprender algo, sino que en estar presente. ¿Sigue pensando de esa manera?
Lo sigo pensando, sí. Hacer una película no es como ir a la escuela, por lo que no aprendes algo, simplemente lo vives, es una experiencia. Experimentas cosas, lo que no es exactamente lo mismo que aprender. Experimentas cada relación diferente con el director, con mundos diferentes, con historias diferentes. Y es un experimento maravilloso. Eso es realmente lo que me gusta de hacer cine. Es genial.